Seminario del Campo Freudiano - Sección La Plata de la EOL

Apertura del Seminario del Campo Freudiano

Curso 2019: “El síntoma, su interpretación y sus usos”

Graciela Brodsky

Paula Vallejo: -Buenos días. Bienvenidos todos a la apertura del año 2019 del Seminario del Campo Freudiano. Este es el sexto año que estamos trabajando acá en La Plata con el Seminario del Campo Freudiano. Y en esta ocasión, tengo el gusto de presentarles a Graciela Brodsky, que muchos de ustedes seguro ya conocen. Ella va a abrir el seminario con una conferencia, -después dirás si le ponés otro título o el mismo que tiene el seminario-. Les voy a comentar que Graciela, además de ser miembro de la EOL y de la AMP y además de todas las funciones que ha desempeñado en la Escuela a lo largo de tantos años, es la Directora del ICdeBA, y también es la Directora a de la Maestría en Clínica psicoanalítica en la Universidad de San Martín. Y además, es asesora del Seminario del Campo Freudiano desde su inicio. Así que estamos muy agradecidos de tenerla acá y por todo lo que ha trabajado con nosotros estos años. Bueno, simplemente eso, los dejo con ella y luego de su ponencia, tendremos unos minutos para intercambiar, hacer algunas preguntas, comentarios, ya verdaderamente como un inicio del trabajo del año.

Graciela Brodsky: -Gracias, muchas gracias a los organizadores del Seminario del Campo Freudiano en La Plata y a todos ustedes por estar acá un sábado a la mañana. No tengo la intención de dar una conferencia, más bien de hacer una clase inicial de algo que va a tener una continuidad. Así que pueden interrumpirme, preguntarme, hacer de esto una verdadera actividad de trabajo colectivo y no una exposición sin feedback.

Bien, ustedes van a trabajar durante este año el síntoma analítico, su interpretación y sus usos. Es la orientación que los responsables del seminario quisieron darle a este año de trabajo. Haber tomado esa decisión, es ya una toma de posición, no es simplemente la elección de un título. Un título a veces encierra más de lo que uno imagina. Por eso suele ser tan difícil elegir un título dentro de las actividades del Campo Freudiano, de la Escuela, de la AMP; cada vez que hay que elegir un título, -seguramente los organizadores lo saben-uno pasa horas. Porque el título condensa una decisión, no es simplemente un nombre. Cuando uno elige el nombre de un hijo, por ejemplo, no es algo que se elija así nomás. Y eso hace que cuando tenemos pacientes en análisis, nos interese siempre saber por qué se llaman como se llaman. Porque en la sola elección de un nombre hay una decisión, hay una expectativa, hay un proyecto. El nombre condensa mucho y poner un nombre es jugar un poco a Dios. Porque saben que, en fin, para la tradición es Dios quien puso el nombre a las bestias de las cuales somos herederos. Lacan trabajó mucho eso, habló de “el padre que nombra”, para hacer un poco de contrapeso a una fórmula que se volvió demasiado pesada, que es “el nombre del padre”; hizo ese pequeño desplazamiento del nombre del padre al padre que nombra. Así que un título es, tiene, toda esa carga encima. Y ustedes eligieron ponerle a la actividad del año “El síntoma analítico, su interpretación y sus usos” y eso lo eligieron los organizadores, pero ustedes también eligieron meterse en este camino. No es sólo un título, sino que ustedes también eligen ese título porque les resuena de alguna manera como un enigma, como algo en fin, que los convoca. Hay un método, que es un método que Jacques Alain Miller empleó durante muchos años en su enseñanza, que es hacerse eco de lo que es la enseñanza más clásica respecto de un significante. Vamos a volver después sobre eso, van a volver durante todo el año, pero ese método implica que cuando uno quiere definir algo, en general no tiene manera de nombrarlo si no es por su diferencia con todos los otros nombres que hubiera podido optar y que no eligió. Es lo que Ferdinand De Saussure llamaba el carácter diferencial del significante. Cuando uno quiere definir qué es A, tiene dos posibilidades: o decir que A es A, con lo cual no dice nada, -eso se llama tautología-, o decir que A es lo que no es B, lo que no es C, lo que no es D, lo que no es E, es decir, definirlo por lo que no es. Cuando se define por lo que es, no se agrega nada, y cuando se define por lo que no es, lo único que se pone de manifiesto es el carácter diferencial del significante. Bien, todo esto es para decir que haber optado por poner un título que es “El síntoma analítico”, abre de entrada la perspectiva de que entonces no todo el síntoma es analítico. Sí hay síntoma analítico, porque sino diríamos el síntoma, ¿para qué agregarle el síntoma analítico? Si agregamos el síntoma analítico, es porque suponemos o aprendimos que el síntoma analítico es un aspecto del síntoma pero que no todo del síntoma es analítico. O sea que, hablar del síntoma analítico implica ya una manera de recortar el territorio de la exploración que va a desarrollarse, es el síntoma en tanto es analítico. Eso pone el acento, quizás, en un período de la enseñanza de Lacan. Quizás, hablar del síntoma analítico abre, pone el foco, sobre una época y deja en la sombra dos puntas. Lo haría así.

En algunas ocasiones, para hablar del síntoma, Lacan recurre a la letra sigma. Y hablar del síntoma analítico es recortar un momento del síntoma que supone un antes, Σ1, cuando el síntoma no es analítico, y un después, Σ2.

¿Por qué a Lacan se le dio al final de su enseñanza, -muy al final-, por qué a Lacan se le dio por Joyce? James Joyce, el escritor irlandés que seguramente alguna vez escucharon hablar; no me aventuro a decir que lo leyeron porque leer a Joyce es una tarea…, en fin, no puedo decir que yo haya leído a Joyce, en todo caso no al Joyce que le interesó a Lacan. ¿Por qué le interesó a Lacan Joyce? Porque es alguien que no pasó nunca por acá (el círculo del medio), nunca se analizó. Podría haber hecho eso. Vivía en un mundo en que eso estaba más de moda que ahora en todo caso, pero Joyce nunca pasó por el dispositivo analítico. Lo fue a ver una vez a Jung y salió espantado, en fin, no hizo muy buen rapport y se burla bastante de esa única exploración por el psicoanálisis. Sin embargo, si a Lacan le interesa es porque muestra un aspecto del síntoma que es precisamente el síntoma no analítico. Y eso le permite a Lacan hacer la siguiente reflexión, la exploración acerca de cuál es el estatuto del síntoma previo al análisis, lo que pondríamos acá en el tiempo 1 del síntoma, previo a que el síntoma sea un síntoma analítico como el que ustedes van a trabajar. ¿Cuál es el estatuto del síntoma previo al análisis y cuál es el estatuto del síntoma una vez que pasó por el dispositivo analítico? ¿Qué hace el análisis con el síntoma? Se decide ahí el destino de un análisis, de qué manera el síntoma entra en análisis y de qué manera el síntoma se transforma o no en el análisis. Entonces, hay un período de la enseñanza de Lacan, el período central en el cual Lacan reflexiona sobre esto, el síntoma, y hay un período de Lacan en el cual Lacan reflexiona fundamentalmente sobre el síntoma por fuera del dispositivo, ya sea antes o ya sea después. En realidad, la preocupación de Lacan era el síntoma después. ¿Es que el análisis levanta el síntoma, es que el análisis transforma el síntoma, es que con el análisis uno se acostumbra al síntoma? ¿Qué efecto tiene el dispositivo analítico sobre el síntoma? Esa es la investigación del final del análisis, es una investigación que Lacan arrastra de Freud mismo, porque Freud que era muy optimista en sus inicios sobre el poder de la palabra para transformar el síntoma, al final es bastante menos optimista. Lacan toma el guante dejado por Freud, y finalmente cuando inventa un dispositivo como el pase, al cual se presentan voluntariamente aquellos que consideran que han llegado hasta el límite de su análisis, que están satisfechos, que no piden más. Bueno, si uno está satisfecho, se levanta y se va, pero para algunos no alcanza con eso, quieren, además, demostrar su satisfacción; quieren con su satisfacción satisfacer a otros. Y en el momento en que Lacan percibe esto, percibe que hay una doctrina posible del final del análisis, y que esa doctrina posible del final del análisis no depende del psicoanalista, depende de los analizantes, de aquellos que se analizan. Inventa entonces un dispositivo que se llama el pase y entre las muchas cosas en las que el pase como dispositivo pone el ojo, una es cuál fue el destino del síntoma, eso que a usted lo hacía sufrir, su piedra en el zapato. ¿Qué hizo con eso? Es una interrogación que hace al corazón mismo de la credibilidad en el psicoanálisis, de la posibilidad del psicoanálisis. Lacan estaba muy interesado en esto; nosotros por supuesto que también, pero tenemos una preocupación más –cómo decirla-, urgente, que es la preocupación por este estatuto del síntoma. Tendría que demostrar por qué, pero es una experiencia que ustedes hacen si están en los inicios de su práctica, es una experiencia que hacen si trabajan en centros asistenciales, en hospitales, en fin, si son residentes, concurrentes, o ya se toparon con eso o se van a topar con eso, que no es seguro que tengamos respecto del síntoma la misma posición que tenía Lacan o que tuvo Freud. Querría explicar un poco a qué me refiero.

Para Freud, el síntoma era – la definición clásica del síntoma- una solución de compromiso. Es interesantísimo que Freud lo haya planteado así, porque de entrada articula el síntoma con la solución, cuando uno trataría de pensar espontáneamente la articulación entre el síntoma y el problema; el síntoma es un problema. Si yo no puedo subirme a un ascensor porque tengo una fobia, si yo no puedo dejar de pensar porque tengo una obsesión, si yo no puedo parar de dirigirme al médico porque el cuerpo nunca me responde como espero; en fin, si el síntoma me acosa, más bien lo trato como un problema del cual me quiero desembarazar, como cuando uno va al dentista porque le duele una muela. Uno no piensa que el dolor de muelas es una solución, para nada, más bien piensa que es un problema que hay que sacarse de encima lo más rápidamente posible. Pensar que el síntoma es una solución, como lo formula Freud muy tempranamente, ya es introducir en el síntoma una perspectiva que no es la que conocemos. Y es porque para Freud el síntoma viene al lugar de otra cosa. Muy tempranamente, el síntoma para Freud suple algo; la dimensión del síntoma como suplencia es algo que trabajamos mucho en la última enseñanza de Lacan, lo trabajamos mucho alrededor de la psicosis por ejemplo, pero el síntoma como suplencia está presente desde el inicio de la enseñanza de Freud. Su primera hipótesis, porque su práctica empieza con la histeria, es que el síntoma viene al lugar de un deseo que no puede realizarse abiertamente.

Es decir que para Freud, la x es igual a un deseo y esta barra, que es una barra que hace historia en el psicoanálisis, es para Freud la barrera de la represión. Hay deseos que no son confesables, que van contra los ideales, hay deseos que no son confesables para uno mismo, que uno no sabe que los tiene; esos eran los que le interesaban a Freud. Y le interesaba especialmente pescar de qué manera eso que era inconfesable para uno mismo, surgía. Y entonces lo buscaba en el lapsus, en el chiste, en el sueño y en el síntoma. Freud analiza a Elizabeth von R al comienzo, al comienzo de sus aproximaciones a la cosa, Elizabeth tiene una parálisis en una pierna y el análisis con Freud la lleva a confesar que en realidad le gusta el cuñado. Como ustedes comprenderán, entre la parálisis en la pierna y que le guste el cuñado no hay una conexión directa. ¿De qué manera la pierna viene al lugar de ese deseo inconfesable para ella misma de que se siente atraída por un hombre prohibido? Y Freud hace todo el juego de buscar la conexión entre el síntoma y el deseo, y finalmente desemboca en “dar un mal paso”. Y esta fórmula que ustedes conocen, porque es una fórmula de la lengua, “dio un mal paso”, no quiere decir necesariamente que uno se tropezó con una baldosa. Entendemos qué decimos cuando decimos “Fulanito dio un mal paso”. Mi madre recitaba en una época un poema que creo que era de Evaristo Carriego, “La costurerita que dio aquel mal paso”. No nos imaginamos a la costurera cayéndose por la calle; ese mal paso tiene un tinte evidentemente erótico, sexual, y es esa idea del mal paso la que hace el nexo entre la parálisis histérica de la buena Elizabeth von R y su deseo inconfesado. Para esto, para que esto funcione, -y funciona así-, para que esto funcione es necesario la barra. Es decir, es necesario que algo del deseo no sea admitido, admisible, llámenlo como quieran, para el yo, para la conciencia, para el Otro, para la sociedad, póngale el nombre que quieran. Pero es un deseo no consentido, no permitido y la barra tiene esa función que finalmente Freud llamó la represión, la barrera de la represión, también lo llamó censura. En una época freudiana en la cual la represión y la censura tenían un peso que no tienen ahora. La época victoriana, era una época de represión y de censura, donde los deseos eran inconfesables y entonces estaba abierta la vía de satisfacerlos sustitutivamente, no en vía directa. El problema que se presenta ahora para la práctica del psicoanálisis, es que no estamos viviendo una época donde la censura y la represión –me refiero a la represión de uno con uno mismo respecto de sus pensamientos y de sus deseos, no de la represión social o de la policía, se entiende-, una época donde esa auto censura, esa represión no está a la orden del día. Y más bien lo que hay es un empuje a realizar los deseos sin ninguna barrera, lo que solemos decir que hay un permiso. Allí donde había una barrera de la represión, lo que hay es un permiso, un permiso al goce de toda índole. Es decir, lo que antes era censura ahora es permiso, y entonces la estructura misma del síntoma está puesta en entredicho. ¿Por qué una práctica, -pongamos un ejemplo-, por qué una práctica como los consumos, por qué una práctica como la toxicomanía sería un síntoma? ¿Por qué considerarlo un síntoma?, si hay un permiso a hacerlo en ciertos lugares, sí en ciertos lugares, no bajo ciertas circunstancias, sí bajo ciertas circunstancias, no en tu casa, sí en la terraza, sí en la calle, no a la noche, en fin, en el boliche sí. ¿Por qué eso sería considerado un síntoma, en qué momento alguien piensa que eso que le pasa es un síntoma? Sin embargo, la familia, en fin, los otros del toxicómano, lo llevan a la consulta, consideran que algo anda mal. Y el psicoanalista, que recibe la consulta se enfrenta a alguien que tiene un síntoma a los ojos del Otro, del Otro social que hace planes de salud pública para controlar esos síntomas. En fin, que pone una gran energía en eso, pero que para el sujeto no es un síntoma, es una práctica que le trae algunos problemas y algunas satisfacciones y que no existe ninguna razón para desembarazarse de eso. Ese síntoma, ese síntoma que uno puede catalogar, puede ser la joven anoréxica, el joven insomne, la joven soltera, la madre que no puede tener hijos. En fin, la cantidad de síntomas, se llaman monosíntomas, uno hace las categorías: anorexia, drogadicción, problemas de alimentación, en fin, todo eso, todo eso que es el motivo fundamental de la consulta por ejemplo en los servicios hospitalarios. Eso, ¿es un síntoma? Esa es la pregunta, ¿eso es un síntoma o no es un síntoma? Eso está acá, ¿qué nos autoriza a nosotros a decir que eso es un síntoma y no una práctica por ejemplo?, una práctica de goce, como cortarse. ¿Por qué llamar a eso síntoma? En cierto sentido, es un síntoma porque impide que las cosas vayan por los buenos carriles. Por ejemplo, la niña anoréxica en la casa es un síntoma porque la familia no vive tranquila, para la familia es un síntoma, es una piedra en el zapato, es un motivo de angustia, es una preocupación cotidiana, es un infierno. Pero eso no quiere decir que para la niña sea un motivo de angustia, una preocupación cotidiana ni un infierno. ¿Para quién eso es síntoma? Los consumos, los cortes, en fin, ¿para quién son síntoma? Eso pone al analista en la coyuntura siguiente: lo que es síntoma para el otro, para el otro más cercano que puede ser mi partenaire que no me aguanta, para la familia que no aguanta el niño que se hace pis todas las noches en la cama, para la sociedad que no aguanta el consumo en la calle y el escándalo subsiguiente. Para el Otro es síntoma, pero no es síntoma para el sujeto de esa práctica. Y el psicólogo, el psicoanalista, no es sociólogo, no tiene ninguna herramienta para intervenir a nivel del Otro, más que con consejos, con planes, con programas que toma –tomemos un ejemplo-, que toma a la anorexia como un problema general, como un problema de salud pública. Pero tomarlo así, no dice absolutamente nada de esta anoréxica que es mi hija, mi hermana, mi amiga. ¿Qué tiene en común esta anoréxica con la otra anoréxica? No tienen nada en común, solamente un nombre que daría la impresión que las hace formar parte de un mismo conjunto, porque todas tienen el rótulo “anoréxica”. Pero eso no dice nada más que se puede hacer el retrato: “no come, come poco, como tres arvejas por día, vomita”, en fin, pero es eso, ¿significa algo o no significa algo? Ese es el problema. Para que el síntoma pase de este estatuto, -que se lo puede llamar síntoma, se lo puede llamar trastorno como el DSM, no tienen ningún problema en llamarse trastorno, da lo mismo llamarlo síntoma, o llamarlo trastorno. Sí, son trastornos, llámenlo como quieran, el problema es que están acá. (Σ1)Y el desafío que se le presenta al analista es cómo hacer pasar ese síntoma, que puede ser un incordio para los demás y una satisfacción para uno, una satisfacción que puede llevar a la muerte, una satisfacción paradojal, pero ¿por qué no, en aras de qué, en aras de qué diríamos no? ¿Porque somos guardianes de la vida? En fin, no es lo que le corresponde al psicoanalista, podemos ser guardianes de la vida en muchas circunstancias, pero puestos en los zapatos del psicoanalista, la vida vale lo que vale y puede no valer nada; puede sacrificarse la vida en aras de grandes ideales, puede sacrificarse la vida para un gramo más, puede sacrificarse la vida por una arveja menos. La vida puede no valer nada y efectivamente, al psicoanalista, el problema que se le plantea es si hay modo de que eso pase a ser un síntoma analítico. ¿Qué es lo que haría que ese trastorno, síntoma, molestia, práctica, lo que sea, se convierta en síntoma? Pero no solamente en síntoma, se convierta en síntoma analítico.

Decir síntoma analítico implica decir que es un síntoma tratable, que es un síntoma sobre el cual se puede incidir, no sobre la anorexia en general, sino sobre la anorexia de ésta, de esta persona, en fin, que ha hecho, que ha encontrado esa solución. Porque para la familia es un problema, para ella es una solución. ¿Y por qué abandonar una solución, en aras de qué, en aras de qué ideal abandonar una solución? Se ve por qué toda pedagogía falla, está ahí, en que la pedagogía pide que uno sacrifique una satisfacción para el Otro y no es seguro que todos estén dispuestos a eso. Para decirlo en términos freudianos, toda pedagogía choca con la pulsión; la pulsión gana la partida respecto de todo intento de domesticar la pulsión que finalmente es lo que es la pedagogía, una domesticación. El psicoanálisis no quiere ser una práctica de domadores, no queremos domar a nadie ni queremos salvar a nadie, ni queremos el bien de nadie. Sólo el bien que cada uno elige para sí mismo, pero el problema está acá, en este pasaje (entre el Σ1 y el síntoma analítico). Es el problema con el cual se van a chocar, es el problema con el cual se chocan, que hace que un síntoma deje de ser una práctica satisfactoria, aunque sea horrible, y pase a ser un síntoma analítico. La respuesta del psicoanálisis, la respuesta de Freud y la respuesta de Lacan, es que sólo eso se produce si para aquel que tiene el síntoma, ese síntoma quiere decir algo. Es la suposición de que el síntoma significa algo, la que hace que el síntoma sea un síntoma analítico. El paso, el delgado paso, se resume en eso, en un querer decir. Esto que me pasa, ¿quiere decir algo? El sólo hecho de preguntarse ¿quiere decir algo?, es ya una manera de consentir que el síntoma puede ser lo que viene al lugar de otra cosa, es una interrogación sobre el síntoma. Y la sola idea de decir el síntoma quiere decir algo, abre las puertas de una manera muy sencilla al psicoanálisis. Es simplemente eso, el síntoma, ¿quiere decir algo o no quiere decir nada? Si el síntoma quiere decir algo, entonces no nos ocuparemos del síntoma, nos ocuparemos de eso que el síntoma quiere decir. Y vuelven a encontrar la estructura elemental que Freud le adjudica al síntoma, solamente que la x puede tomar otros valores que no sea el valor de un deseo no confesado. Pero la estructura sigue siendo la misma, el síntoma viene al lugar de una x desconocida, de una incógnita, de algo que el sujeto no sabe. Y es este pasaje, el que Lacan trabaja de distintas maneras.

Una primera manera es decir “el síntoma es una palabra censurada”, no dice un deseo, le lleva varios años a Lacan hablar de un deseo reprimido, hay que llegar hasta el seminario 4. En el seminario 1, en el seminario 2, en el seminario 3, Lacan no habla como Freud de un deseo reprimido, habla de una palabra no reconocida. Y entonces, su interpretación, la interpretación del síntoma, lo que les promete a ustedes el título, es de qué manera una palabra que no ha sido reconocida por el otro, puede ser reconocida en el análisis. Lacan abandona eso un tiempo después y considera que el síntoma finalmente es un significante que reemplaza al otro. En fin, hay toda una teoría que ocupa los años centrales de su enseñanza, primero el síntoma es un mensaje, es una palabra, después el síntoma es un significante. En fin, van a tener la oportunidad de ir recorriendo cada uno de estos momentos, doy el panorama global. Cada uno de estos momentos es solidario de una doctrina de la interpretación diferente, y en cada momento hay que hacer la conexión que ustedes tienen que hacer y tienen que encontrar, entre una doctrina del síntoma analítico en su conexión con una doctrina de la interpretación y una doctrina del inconsciente. Las tres cosas van de la mano, y cuando el síntoma es una palabra que no pudo ser pronunciada, y requiere el reconocimiento del Otro, la interpretación tiene una estructura, y el inconsciente tiene una estructura. Y a ese momento, Lacan le va a agregar un esquema, los famosos esquemas, los gráficos de Lacan, y ustedes pueden hacer la correlación entre el esquema Z, que corresponde a este momento de la enseñanza de Lacan. Y pensar que hay una palabra que op!, encontró una barrera y que el advenimiento de esa palabra implica su reconocimiento o no por parte del Otro. Y eso coloca al analista en el lugar del Otro y hace esta línea virtual porque podría no pasar; la palabra del sujeto se desvía en este eje que va de la a a la a´; no voy a explicar todo el esquema porque sería tema de una clase entera.

Pero es para que sepan que el síntoma como mensaje, la interpretación como reconocimiento, va de la mano de una doctrina del inconsciente y de un esquema; es un combo, una cosa es solidaria de la otra.

No se puede pensar la última enseñanza de Lacan con este esquema, no sirve, y no sirve pensar el reconocimiento con otros esquemas. A cada momento Lacan lo grafica de alguna manera, para que quede fija una idea que él desarrolla en varios seminarios. Al momento posterior, en donde el síntoma es un significante que viene al lugar de otro significante, corresponde el grafo de Subversión del sujeto, ese grafo que pone al síntoma como una demanda de significación dirigida al Otro. ¿Qué significa esto? Y Lacan interpreta que es del Otro retroactivamente que puede venir la respuesta a lo que esto significa, con un agregado que no hay que olvidar, y es que el esquema de la Subversión del sujeto, que surge en el seminario 5, es desarrollado extensamente en un texto, en un escrito de Lacan que se llama “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”. Esto tiene un segundo piso, en fin. Porque una vez que Lacan piensa el síntoma como una demanda de significación, ¿qué quiere decir esto que me pasa? ¿Por qué no puedo subirme a un avión?, ¿por qué le tengo miedo a los caballos? Juanito, el famoso caso Juanito. Dora: ¿por qué tengo esta tosecita cada vez que se va mi padre? En fin, ¿por qué tengo esta tosecita cada vez que se va mi padre?, eso es algo que tiene que agregar Freud, porque Dora no sabe por qué tiene la tosecita; es Freud quien agrega eso. Pero está la demanda de significación, dirigida al Otro, o sea que ya estamos en el terreno de “mi síntoma significa algo y esa respuesta la voy a buscar en el campo del Otro”, y si ahí encuentro a un cura voy a tener una respuesta; si encuentro a un médico voy a tener una respuesta, y si encuentro un analista voy a tener otra respuesta. Son tres respuestas posibles, por supuesto hay muchas más, son tres respuestas posibles, pero son tres respuestas posibles una vez que me dirijo al Otro en busca del sentido de mi síntoma. Cualquiera de esas respuestas se acopla bien a este esquema, lo único que importa es que si la da el psicoanalista, no sea la misma respuesta que da el cura, con eso ya se alcanza para tener una distinción y tampoco sea la misma respuesta que da el médico. Es una respuesta analítica, pero lo que Lacan agrega en este gráfico es que hay una primera demanda, que es la demanda de significación. ¿Qué significa esto? Pero esa respuesta que viene del Otro para dar sentido a esto, “a usted le pasa esto porque su mamá, porque su papá, porque lo que sea”, cualquier respuesta de las clásicas que se escuchan en la vulgata del psicoanálisis, está atravesada por otro vector. Lacan escribe este vector, que es el de la significación del síntoma y qué significa. Lo escribe así, lo reproduzco acá.

Es una doble determinación, no es solamente la determinación de lo que significa, a eso se le agrega otra pregunta mucho más inquietante, que es ¿por qué me lo dice? Okey, me lo dice, ¿pero por qué me lo dice? Eso no es una demanda de significación, no pregunto por el sentido, pregunto por algo que supongo en el Otro como un deseo desconocido, como una voluntad que me atañe, como una expectativa que no puedo cumplir porque no sé cuál es. Me lo dice. ¿Pero por qué me lo dice? Es ese ¿por qué me lo dice? lo que abre la vía del fantasma. Porque la respuesta que el sujeto se da, no a lo que significa, sino a por qué me lo dice, la única respuesta que tiene para darse es la respuesta de su propio fantasma. A no ser que el Otro le confiese “se lo digo por tal y tal cosa”, que no es el caso de la respuesta habitual, al menos del psicoanalista. “Me hizo volver otra vez esta semana”, significa ¿pero por qué me lo dice?, ¿por qué tardó cinco minutos en abrir la puerta?, ¿por qué tiene esa cara cuando me mira?, ¿por qué hace ruidos?, ¿por qué me dijo lo que me dijo?, ¿por qué si yo le hablé de una cosa, me habla de otra? Eso no es exactamente una demanda de significación; eso se agrega a la demanda de significación e introduce algo profundamente opaco del lado del Otro. El psicoanalista cultiva esa opacidad, por eso no es pedagogo, no explica, cultiva esa opacidad para que el sujeto responda con sus herramientas que no son las herramientas de lo que sabe, son las herramientas de su fantasma. Solamente conocemos el fantasma del analizante cuando forzamos a que responda la incógnita que mi deseo representa para él, con su propio fantasma. Eso Lacan lo llamó en su momento el deseo del analista, un deseo no explícito, un deseo no formulado, un deseo que es una incógnita que obliga al sujeto a responder con lo que tiene, y lo que tiene es su propio fantasma. La significación puede ser más compartida, el fantasma no. Y entonces, este período de la enseñanza de Lacan coloca el síntoma como una demanda de significación, pero además como con el agregado de que toda significación va a ser insuficiente porque ninguna significación responde a la incógnita del ¿por qué, por qué? Es la distancia que hay entre el qué, qué quiere decir y el por qué lo dice. El grafo de Subversión del sujeto tiene esa articulación alrededor del síntoma y es la conexión síntoma y fantasma que ustedes trabajaron indudablemente el año pasado.

Es para dar cuenta de este pasaje, que en términos freudianos podríamos llamar transferencia. ¿Hay transferencias en el psicoanálisis o no hay transferencias en el psicoanálisis? Esa pregunta banal quiere decir, el síntoma quiere decir algo para este sujeto o no. Es a eso a lo que llamamos transferencia; cree que el síntoma quiere decir algo o no. Y en este querer decir, lo que agregamos es la creencia; creer que el síntoma quiere decir algo o no. Es decir que en este umbral

colocamos no solamente el querer decir, sino que ubicamos también la creencia. No la creencia en el psicoanálisis sino la creencia en que el síntoma quiere decir algo. Creer que el síntoma quiere decir algo es lo que hace del síntoma un significante, es fácil. ¿Por qué Lacan dice que el síntoma es un significante? No quiere decir que el síntoma es una palabra, porque una palabra y un significante no tienen nada que ver, son dos cosas diferentes. ¿Qué quiere decir un significante? Un significante quiere decir que significa algo; un estornudo dentro del dispositivo analítico puede ser un significante, no tiene que ser una palabra. Una palabra no es un significante, solamente una palabra es un significante si yo supongo que esa palabra significa algo diferente a lo que aparentemente significa para el sentido común. Un sueño, la totalidad de un sueño es un significante, si yo al sueño le adjudico una significación. Un significante quiere decir eso, la suposición de significación. Un dibujo es un significante, un sueño es un significante, un lapsus es un significante, un síntoma es un significante, siempre y cuando uno crea que quiere decir algo distinto. Si le supongo una significación, es un significante, si no le supongo significación, no es un significante, es una distinción crucial porque eso va a explicar por qué el síntoma para Lacan acá no es un significante. ¿Por qué puede decir que el síntoma es un signo, por qué puede decir que el síntoma es una letra, por qué puede decir que el síntoma no significa nada, por qué puede decir lo que dice sobre el síntoma una vez que pasó por la trituradora del dispositivo analítico? Es porque, para que entre, el síntoma tiene que transformarse en significante. Y para que salga, el síntoma tiene que no serlo más, ese es el problema del final del análisis.

Pero ahora estamos en el problema de la entrada en análisis. Con esta idea de que, para que el síntoma sea analítico, es necesaria la suposición de significación y la creencia. Es sobre eso que Lacan construye ese sintagma que seguramente ustedes escucharon, el sujeto supuesto saber. Hay un saber supuesto que no se sabe dónde está, pero que hay, es la creencia de que hay un saber que explica la incógnita de mi síntoma. Y entonces puedo pensar que ese saber lo tiene el analista, puedo pensar que ese saber lo tiene la bruja, puedo pensar que ese saber lo tiene las constelaciones y los astros; el psicoanalista piensa que ese saber lo tiene el inconsciente del sujeto. Para indicar que el síntoma analítico es un síntoma que implica la creencia en el querer decir, Lacan escribe lo que se conoce como el algoritmo de la transferencia. Es una fórmula muy sencilla, pero que tiene esta peculiaridad que explica que ese significante en el dispositivo analítico, es un significante de la transferencia, si es un significante que se dirige a otro cualquiera, en esta demanda de significación y en esta sospecha de qué quiere decir. Durante algunos años, en el campo freudiano había un gran debate sobre cómo encontrar el significante de la transferencia, parecía el juego “encontraste el significante de la transferencia, no encontramos el significante de la transferencia”; pasamos muchos años enredados en eso. Un sueño es un significante de la transferencia, un síntoma es el significante de la transferencia; soñó conmigo, el analista, ¿eso es un significante de la transferencia?, ¿cómo medir eso? Es muy sencillo, es un significante de la transferencia si el síntoma, mi fobia, mi infertilidad, mi soltería, mi adicción, lo que quieran, es dirigido al Otro con la suposición, con la creencia, de que quiere decir algo. Así que cualquier cosa puede ser el significante de la transferencia; un sueño puede ser el significante de la transferencia, una palabra que no se me va de la cabeza puede ser el significante de la transferencia, una enfermedad puede ser el significante de la transferencia, a condición de que se de este pasaje del querer decir al campo del Otro, en búsqueda de que la significación provenga del Otro. Es la estructura mínima que ustedes conocen seguramente, S1- S2, la estructura elemental de la interpretación. Un significante no quiere decir nada si no es por su conexión con otro significante, y es el segundo significante que retroactivamente va a decir lo que quiere decir el primero. Quiere decir que a medida que yo cambio el segundo, cambia el primero; es sencillo. Cada vez que yo cambio este significante, el primero quiere decir otra cosa, eso es la estructura elemental de la interpretación. No se sabe qué es lo que uno dice, hasta que no se conecte con otro significante y si conecto con otro significante ya no quiere decir lo mismo.

El algoritmo de la transferencia está hecho sobre esta lógica, solamente que introduce que lo que se pone no es simplemente un significante sino que es un significante en relación a otro, no a otro significante simplemente, sino en relación a un Otro encarnado. Hay una diferencia, aunque las letras sean las mismas, el Sq, este significante cualquiera del algoritmo de la transferencia, es un significante que está encarnado, no es el significante de la lingüística. La interpretación puede ser resuelta en términos lingüísticos, la transferencia no, la transferencia necesita que el lugar del Otro significante esté encarnado. El problema se presenta de la siguiente manera: el síntoma se desnaturaliza en el análisis. El estatuto del síntoma en Σ1 y el estatuto del síntoma en Σ2, es semejante, es –Lacan lo define de la mejor manera en el Seminario 10, tempranamente en los años ’60- con esta fórmula: el síntoma no requiere de ustedes, -ustedes son los psicoanalistas-, el síntoma no requiere de ustedes, se satisface en su propia repetición. Okey, eso coloca al analista en una situación especialmente difícil, porque dijimos que sólo el síntoma es tratable si aparece una suposición de significación, una creencia de significación que se dirige al campo del Otro en busca de una respuesta. Es decir que el síntoma analítico es un síntoma que requiere del otro, es un síntoma que no es sin un Otro del cual puede venir la respuesta, el reconocimiento, la interpretación, lo que Lacan fue formulando en los distintos momentos de su enseñanza. Pero formular “el síntoma no requiere de ustedes”, abre las puertas a que hay un estatuto del síntoma que es puro goce, que se satisface en la repetición y que no pasa por el Otro. Es decir, que el síntoma tal como lo trabajamos acá, es un síntoma –voy a usar una palabra-, es un síntoma artificial, es un síntoma desnaturalizado, es un síntoma al cual se le inyecta la suposición de que quiere decir algo. Y el análisis en todo este trayecto, que puede ser un trayecto de muchos años, agota toda la significaciones posibles que un sujeto construye para darse una respuesta a esta pregunta inicial, ¿qué significa el síntoma? Cuando en realidad, el síntoma pre analítico no significa nada, el síntoma pasa a significar porque existe el psicoanálisis. Es sólo a condición de que exista el psicoanálisis, que el síntoma tiene adosada la suposición de significación y la posibilidad de desciframiento. Un síntoma se descifra a condición de que la suposición de significación se instale. Pero el agotamiento de todas esas respuestas que el sujeto se da a lo largo de su análisis, al qué quiere decir esto que me pasa, transforma el síntoma, transforma la relación del sujeto con el síntoma, pero no lo levanta. La idea del levantamiento de la barrera es la idea freudiana de que la interpretación levanta el síntoma porque levanta la barrera y entonces no hace falta más una solución de compromiso, porque se puede realizar el deseo sin necesidad de disfrazarlo, de darle una figuración. A esa hipótesis, el análisis prolongado la desmiente; no hay un levantamiento del síntoma a la manera como Freud esperaba. Hay un agotamiento del desciframiento del síntoma, hay un recorrido por todas las significaciones posibles de ese síntoma y todas las atribuciones al Otro que corresponden al fantasma que da el argumento del síntoma. Un síntoma tiene un argumento; cuando ustedes abren la puerta del eso qué quiere decir, abren la puerta a un argumento: “porque mi mamá, porque mi papá, porque cuando era chica, porque me pasó tal cosa, porque me pasó tal otra”, bueno, en fin. Cada uno tiene sus argumentos, esos argumentos son los argumentos que al síntoma le son provistos por el fantasma. El fantasma da el argumento del síntoma y una vez agotado el desciframiento de lo qué quiere decir, porque se atravesó esa atribución, porque el argumento ya no explica más nada, lo que queda es un síntoma desprovisto de sentido. Por eso, en el punto final, encontramos un síntoma desprovisto de sentido como lo encontrábamos antes del dispositivo.

El dispositivo es un dispositivo experimental que trata el síntoma a partir de su conexión con el fantasma y su atribución de significación. El final del análisis muestra lo irreductible del síntoma, no se obtiene lo irreductible del síntoma si no se pasa por toda esta máquina que desmenuza la significación y atraviesa el fantasma. No es lo mismo el síntoma en Σ1 que el síntoma en Σ2. El síntoma Σ2 es un síntoma pos analítico, el síntoma Σ1 es un síntoma pre analítico, y el síntoma que ustedes van a trabajar, es el síntoma sometido al dispositivo analítico; es decir, el síntoma interpretable. Por eso el título es “El síntoma analítico, su interpretación y sus usos”.

El título dice, como siempre, más de lo que parece decir, porque ¿por qué aparece en el título “su interpretación y sus usos”?, ¿a qué vienen los usos? Si el título elegido hubiera sido “El síntoma analítico, su interpretación”, estaríamos de lleno en la investigación de este tramo,

que es un tramo que puede demorar 20 años, treinta años, cuarenta años, un análisis, dos análisis, tres análisis, en fin. Pero, ¿a qué viene en este título “sus usos”? El uso del síntoma abre una puerta completamente diferente, no es la puerta de qué significa, es la puerta de para qué sirve. ¿Para qué le sirve a Juanito la fobia al caballo? ¿Para qué le sirve a Joyce la escritura? ¿Para qué le sirve a Schreber consentir a ser La mujer de Dios? Para qué sirve eso, no es qué quiere decir. Se ve la perspectiva completamente diferente, una no elimina a la otra, pero para el psicoanalista no alcanza con preguntarse qué quiere decir, hay que preguntarse para qué sirve. Y una vez que uno sabe, tiene una idea de para qué sirve, puede hacerse una idea de en qué dirección conviene orientar una cura. A veces no hay que tocar el síntoma, si ese síntoma sirve para que un sujeto alcance un equilibrio inestable en sus relaciones con el Otro, en sus relaciones con su cuerpo, en sus relaciones con sus pensamientos. A veces el síntoma no hay que tocarlo, a veces sí hay que empujar, perturbar la defensa e ir más allá, a veces no, hay que ser extremadamente prudente. Pero esa reflexión de hasta dónde, no es una respuesta que pueda obtenerse de la dimensión de la significación del síntoma. Esa respuesta solamente puede obtenerse si uno toma el síntoma desde su perspectiva de uso. ¿Para qué un sujeto usa la droga?, ¿hay que sacarla o no? Son conocidos los casos en donde la droga tiene una función de estabilización en una estructura frágil, en una estructura psicótica eventualmente, y sacar eso produce el desencadenamiento.

Conté varias veces el ejemplo de una de las primeras presentaciones de enfermos que presencié, de una mujer que vimos en el hospital, brotada, delirante y con la que pudimos reconstruir la secuencia. Esa mujer había tenido un brote previo al que nosotros estábamos presenciando. Iba en un subte, -seguramente lo habrán leído porque lo comenté muchas veces, sí, Susana-, iba en un subte, época de la dictadura, y tiene la idea de que en las estaciones del subte se tortura gente. Baja y –lo cual muestra que era delirante-, baja y va a la comisaría a hacer la denuncia; cosa que un poco de sentido común hubiera orientado que mejor no ir a la comisaría a hacer la denuncia de que en la estación de trenes estaban torturando gente. Por supuesto era una cosa alucinatoria, no era ahí donde estaban pasando las cosas, va a la comisaría, le toca alguien más o menos sensato que llama al SAME y termina internada en el Hospital Álvarez. Allí tiene un tiempo de internación, la medican, se restablece más o menos bien, no puede ir más a trabajar, nunca más puede ir, viajar en el subte, hace una vida sencilla entre el hospital y la casa, pero no está productiva, está estabilizada. Es un caso de estabilización. La psicóloga que la atiende quiere el bien de ella, quiere un pasito más, que salga un poco más, que tenga un poco de lazo social, que se conecte con amigas, que retome lazos que fue dejando y entonces la insta: “¿por qué no va al cine, por qué no va a tal lado?, ¿por qué siempre viene con ese libro abajo del brazo?, ¿para qué, por qué no lee otras cosas?, siempre el mismo libro, lea otras cosas, ¿por qué no se compra una revista?, vaya al kiosco”, en fin. Un pasito más, un pasito más y finalmente la psicóloga le dice “¿sabe qué?, -bien, de la mejor manera, sin ninguna maldad-, ¿sabe qué, por qué no me deja el libro?, déjeme el libro acá, la próxima lo viene a buscar, déjeme el libro y vaya”. Brote, brote inmediato, sale y empieza a gritar por la calle, en fin, vuelve un tiempo después. Efectivamente, lo interesante de toda la presentación era haber descubierto tardíamente la función del libro, que ese libro sostenía toda la estructura. Era un caso que se sostenía en el libro; da la casualidad que el libro es un libro de Pío Baroja, alguien que ya nadie lee, en fin, un escritor español, y que el libro se llama Susana, el nombre propio de la paciente. Así que en ese momento decíamos, a falta de nombre del padre, la paciente inscribe su nombre en este libro, un libro donde deja sentado el nombre y este gran padre que es Pío Baroja, un escritor famoso, reconocido y demás. Y quitarle ese sostén, es como quitarle el objeto al autista, que viene con su trencita de hilito, de lanitas, en el bolsillo y quitárselo para que juegue a otra cosa; no funciona así. No funciona así, cuando uno no se desprende de una madejita de hilos que trasporta a todos lados, es porque esa madejita de hilo es un síntoma. Antes de decir “tomá un autito y jugá con el autito”, hay que tomar dimensión de para qué sirve la madejita; no es lo mismo la madejita que el autito. ¿Por qué no es lo mismo? No es lo mismo, nadie sabe por qué no es lo mismo, pero para el equilibrio hace falta la madejita y un autito no sirve para nada. Es lo mismo que uno se pregunta por su relación de pareja, no hace falta ir a casos como al de Susana, como la del niño autista. Antes de sacarse de encima el partenaire, vale la pena preguntarse para qué sirve, porque normalmente, cuando a uno no le gusta algo, lo deja. Si a mí me dan de comer hígado lo dejo porque no me gusta, no me hago mucho problema ni voy al psicoanalista para eso, simplemente no lo como. Cuando algo me molesta, me molesta, me molesta, hace veinte años que me molesta, me molesta, me molesta, y no lo dejo, la primera pregunta no es simplemente qué significa, es ¿para qué sirve?, ¿cuál es la función que tiene? Y hay que reconocer que esta perspectiva del uso del síntoma es una perspectiva que tiene un enorme respeto por las soluciones singulares que un niño o un adulto encuentran para arreglárselas con lo que no anda, mucho mejor que otras soluciones, y que esa solución, es una solución que solamente hay que perturbar si uno está seguro de que el sujeto es capaz de encontrar una solución mejor. Pero mientras tanto, no hay que alentar grandes epopeyas. En ese sentido, el análisis es más bien respetuoso de la solución espontánea que un sujeto encuentra para arreglárselas con lo que no anda.

Haber usado la palabra “uso”, tiene además otra vuelta. Y es que una vez que el síntoma ha pasado por la trituradora del dispositivo, una vez que ha sido descifrado, una vez que el fantasma ha revelado que es una ficción que da un argumento que no explica nada. Una vez que pasó todo eso, y sin embargo hay algo del síntoma que no cede, un núcleo que Freud llamó los restos sintomáticos, cuando tuvo que reconocer que después de todo el trabajo analítico, había restos sintomáticos. Es ahí que la dimensión del uso se coloca acá, (Σ2) en el destino del síntoma al final del análisis, donde se trata de qué hacer con eso que no cambia. Lacan lo formuló con una fórmula que ustedes indudablemente oyeron, “saber hacer”, el saber hacer con eso es arreglárselas con eso. Cómo uno se da maña. En esta época de Lacan, al final, Lacan usa muchos términos que tienen que ver con la manipulación, no con el desciframiento, con la manipulación, el darse maña con algo. Eso que uno sabe hacer y que no se transmite, es lo que pasa en la cocina, está lo que se transmite con una receta, “pongan tanta harina, tanto huevo, tanta azúcar”, y después la cocinera dice “bueno, vos te das cuenta ¿no?” Eso no está en la receta, por eso yo hago la receta tal como la hace Narda y me sale, pero muy mal. ¿Qué es eso? Eso no está en el desciframiento, la receta se lee, se puede traducir a varios idiomas, la puedo transmitir, la puedo pasar, pasa de generación en generación, pero esto, cuando las tejedoras tejen, y para explicar cómo tiene que quedar la consistencia del tejido dicen “te das cuenta”. Yo no me doy cuenta de nada, tengo que reconocerlo, no me doy cuenta de nada. ¿Cómo es eso, qué es esa marca, que es esa marca totalmente singular? Ese saber hacer con eso que queda , con ese restito que queda, es lo que Lacan piensa para el destino del síntoma acá, que no es lo mismo que el libro Susana, o el puñadito de lana, eso está acá (Σ1).

¿Vamos a someter ese síntoma a la trituradora del significante o no?, es una decisión del comienzo, de qué hacer con eso. ¿Es una solución o no? Pero una vez que hemos dado entrada y que hemos pasado por esta caja negra que son los veinte años de análisis, queda ese resto y con ese resto Lacan dice “saber hacer”, como se dice de una receta, como se dice del alfarero, como se dice de la tejedora, como se dice del que sabe darse maña con algo que es del orden de lo material pero que no tiene sentido, que no es un sentido, que es de otro orden, que Lacan asimilaba siempre a la manipulación. Tengo que decirles que uno de los destinos de ese resto que queda luego de atravesar un análisis, todo lo lejos que se puede, ese saber hacer con eso del síntoma que es ya inanalizable, ese puede ser el material del que está hecho el psicoanalista. Ser psicoanalista puede ser uno, una de las maneras de saber hacer, de darse maña, con lo inanalizable de cada uno. Eso, gracias. (Aplausos)

Paula Vallejo: -Bueno, como verán invitamos a la persona correcta. Has dado una clase magnífica Graciela, te agradezco por eso y nos has dejado un material, un instrumento de trabajo escrito en la pizarra que seguramente vamos a usar durante todo el año, con el que iluminaste de manera muy clara lo que podemos pensar en las entradas y salidas del análisis, en el recorrido de un análisis. Yo creo que hay una enorme cantidad de cosas por hablar, por preguntar, pero tenemos un ratito para escuchar alguna pregunta de ustedes. Yo empezaría con una que, -en realidad tengo unas cuantas-, pero en la lógica en la que vos planteaste la clase, hablaste de la creencia al inicio y me gustaría que comentaras ese desplazamiento de la creencia, que pasa de ser una creencia en el Otro y en el síntoma como un querer decir, a otra creencia, porque el punto está ahí. ¿En un análisis se deja de creer? Hay otra creencia que es la creencia en el saber hacer del síntoma, que es la creencia que tiene el psicótico de entrada, que es nuestro modelo de alguna forma. Pero a un sujeto neurótico, le cuesta enormemente soportar su propio síntoma y referenciarse de su síntoma; entonces pensaba si podemos leer todo este recorrido que vos hiciste, sin perder de vista el tema de la creencia y cómo eso se transforma. Creo que ése es un trabajo que vamos a tener.

Graciela Brodsky: -Sí, es fundamental eso. Después de un análisis, ¿uno es un incrédulo? Es una deriva posible del análisis, es la deriva cínica, no creer en el Otro, no creer que el Otro puede aportarme nada respecto de mi síntoma, no creer que el Otro sabe nada, no creer en el Otro significante, no solamente en el Otro cuando se encarna, sino no creer en el S2, en el significante que podría dar sentido al S1; tomar el S1 como S1 solo. Es decir que el análisis, en tanto mina la creencia en el Otro, tiene siempre abiertas las puertas a lo que Lacan llamó “el saldo cínico del análisis” Y junto con esto, tenemos fórmulas de Lacan, años ’80, es decir un año antes de morirse, el final, final, final de su enseñanza, cuando funda la Escuela de la Causa Freudiana, luego de la disolución de la Escuela Freudiana de Paris y dice que recluta a los que creen en el inconsciente, es necesario creer en el inconsciente para reclutarse. ¿Qué es ese creer en el inconsciente que no tiene el mismo valor acá que acá, de qué habla Lacan? ¿Cómo ir contra el saldo cínico del análisis? Por supuesto, tenemos dos respuestas de Lacan; la primera respuesta es la Escuela, la Escuela vuelve a poner al analizante no en posición de analizado sino en la posición de analizante. Es decir que la Escuela en tanto llama al analista a ponerse en una posición de enseñante, lo fuerza a una posición analizante, a una posición de hablar más de lo que sabe, de decir más de lo que piensa, de encontrarse en las fallas del saber. El analista puesto en posición enseñante, para Lacan es un analista que se reinscribe respecto del saber en una posición analizante. Es decir que para Lacan la estructura de la Escuela, completamente por fuera de la estructura de la institución, la estructura de la Escuela es la manera de reenlazar al analizado, que está a expensas del saldo cínico del análisis, al Otro de la Escuela. Es decir, Lacan le inventa con la Escuela un Otro al analizado, y respecto de ese Otro, lo pone en posición analizante, el que habla sin saber lo que dice como yo acá hablando. Porque cuando me voy, tengo cincuenta kilómetros donde digo “¿por qué no dije esto y por qué dije esto y esto no estaba bien” e inmediatamente ustedes se convierten en el Otro, del cual recibo mi mensaje en forma invertida. Es decir que vuelvo a estar en la posición artificial de depender, lo que digo depende otra vez de la acogida que le da el Otro; el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida, acá se da. No solamente en la estructura del análisis, la asociación libre, la interpretación, acá se vuelve a dar. Y uno se siente dividido y uno tiene miedo de entrar, y uno no sabe cómo le va a ir, y uno preferiría no ir, y uno dice “¿por qué dije que voy a ir?” y todo eso tortura a uno porque efectivamente, otra vez está confrontado a lo que no sabe y confrontado al poder discrecional del oyente. Es decir que Lacan reinventa al Otro para el analizado, no lo deja en el confort del psicoanalista independiente. Y si eso fuera poco, inventa el Pase, que es un dispositivo que no existe por fuera de la Escuela, que es el dispositivo donde el que piensa que no cree en el Otro, tiene que ir a contarle al Otro y esperar del Otro una respuesta que puede ser positiva, negativa, que si es positiva es una alegría infinita y uno se cree que está en el séptimo cielo, si es negativa es un desastre, no valgo para nada, tengo que seguir. ¿Todo eso qué es? Lacan reinstala la dimensión del Otro como el contrapeso al saldo cínico del análisis, porque el análisis efectivamente tritura la creencia y los dispositivos de Lacan por eso no son…, puede haber Escuela, puede no haber Escuela, puede haber Pase o no puede haber Pase, no es un agregado institucional. Es un agregado que forma parte del concepto del inconsciente mismo, de cómo el inconsciente se anuda al Otro, no es simplemente una función social a que uno haga amigos y enemigos todo el tiempo, ¿no? Eso es aparte, eso es el malestar en la cultura, porque tiene la dimensión grupal pero no es ese el espíritu de la cosa. Por eso Lacan dice que cuando no funciona hay que disolverla e inmediatamente crea otra. En fin, el cartel, el pase, son todos dispositivos que fuerzan al lazo, que obligan al analista a salir del cinismo al que lo deja abierto el final del análisis y el permiso al goce que puede, -que debe producirse necesariamente- al final del análisis. No es lo mismo creer en el Otro que creer en el síntoma, son dos cosas distintas y dan cuenta de dos lugares distintos de la creencia. Creer en el Otro permite el análisis, creer en el síntoma es lo que permite el saber hacer con el síntoma, es una manera de identificarse el síntoma como dijo en su momento Lacan, pero es súper interesante el problema de la creencia, súper. Hay un texto precioso que recoge una intervención de Miller en un congreso que se hizo en Buenos Aires –ya no me acuerdo cuándo-, está en el tomo 3 de las Conferencias porteñas, que se llama el Post analítico, donde formula efectivamente que está el final de análisis, que el pase forma parte del post analítico, de lo que pasa después del análisis pero que el pase no es la única respuesta. El pase es una de las opciones, pero que el post analítico va más allá del pase, porque el pase se pregunta por lo que fue el análisis que produjo este sujeto. El Post analítico se pregunta: este sujeto, ¿qué hace?, es prospectivo, no es de reconstrucción hacia atrás, y hace todo una tipología preciosa anudada en el tema de la creencia. El tipo que no cree en nada, que solamente cree en su propio goce y no tiene que consentir a nada ni dar explicaciones de nada, el tipo que no cree que hay saber más allá del saber que le dio su análisis, en fin. Hace toda una caracteropatía del post analítico, en qué posición un análisis puede dejar a un sujeto, articulado siempre el tema de la creencia. Así que es precioso.

Agustín Barandiarán: -Bueno, muchas gracias por la exposición. Bueno, yo de entrada la escuché y la seguí desde de una idea. Cuando usted presenta que el analista no quiere salvar vidas, no quiere el bien del otro, no quiere curar, se me representa la cuestión ética. Y en la última parte de su conversación, nombra el respeto, cuando ya lo pone en relación a los usos, el respeto, la prudencia, que no digo que se opongan, pero sí me gustaría si puede decir algo, si uno piensa en la ética del psicoanálisis que formula Lacan, más bien lo que formula Lacan en el Seminario 7, como de lo único que se puede, la única medida que tenemos es no retroceder ante el deseo. Y acá me parece que en la última perspectiva, es más bien la prudencia. No sé cómo pensar la ética en estas dos cuestiones.

Graciela Brodsky: -Es una pregunta muy pertinente, es una pregunta muy pertinente porque anima a medir la distancia de cómo Lacan considera el análisis a la altura del Seminario 7, la dimensión trágica de la experiencia analítica como la llama, y es efectivamente el destino del héroe trágico, no retroceder, ir más allá de la barrera del bien, de lo bello y del pudor, al mismo tiempo que dice no prometemos la felicidad, no tenemos ningún recurso para prometerle la felicidad a nadie, pero para la posición analítica es no retroceder. Y esta idea de Lacan de no retroceder viene de lejos, porque está el no retroceder ante la psicosis, señalando que Freud había retrocedido ante la psicosis diciendo que no era analizable. Es decir que esta idea de Lacan de ir hasta el final, hasta el extremo, hasta reconocerse en la calavera que se dibuja en el cuadro de Holbein cuando uno sale -y que Miller elige para la tapa del Seminario 11-, y decir “soy eso”. La perspectiva del resto de Empédocles que se tira al volcán y solamente deja las sandalias, la segunda muerte de Sade que no quiere que ni siquiera haya una inscripción en su sepultura. Esta idea del seminario 7, es la idea de llevar el deseo más allá de todo límite; las tres famosas barreras. No es la perspectiva que sigue Lacan hacia el final de su enseñanza. Joyce le enseña otra cosa; Joyce le enseña que mejor escribir que enloquecer. Pienso que para hacer una investigación sobre eso, convendría tomar el eje del psicoanálisis pensado alrededor del objeto a, o el psicoanálisis pensado alrededor del síntoma. El psicoanálisis pensado alrededor del objeto a, conduce a esta posición de ser el desecho de la operación, a como resto de los cuatro discursos, en especial del discurso del amo. Es decir, el psicoanálisis produce un desecho y hay que consentir a eso, a que somos el desecho del deseo del Otro. Eso va bien con la estructura atravesamiento del fantasma y resto a. La perspectiva del síntoma es distinta, la perspectiva del síntoma es una perspectiva no trágica del análisis, sino una perspectiva pragmática del análisis; hay un cambio de paradigma en Lacan desde la dimensión trágica de la experiencia analítica a una dimensión pragmática de la experiencia analítica que está orientada por un saber hacer. Efectivamente, pescás bien que una cosa no va bien con la otra, que uno no puede decir al mismo tiempo una cosa y la otra. Hay un cambio de paradigma en el medio que creo que tiene que ver con el cambio del abandono del objeto a como semblante en el Seminario 20 y la promoción del goce y el síntoma a partir de ahí. Es una respuesta, no sé si es la buena, es una para explorar, pero gracias por la pregunta.

Alberto Justo: -Graciela, muchas gracias. En el tiempo uno del síntoma, vos tomaste una serie de ejemplos, entre ellos, la drogadicción, que un poco siempre se inscribe en el paradigma médico, psiquiátrico, ligado al padecimiento. Pero podríamos decir que en la actualidad, eso está inscripto en otro discurso, que es el discurso jurídico, digamos, en la perspectiva de derechos. Y cómo eso, de alguna manera, hace que algunas consultas lleguen a través de esa vía incluso a los hospitales, un intento de inscribir esa legalidad que ya tiene una inscripción en el discurso, por ejemplo, la auto percepción con respecto al sexo; las maternidades subrogadas, y las distintas ficciones jurídicas que inscriben ese exceso. ¿Qué incidencia tiene esa inscripción de esa primera formalización, de esa primera envoltura formal del síntoma inscripta en el discurso jurídico, para hacerla entrar en el dispositivo?

Graciela Brodsky: -Es sumamente complejo el punto ese. En la época victoriana, todo eso era prohibido, deseado, pero prohibido. Si había que vestirse de mujer había que ir a hurgar el cajón de la madre, de la hermana, ponerse una bombachita esperando que alguien abra la puerta y sí, era una práctica transgresora. El discurso y en fin, la decadencia de las normas, la decadencia del nombre del padre como nos gusta llamarlo, ha hecho que todas esas prácticas que eran prácticas prohibidas, culpógenas, sancionadas por el Oy por el sujeto mismo, hayan entrado en las costumbres. Y una vez que una práctica entra en las costumbres, se plantean problemas especialmente interesantes si uno se pone del lado del legislador. ¿Prohibimos o aceptamos?, se sabe que la prohibición –porque eso lo enseñamos nosotros, los psicoanalistas al legislador, y el legislador tomó cuenta-, se sabe que la prohibición va de la mano del deseo, que nada se desea más que lo prohibido. Así que una reflexión indica que si mantenerlo prohibido acrecienta el deseo, mejor permitirlo. En la medida en que se convierte en algo convencional, normativizado, pierde sustancia gozante y tenemos pruebas de eso. La prueba más cotidiana que tenemos de eso es la legalización de la homosexualidad; no solamente la legalización por el matrimonio homosexual, sino que en la medida en que eso deja de ser una práctica de los rincones, de los baños, deja de ser una práctica inserta en el registro de la perversión para convertirse en una práctica inserta en el registro del amor, en el registro del deseo, en el registro de los ideales, es un cambio. Lo que uno encuentra es que de ser una práctica tenebrosa, prohibida, pasa a ser una práctica aceptada, socialmente aceptada por el sujeto, no siempre pero en todo caso por las normas jurídicas. Y cuando los sujetos vienen a vernos, vienen a vernos por los mismos problemas que vienen a vernos los heterosexuales, por la infidelidad, por el aburrimiento, por el cansancio, por la falta de deseo sexual, no por la homosexualidad como práctica prohibida, sino porque haberla legalizado, la neurotiza, la hace entrar en los problemas del amor, los problemas del deseo, los problemas del aburrimiento, los problemas de los celos, en fin. Al psicoanalista, el hecho de que el partenaire sea del mismo sexo o no, no le hace demasiada diferencia, porque los problemas que se plantean son los problemas de la neurosis o de la perversión o de la psicosis, independientemente del sexo biológico del partenaire. Entonces, uno ve que al no prohibirse, pasa al discurso común y ése es el tipo de problemas que está en la legalización de las drogas. Si se legaliza, ¿va a haber más consumo o menos consumo? De hecho va a abaratarse, el hecho de que se abarate, ¿va a ser que sea más fácil, va a venir a las cuatro de la mañana a golpear la puerta del dealer para que largue algo? Hay toda una escena de transgresión que se diluye al estar incorporada en las prácticas legales. Bien, eso no toca el punto de si son síntomas analíticos o no. El síntoma analítico va a estar dado no por la práctica en sí, sino por lo que esa práctica signifique para ese sujeto, que no lo diferencia demasiado. El problema que se plantea y que es un problema que a mí me interesa especialmente, es si la legalización de las prácticas diversas disminuye el empuje a la transgresión. O si, -como lo dije alguna vez-, ayer lo estaba mirando buscando cosas para decirles hoy encontré algo que había escrito alguna vez, si en la medida en que las transgresiones pasan a estar dentro de la norma jurídica, para transgredir hay que ser cada vez más brutal. La transgresión que antes podía ser que la maestra se diera vuelta y le ban una tiza, ahora hay que quemarle el pelo, porque tirarle una tiza forma parte de un juego que no le hace mella a nadie. Es como si uno presenciara que para poder mantener el deseo en el registro del Seminario 7, para poder mantener la dialéctica entre deseo y transgresión, las transgresiones, dado que todo es permitido, requieren ser cada vez más feroces. Y entonces pensar si al lado del engrosamiento del marco jurídico, un marco jurídico que cada vez acoge prácticas más variadas, no se da un recrudecimiento del nivel de intensidad de las prácticas, lo cual haría pensar que finalmente el empuje a la transgresión no se regula con la ley, que se puede aceptar todo, la ley es cada vez más permisiva y entonces la transgresión busca reductos cada vez más sorprendentes, prácticas que en fin, para ser un perverso ahora hay que trabajar. Verdaderamente hay que trabajar porque todo es tan lógico y todo es tan normal y todo está tan bien visto, que uno no puede darse el gusto de ser perverso, hay que ir al extremo para poder ser perverso. Es decir que no es tan bien, es lo primero que se me ocurre sobre eso, el problema de la asignación del sexo es abrir la caja de pandora, no la voy a abrir hoy, justo ahora que vamos a ir a almorzar, no voy a meterme en eso pero eso requiere verdaderamente una reflexión a todo nivel, a todo nivel porque lo que parece una solución no lo es; que los padres tengan autorización legal de intervenir sobre lo real del cuerpo de los niños, en sujetos que no son sujetos de derecho todavía, porque tienen dos, tres años y los padres asignan un sexo porque el niño dice “quiero tal cosa, o quiero tal cosa”, es de un nivel de violencia sobre el otro, sobre el niño, nunca vista, nunca vista. El caso paradigmático de eso es el caso Lulú –y termino con esta historia-. En las investigaciones que está haciendo el Observatorio de Género de la FAPOL, se toma el caso Lulu, de ese niño que decía “quiero ser una nena, quiero ser una princesa, quiero ser una princesa, quiero ser una princesa”, y show mediático de por medio tenemos a una princesa. Pero ahora parece que quiere ser sirena y no sabemos cómo hacer que sea una sirena, no sabemos si hay alguna reglamentación, alguna ley que permita colocar escamas y poner una cola porque ahora no basta ser princesa, ahora quiere ser sirenita. Y en ese querer ser sirenita, se revela lo que había detrás del querer ser princesa, que el querer ser princesa no se resume, no se reduce a un cambio de sexo, por mucho que la ley lo apruebe y por mucho que ahora haya cambiado de nombre, sino que hay otra cosa que empuja ahí. Y que eso que empuja no se calma con la reasignación del sexo, entonces ahí estamos en un problema nuevo, completamente nuevo, que nos exige la máxima prudencia, el máximo tacto y que va a poner al psicoanálisis entre la espada y la pared en los próximos años, para lo cual hay que estar verdaderamente preparado. El Seminario 20 hay que estudiarlo de nuevo, los seminarios posteriores hay que estudiarlos de nuevo, hay que entender bien con qué recursos vamos a seguir hablando cuando en fin, el Otro social nos pone ante prácticas inimaginables algunos años atrás, no tantos, en los años de nuestra formación. Cómo no ser prejuiciosos, cómo no ser reaccionarios y cómo no dejarse tomar por un discurso que va contra los derechos del hombre, del niño sobre todo, porque el adulto puede hacer, es otra cosa. En fin, tocan un tema sumamente espinoso pero tenemos que estar preparados para eso, no podemos dar respuestas banales, no estamos en condiciones de dar respuestas banales. Mejor callarse la boca, estudiar, antes de apresurar un juicio en algo especialmente difícil.

Mariella Lorenzi: -Quería primero agradecerte Graciela por tus palabras, y en continuidad con esto que se está planteando, vos utilizaste la misma frase para hablar de dos cuestiones muy distintas. Planteaste que en la época hay un permiso al goce, que produce estas prácticas que describías muy bien, y por otro lado hablaste de un permiso al goce al final de un análisis que es lo que consigue bueno, el neurótico. Bueno, te quería preguntar por la diferencia justamente que, digamos, ¿de qué se trata ese permiso al goce que produce un análisis a diferencia del permiso al goce que produce la época?

Graciela Brodsky: -Bien. Sería un pequeño agregado que no dije porque pensé que me iba a mandar lejos, que es que no solamente tendríamos que hacer la diferencia entre el síntoma analítico y el síntoma no analítico, ya sea el que ponemos adelante o el que ponemos al final, sino que además tenemos que hacer la diferencia entre el síntoma clínico y el síntoma no clínico. Yo trabajé eso en un artículo que está en Internet, lo pueden buscar que se llama “La clínica y lo real”, breve artículo preparando para el congreso no sé cuál, uno de estos. Porque efectivamente hay, Lacan define en la apertura de la Sección clínica, la clínica como lo imposible de soportar. Y eso que ya es en los períodos finales de su enseñanza, permite efectivamente la pregunta de ¿cuándo un síntoma es imposible de soportar?, la dimensión de lo imposible de soportar del síntoma. El permiso al goce de la época, no se inscribe como lo imposible de soportar, son prácticas muy bien soportadas por el sujeto y que pueden entrar en contradicción con los ideales, con la familia, pero nunca lo suficientemente fuerte como para que la práctica no funcione. Es solamente cuando la práctica esa se convierte en imposible de soportar, que el síntoma pasa a ser un síntoma clínico; antes no era un síntoma clínico. Pasa a ser síntoma clínico cuando es imposible de soportar y entonces el permiso al goce del final del análisis, tiene que ver con la modificación de lo que es imposible de soportar. Es decir, que el sujeto consienta a que eso de lo que se queja es eso de lo que no puede desprenderse, que eso de lo que se queja, es lo que lo hace sufrir, es eso que no quiere perder y que es eso lo que sirve para su arreglo sintomático, singular. Eso es, el síntoma deja de ser imposible de soportar al final. El síntoma tiene que ser imposible de soportar para que se produzca este escalón (el pasaje del Σ1 al síntoma analítico), que como ven es una manera distinta de pensar el escalón. No es la manera de pensarlo del lado el síntoma quiere decir, es el síntoma en tanto se vuelve insoportable; el arreglo que funcionaba deja de funcionar, lo cual implica que hay un arreglo que funcionaba, hay un arreglo previo. Es la vieja pregunta si en la diferencia entre síntoma y sinthome, si el sinthome es lo que aparece al final del análisis o el sinthome como arreglo está desde el comienzo. Se dan cuenta que entramos en este terreno, que no sé si es un terreno que van a trabajar, -van a intentarlo-, pero no es el corazón del análisis, hay que entrar en la teoría de los nudos para pensar en esto. El uso del síntoma va en esta dirección pero nos aproximamos a eso -puedo usar una palabra de la tradición-, con la diferencia entre el síntoma ego sintónico y el síntoma ego distónico. En una época decíamos el desencadenamiento de las neurosis; estaba bien pensado eso, solamente que lo pensábamos como vacilación del fantasma. El fantasma vacila y entonces se produce el desencadenamiento de la neurosis, porque el fantasma mantenía a la significación abrochada. Pero quizás tengamos que pensar mejor el desencadenamiento de la neurosis, y pensar que si la neurosis se desencadena, es porque en un momento determinado el síntoma pasa a ser un síntoma clínico. Es decir, que el síntoma se convierte en lo imposible de soportar, el síntoma deja de anudar los tres registros de la buena manera y entonces lo real se torna insoportable, o lo imaginario se torna insoportable, en fin, lo que sea para cada uno. Pero que hay algo de la dimensión clínica que muestra que el arreglo se desacomodó, el arreglo sintomático se desacomodó, lo cual implica suponer –es mi hipótesis al menos-, que el arreglo sinthomático precede al análisis, que no hay que esperar el final del análisis para encontrar el arreglo sinthomático, que el final del análisis produce un nuevo arreglo, un arreglo menos costoso, un arreglo mejor, pero que de ninguna manera hay que esperar porque si no tendríamos a todos, en fin, desanudados completos, hasta que el análisis anude por el sinthome. No, pienso que lo diría así: acá hay sinthome, acá hay síntoma y acá hay sinthome. Gracias. (Aplausos)

(Conferencia no revisada por la autora)

Agenda

MARZO

Sábado 09

– 10.00hs: Conferencia de Apertura. Invitado: Mauricio Tarrab

Miércoles 13

– 15.30hs: Seminario de Casos II
– 17.00hs: Seminario de Lectura de Lacan
– 18.30hs: Seminario de Lectura de Miller

Sábado 16

– 10.00hs: Seminario de Casos III
– 11.30hs: Taller de Escritura

Miércoles 20

– 15.30hs: Seminario de Casos I
– 17.00hs: Seminario Clínico
– 18.30hs: Seminario Introductorio

Sábado 23

– 10.00hs: Seminario de Casos IV
– 11.30hs: Seminario Avanzado

Miércoles 27

– 15.30hs: Seminario de Casos II
– 17.00hs: Seminario de Lectura de Lacan
– 18.30hs: Seminario de Lectura de Miller

Sábado 30

Es 5° sábado, no hay clases.