Seminario del Campo Freudiano - Sección La Plata de la EOL

Conferencia de Apertura del SCF 2021

Algo nuevo en el amor. El enigma de la transferencia

Juan Carlos Indart

José Lachevsky: –Buenos días, en nombre del Directorio de la Sección de la EOL La Plata, quiero darles la bienvenida a todos los participantes de este nuevo ciclo del Seminario del Campo Freudiano. Agradezco especialmente a Jorge Santopolo, a Mariella Lorenzi y a todo este equipo de trabajo por la tarea que realizaron en la puesta a punto de este proyecto. Y muchísimas gracias Juanqui por estar por primera vez en una Conferencia de Apertura del SCF. Así que será un gusto escucharte.

Jorge Santopolo: –Hoy tenemos la alegría de contar, para abrir este Seminario, con Juan Carlos Indart, que es analista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (AME) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Juanqui es un Maestro, no sólo de los que uno dice “¡dibuje maestro!”, de esos que hay pocos, sino un enseñante cuya transmisión está siempre animada por un vivo deseo de interrogar los impasses del psicoanálisis, tanto los de su doctrina como los de su praxis y su política. Un Maestro también en las antípodas de un profesor. Juanqui está lejos de transmitir desde el discurso universitario, desde ese lugar que aplasta con el saber, que esconde las claves de lectura y evalúa produciendo un feroz efecto de “¡debes saber más!”. Por eso, le hemos pedido a Juan Carlos Indart que nos hable hoy sobre “Algo nuevo en el amor, el enigma de la transferencia”, y ello nos augura un sendero de fructífero e intenso trabajo para este año.

Juan Carlos Indart: –Me honra la invitación que me han hecho, se los agradezco y es una invitación que voy a tomar como viniendo de un más-uno, lugar en el que coloco a los que conducen este seminario, como si me invitasen a que exponga yo mi estado de trabajo, porque estoy en eso respecto del tema que se han propuesto. Claro, lo voy a hacer según mi rasgo, pero de eso uno se puede dar cuenta con los años, ese rasgo presente que de un modo más disfrazado que otro, ha sido el mismo y desde hace más de 30 años. Creo que es equivalente a decir que voy a hablar desde mi síntoma.

Antes de la fundación de la EOL, en 1990, hice publicar un ciclo de conferencias con el título Sobre el amor y el deseo del analista. Era y sigue siendo una intriga, un enigma para mí, esa juntura que supone articular el problema de la transferencia al deseo del analista. Ya desde aquella época fue valioso que se pudiese considerar mi esfuerzo por los colegas; la idea que me proponía indagar ahí no prosperó, porque prosperó en cambio la idea de articular el deseo del analista con la noción de pulsión, anudándola al acto analítico. Se veía mejor qué podía ser el deseo del analista por la vía de la noción de pulsión, y tienen que acostumbrarse a eso si les interesa el tema. La gente en general, los psicoanalistas en especial, tienen una especie de horror para interesarse en las cuestiones del amor, salvo las mujeres que –por razones no analíticas, por razones personales– pueden tener más escucha sobre la cuestión. Pero ha pasado el tiempo y este punto complicado del deseo del analista y la transferencia –y que se pueda decir algo nuevo sobre el amor– no tiene todavía esclarecimientos o desarrollos más intensos en otras partes. Por eso, bienvenido el proyecto que ustedes inician y considérenlo como una indagación a largo plazo. Una manera de articular la importancia de perseverar en este tema que ustedes van a desarrollar es que –por las mismas razones de lo que decía antes– sigue habiendo una oscuridad entre la salida cínica analítica y la salida que Lacan consideraba tenía que ser otra para que fuese la salida que él llamaba la del advenimiento del deseo del analista.

Es fácil hacer resonar salida cínica u otra cosa con pulsión, satisfacción pulsional, la idea de que no hay ningún Otro, que todo amor es idealización. Dejemos caer la idealización, y como decía Lacan con Sade, “que cada cual goce de la porción que le ha tocado en la vida”, no hay más que eso. Otra opción sería plantearse que podría haber un efecto analítico que no es solo ese, que es algo más y que es lo que plantea la idea de si promete el análisis algo nuevo en el amor. Ahora voy a tratar de comentar un poco, sin ningún orden en especial, algunas cosas que me parece importantes para tener en cuenta, como nudos para ir articulando lo que investiguen.

La misma investigación de Lacan sobre la transferencia es, como saben, muy diversificada, muy compleja, le dedicó un seminario entero, pero después las alusiones fueron muchas y siempre difíciles, siempre sin que terminen realmente de precipitarse en una fórmula que fuese realmente firme, más definitiva. En este sentido, el estado de trabajo, el texto al que quisiera llegar, pero con la mayor cantidad de recursos posibles, es un fragmento del “Seminario 24”, en su lección del 10 de mayo del ’77, conocido por ser una última alusión de Lacan a la transferencia. Por cierto, yo desafiaría a cualquiera que descifrara un poco esos párrafos, si lo puede hacer sin investigar. Sino habría que investigar desde el Seminario 1 en adelante, qué fue articulando Lacan sobre la transferencia. Sin esa tarea que ustedes inician, es imposible llegar a ese punto final, pero hay que llegar a cierta altura a esa enseñanza del “Seminario 24”. Ustedes han puesto primero “algo nuevo en el amor”, y esa expresión está en el texto “Televisión”, y podemos tomar eso como una especie de mojón y luego hay que ir hacia atrás, y eventualmente cuando se pueda, hacia adelante.

Es el mismo Miller en el que en las notas –a modo de manuscrito en los márgenes de este texto, cuando Lacan dice lo que ahora vamos a ver– colocó “algo nuevo en el amor”. Si ponemos la frase en contexto, el contexto es una pregunta acerca de si hay una promesa de mejoría en el gozar con referencia a la sexualidad, que pudiese ser promesa del psicoanálisis, en la medida en que pudiese ir en contra, levantando lo que impide un buen gozar que es la represión, la represión de la familia, de la religión, de la cultura, la sociedad, etcétera. Esa es la pregunta que le hace Miller y a la que Lacan responde de manera negativa, no se puede esperar del psicoanálisis ninguna mejora de esas que se buscan en las sexologías, de supuestas bases científicas o no. Hay un oficio ahora de sexólogo y no es eso el psicoanálisis, que –como saben– no va a modificar el “no hay relación sexual” y la represión en un sentido estructural, y no en el sentido casi policíaco de que fuese debido a las costumbres, a la sociedad, a la familia, etcétera.

Es importante entonces ese contexto para comparar que no hay promesa del lado de un nuevo logro pulsional, que no se puede modificar la pulsión tal como es y ha sido localizada y descripta, vinculada a un objeto parcial con el cual se anima y funciona el goce llamado fálico. No hay una promesa de transformar eso, pero Lacan dice que el discurso analítico sí hace promesa, hace una promesa de “algo nuevo en el amor”. Y él mismo dice que esto es una cosa enorme. Frente al hecho de que el análisis del inconsciente más bien va a mostrar el porqué de todos los impasses, los callejones sin salida que ocurren en las experiencias amorosas, la cosa enorme ahí es que hay una promesa de algo nuevo en el amor. Y tiene algo sorprendente cuando Lacan dice que de eso nuevo está todo el mundo advertido, que eso nuevo anda por las calles, pero lo que pasa es que no despierta a nadie. Aunque eso esté ahí y pueda ser sentido por la gente no despierta nada, porque esto nuevo –dice Lacan-, es trascendente.

Tenemos entonces que el psicoanálisis promete algo nuevo en el amor, pero no parece fácil de articular porque eso nuevo en el amor es decir que el amor es trascendente. Con ese término nos podemos deslizar a la filosofía rápidamente, el amor es trascendental, ¿esto es lo nuevo que el psicoanálisis diría que el amor es trascendental?; no, no hay absolutamente ninguna orientación simbólico religiosa ideal en lo nuevo del amor. Lacan dice es trascendente y lo tienen que entender como cuando se dice de un número que es trascendente, ciertos números a los que se llama en la teoría matemática números trascendentes. Así que uno tiene que trabajar un poco para averiguar algo de los números trascendentes, y sacarle jugo a esto, porque nos está diciendo que esto es lo nuevo que promete el psicoanálisis, mostrar dónde está esa novedad en el carácter trascendente del amor, a entender como de los números trascendentes.

Hay por lo menos un número trascendente, así lo llaman en matemáticas, que es conocido por todos, los otros lo son menos creo yo según mi formación en matemáticas. El ejemplo de número trascendente que tenemos es el número PI, y significa que no hay manera con ninguna ecuación de números, con ninguna fracción, con ningún número que pudiese estar de numerador para otro de denominador, de enumerarlo dentro de los números y por eso le han puesto letras. Si uno pregunta ¿cuál es este número? no lo puedo decir porque me puedo aproximar hasta el infinito, tengo 3,1416… ¿recuerdan? Entonces, como no puedo escribir ese número le pongo una letra. Tienen que trabajar estas cosas que nos deja Lacan, porque tienen entonces este elemento que lo ejemplifica tan bien, el número trascendente, que podemos decir que es vecino a los números; es claro que está en vecindad, por eso se lo ha llamado un número también, pero no lo podemos numerar dentro de los números. Y hace que defina en lo real de los números, el no-todo de los números. Si los números hubiesen podido cerrar luego de los naturales, los positivos, los negativos y los racionales, si se hubiese podido cerrar con los racionales tendríamos un sistema cerrado en el que podríamos hablar de todos los números. Pero este mismo juego significante, que es el juego del número, crea una vecindad sin fronteras donde hay algo no nombrable y que sin embargo está ahí.

Entonces, con esto Lacan nos da ya la idea de fondo que hay que seguir acerca de esto nuevo en el amor. Por supuesto, pueden decir que es un afecto, con más precisión podemos decir que es un goce, pero trascendente al significante en este mismo sentido matemático, no es abordable, ni numerable, ni marcable por el significante. Pero como el significante tiene siempre ese agujero, en ese agujero que es, por ejemplo, la aparición de los irracionales, es ahí donde tenemos articulado este extraño goce vecino al significante, pero ubicado siempre en lo que el significante no puede capturar, en su lugar no-todo. Eso es lo que Lacan nos dice respecto de algo nuevo en el amor, una consideración real del amor. Sólo en esa dimensión real se puede avizorar su vecindad con el campo simbólico, con el campo significante. Y después nos dice, “no es por nada que a este amor en psicoanálisis se lo llamó transferencia”. No es que en el psicoanálisis se haya inventado el amor, apareció el fenómeno del amor y Freud lo llamó transferencia. Y cuando Lacan dice “no por nada se lo llamó así”, le pone el guion que nos lleva a tener que pensar un poco la etimología de la palabra transferencia.

Entonces tenemos algo que está en un lugar y que lo podemos llevar a otra parte, es un traslado, es transferencia en términos económicos, bancarios, términos que Freud introdujo para tratar de hacer entender lo que pensaba. Por eso la idea global fue que el paciente tenía un algo, cosa del amor, y que lo que pasaba en el dispositivo es que ocurría un traslado, eso pasaba a otro lado. Y esto forma parte también de la idea de algo nuevo. ¿Qué es ese algo? Esta vecindad invisible de un goce no-todo -su referencia a cualquier orden simbólico es justamente rodearlo de un no-todo– está ahí como el número PI. Pero algo nuevo que –dice el psicoanálisis–es capaz de cambiar de lugar, eso es capaz de transferirse. Y acá empieza una de las grandes dificultades que van a encontrar en todo el recorrido, porque una noción como transferencia –que Lacan acepta en su sentido más etimológico– la intuimos lógicamente como necesitando de dos lugares, un lugar donde está eso que podemos llamar amor, pero con la transferencia eso que está ahí pasa a otro lugar. Y esta es la tensión máxima, la dificultad y el enigma, por la manera de pensar una relación entre un lugar y otro, una relación binaria, que la palabra transferencia parece suponer. Así digan ustedes “había un amor del lado del analizante que de golpe lo ha transferido al analista”, es lo mismo que decir “hay un amor que se despierta en una muchacha y se lo transfiere a la persona que elige”, intentando pasar de un lado al otro. Pero eso no es pensable de ningún modo como una relación, como un binario. Todo indica que este paso, esta transferencia, no puede darse. O es un fracaso, o es ilusorio, porque no hay ese otro al cual transferir. O hay que pensarlo de una manera inédita.

Para continuar con los párrafos sobre esta novedad del amor, Lacan nos dice que por las opacidades del término transferencia podía desplegarse mejor lo que está en juego en esta noción de transferencia, con la noción de sujeto supuesto saber. Para despertar a los psicoanalistas –él dice a mi mundo– “esa transferencia yo la articulé con la noción sujeto supuesto saber”. Eso es una explicación, un despliegue de lo que el nombre “transferencia” hilvana muy oscuramente. Acá tienen un hilo largo a recorrer que va desde la idea de Lacan de definir la transferencia como sujeto supuesto saber, y que va a recordar siempre, cada vez más, en el sentido de “yo intenté con esta noción” –y dice allí algo que me pareció que tenía su valor. Pero es una noción que a Lacan se le volvió hasta inquietante y que va a tener que reformular constantemente. Porque la primera idea era decir que esa función la articula el analista, que es el sujeto al que se supone que sabe, y ya es una gran idea de Lacan decir que el afecto amor, con toda la opacidad que quieran, toma una relación con el saber, aunque sea supuesto saber. Esta idea de Lacan fue formidable en su momento para tratar de resolver esto, que la emergencia del amor es totalmente contingente y de muchos requisitos y no surge de cualquier manera, no se la puede forzar. Y frente a eso podría darse un caso de un analizante que no hiciese un amor respecto de su analista, pero lo que no se entendía es que en el dispositivo analítico, esto empieza a tomar un automatismo. Es decir, que para todo analizante se da este fenómeno de amor de transferencia. Van a recorrer esos temas porque eso es lo que le hizo pensar que la transferencia sería reducible a la repetición y al inconsciente, es la teoría de la transferencia según la cual el amor que había con mamá se produce por los caminos de la sustitución significante, se desplaza al analista. Lacan admite este fenómeno, esta especie de error de persona, pero manteniendo siempre los datos de Freud que le interesaban y la idea de que hay algo en la transferencia que no es reducible a esta explicación de sustitución. Porque justamente eso es el campo donde lo simbólico funciona y nos puede dar la explicación a nivel fantasmático, fantasmas que se trasladan al analista por cualquiera de sus rasgos, eso lo podemos entender desde lo simbólico y desde las teorías de sustitución y desplazamiento del inconsciente. Por eso es importante decir que eso no es el secreto de fondo, porque el secreto de fondo es que a ese amor hay que tomarlo como trascendente a lo simbólico, entonces está por fuera de cualquier sustitución. Es el grito de amor que puede decir “mi analista no se da cuenta cuando me dice que lo tomo por su papá, y lo que siento no tiene nada que ver ni se resuelve diciéndome que es como lo que yo tenía con papá”. Esa protesta indica ese punto de singularidad auténtica del amor, que se resiste a cualquier trabajo significante, sustitutivo o de desplazamiento que se quiera hacer sobre él.

¿Por qué entonces, si no es por sustitución de personas, ni en la línea fantasmática, por qué es que se produce siempre el amor de transferencia si hay análisis?, ¿por qué ese automatismo? Y la respuesta empieza a ser, no por un tema de sustitución de personas, sino por una relación del amor con el saber. Es porque el dispositivo analítico abre esa dimensión de supuesto saber, que el amor se traslada a un amor donde hay una apertura al saber. Para que haya esa apertura, como el saber no lo tenemos todavía, se necesita suponer que lo va a haber, y si se trata de saber, el amor puede prenderse. Cuando se dice que la gente entra en transferencia es porque esto funcionó, pero esta relación del amor para entender su transferencia con el saber, y colocado del lado del analista, trajo muchos dolores de cabeza a Lacan porque los analistas se creyeron esa fórmula y empezaron a hacer el semblante de sujeto supuesto saber, con lo cual no lo sostenían como supuesto, sino que se creían que sabían y se pavoneaban con esta fórmula en París y a dónde se difundía la enseñanza de Lacan. Por eso Lacan protestó mucho contra eso y de golpe empezó a invertir la cuestión y a decir que, en realidad, del lado del analista es una especie de creencia, un artificio, pero donde sí vale usar la fórmula es del lado del analizante. Y empieza a decir que ese sí podría ser un sujeto supuesto saber y es lo que el amor ofrece al analista. El analizante, él es un sujeto supuesto saber, porque se lo va a escuchar como sujeto, es decir, en su división, en sus fallidos, en sus sueños, lapsus, síntomas. Se lo invita a un trabajo analítico porque se tiene la suposición de que cuando lo haga, se va a verificar un saber, va a aparecer ese saber inconsciente.

Y en “Televisión” –donde está el “algo nuevo en el amor”, como lo dice Lacan– el sujeto, por la transferencia, es supuesto al saber del que consiste como sujeto del inconsciente, eso es transferido al analista y tiene una articulación entre los dos términos, pero que acá funcionan distinto. Esto funciona porque entró en transferencia, pero acá, esta entrada en transferencia está vinculada a un supuesto saber, que es un amor, es por confianza, por buena onda que un analizante va a considerar que su fallido puede llegar a querer decir algo y que tiene que trabajarlo. Y el analista, por su mera oferta en su posición avala eso, “tú eres un sujeto”, en esa división que vamos a suponerlo vinculado a un saber, que ya va a advenir. Cuando se hace eso, se empieza a producir una transferencia; segundo momento, empieza a usar la palabra transferencia, la primera es solamente un ciego amor, un algo que está fuera de explicación, fuera del significante. Pero lo que se ve, lo que se descubre en análisis, es que eso lleva a producir un saber y efectivamente se lo transfiere. Y Miller con toda precisión va a poner al costado del texto (de “Televisión”) el lado izquierdo del discurso analítico; el analista como semblante de objeto a, pero abajo es el analista el que forja esta dimensión de lo verdadero, de la verdad y es el analizante como sujeto supuesto al saber el que con su trabajo va a permitir una cosa increíble, que un saber que habitaba en él pase ahora del lado del analista como un saber puesto, ya no supuesto.

Entonces, en el “algo nuevo sobre el amor” ya van teniendo muchas cosas, su ubicación no-todo, indecible, vecina del significante, pero sin ningún nexo, salvo el imaginario que tiene onda con el saber. Ya lo dijo Lacan más de una vez, respecto del error de que hay amor a la verdad, y critica eso. Esto es otra cosa, este es amor al saber. Y tienen entonces, ese goce enigmático, ese lado no-todo pero que es capaz de trabajar produciendo una transferencia de saber, un paso del saber no sabido a saber puesto –como dice Lacan-, en otro lugar. Ahora está en el lugar que le ha ofrecido la escucha analítica, en el discurso analítico abajo a la izquierda.

El sujeto, el supuesto al saber del que consiste ese mismo sujeto como sujeto del inconsciente, ahí está lo que es transferido al analista. Es ese saber que ni piensa, ni calcula, ni juzga, pero es resultado de un trabajo. Si tomamos este punto de “Televisión” como eje, tengo que decirles que recuerden que en esa última mención a la transferencia del “Seminario 24” Lacan vuelve a decir “yo traté de pensar esto con la noción de sujeto supuesto al saber”, pero ahí clarifica definitivamente que pensado esto del lado del analista es una atribución sin real alguno, una ficción, y que, en cambio, vuelve a aplicar la fórmula del lado del analizante. Pero lo que va a complejizar a esta altura de la enseñanza es el traslado, ya no es tan claro que haya un traslado de saber del analizante porque ese Otro no existe, o porque Lacan se pregunta si es que hay Otro, o porque el analizante se analiza completamente solo y hace transferencia con algo de su cuerpo, pero no con el Otro.

Pero hay que ir para atrás y en esa regresión no sólo tomar el Seminario 11. Hay muchas consideraciones sobre el sujeto supuesto saber, la crítica de Lacan a esa noción en términos de su uso filosófico. Hegel fue uno que supuso que el sujeto estaba articulado al saber y que con su despliegue dialéctico se iba a llegar al saber absoluto. Marx también piensa que el sujeto histórico del proletariado es un sujeto supuesto al saber, él sabe y va a terminar sabiendo hacer el comunismo. Todo eso fue muy criticado por Lacan en el “Seminario 12”, pero no es algo muy leído ni muy comentado. Sería bueno hacer un seguimiento de las veces que Lacan retoma este término para llegar a “Televisión”, a la aplicación plena del término del lado del analizante y lo mismo en el “Seminario 24”.

Voy a tomar unos puntos del Seminario 8, La transferencia. El primer capítulo de ese seminario se llama “En el principio era el amor”, aunque la traducción en castellano ha sido “En el principio era el verbo”, frase que a Lacan le gustó. Y la introducción al problema de la transferencia en cambio lo llama “En el principio era el amor”, pero anuncia que quiere discutir la noción de transferencia por la disparidad que tiene, ningún término le venía bien porque es más que disimetría. Una disimetría nos permite de todos modos una comparación, porque la disimetría es el engaño del amor, el amor que cree que va a ser dirigido al otro y va a ser correspondido exactamente de la misma manera, “yo te quiero, vos me querés”, esa es una relación simétrica. Pero puedo hacerla asimétrica, eso ya es mucho como verdad del psicoanálisis, “yo te quiero, pero vos cuando me querés a mí, querés otra cosa, que es lo que yo quiero que está en vos”, y no pega, es disimétrico. El “no te amo a vos de manera simétrica como vos me amás a mí”, y tienen ahí las discusiones de todos los enamorados que van desde la ilusión inicial de la simetría, -y si no se matan-, a aceptar un poco la disimetría. No es que no se quieran, pero no hay un punto de juntura, es de un modo asimétrico.

Lacan, en el Seminario 8, La transferencia, dice que ni siquiera le gusta el término disimetría, un término que diga que no hay relación, que es dispar. Hubiese puesto imparidad, la transferencia como una imparidad, pero no existe en francés y entre nosotros tampoco. Se quedó con dispar, pero traten de pensar dispar con todas sus fuerzas, es decir que no hay absolutamente ningún modo de establecer una relación de una cosa con otra, porque eso los haría pares. Entonces, ¿cómo puede ser que algo que parece situarse en una especie de entre dos lugares, el amor y la transferencia, sea al mismo tiempo algo no reducible a ninguna forma lógica posible de pensar una relación? Y dice Lacan en el Seminario 8, “esto va en contra de cualquier idea de intersubjetividad”. Ya iba ubicando que el dispositivo analítico muestra algo que verdaderamente no está del lado de la intersubjetividad. Esta fue una noción que utilizó y que luego va a rechazar, la idea de una comunicación intersubjetiva a raíz de la transferencia. Porque dice que hay una cosa impar, imposible de entender como relación, que sustituye el lugar de la comunicación intersubjetiva, y eso ocurre en el dispositivo analítico. Se disipa allí la articulación de dos como comunicación intersubjetiva, que tenía un modelo que Lacan utilizó, de un emisor, un receptor, y el uso de un código común, el lenguaje, a través del cual se dicen cosas, se preguntan, se responden, se puntúan. Como ya eso era poner todo en los efectos de la palabra, a Lacan el modelo de comunicación intersubjetiva fue algo que lo entusiasmó en los comienzos de su modo de pensar el psicoanálisis. La caída de este modelo, cuando él va a rechazar esta noción, es porque en su lugar hay una relación que no es intersubjetiva, es una relación, pero no la puedo pensar porque es dispar, porque tiene un elemento trascendente como el número PI.

Van a ver el lugar que le da Miller en los Escritos 1 a esta noción en Lacan de la comunicación intersubjetiva y sus distintos usos en distintos artículos. Pero lo esencial es que está anotado ahí lo que Lacan forjó como fórmula de la comunicación intersubjetiva, que ya era astuta, más que la de las ideas de la comunicación, y que según él se inspiró en una frase que le dijo su amigo Lévi-Strauss, no se la adjudica de haberla inventado él sino que resultó de la práctica de la conversación, pero él la adoptó para el psicoanálisis y es la que dice enigmáticamente: “el emisor recibe del receptor su propio mensaje de una manera invertida”.

Yo tuve en el ’70 un par de reuniones con Oscar Massotta y el grupo que iba armando –que iba a ser luego el Grupo Lacaniano de Buenos Aires y después la Escuela Freudiana de Buenos Aires– y compartíamos temas, delirábamos solos leyendo los Escritos. Oscar me mostró lo que él había intentado pensar sobre esta frase. Poníamos las letras del modelo de comunicación, E-R-M, y él pensaba que tal vez Lacan había querido decir que el emisor recibe del receptor su propio mensaje que es una M del modelo de comunicación, la recibe como una W, y eso podría ser Wort, palabra en alemán.

Yo seguí mi camino y llegué a una cosa que me parecía más articulada por los ejemplos que da Lacan, ejemplifico esto con las dos relaciones fundamentales en el discurso del amo, la que establece la relación amo-esclavo –o simplemente la que manda y obedece– y la relación de él y ella, el marido y su mujer. Es evidente que cuando uno dice tal persona es mi mujer, está recibiendo del receptor su propio mensaje invertido que dice “Tú eres mi marido”, porque si eso no está invertido, se van a llevar unos disgustos. Lo mismo si uno dice “te obedezco, vos me mandás”, eso es porque se ha recibido el mensaje invertido que es “vos me vas a obedecer” y ese nudo en el que se da la inversión, está en lo inconsciente, está en el interés de Lacan de articular al modelo de comunicación intersubjetivo, el punto del pacto de la palabra, sin el cual no funciona esa comunicación, y ese pacto está en lo inconsciente. Puede fallar, el inconsciente falla en una psicosis, pero cuando el inconsciente funciona, hay esta garantía del pacto de la palabra que asegura la comunicación intersubjetiva. Ya nadie piensa en esa fórmula, como Lacan la dejó caer en el dispositivo del discurso analítico, ya no hay ninguna relación entre dos sujetos en ningún discurso, ya tienen algo que no es comunicación. Hay un solo sujeto, no un sujeto que pueda relacionarse con otro sujeto. Pero el único que la siguió usando fue Lacan. Entonces tienen que recorrer un poco esa fórmula, porque en el “Seminario 24” al hablar de transferencia –y otra vez situando el sujeto supuesto al saber del lado del analizante y llevando al extremo la disparidad–encontramos los párrafos donde Lacan más lejos trata de indicar esa disparidad, y que hay un impensable en la relación del analista con el otro, porque no hay un otro no real, tal como imaginamos planos comunicacionales o discursivos.

Se van a encontrar de pronto justo ahí con esta fórmula, que Lacan vuelve a aplicar. Dice que se puede considerar esto como que el analizante es un emisor que recibe del receptor su propio mensaje de una manera invertida. Lacan menciona en el Seminario de la transferencia, “en el principio era el verbo”, después vino Goethe y dijo que en el principio mejor era “la acción”. Lacan añade la línea marxista, que dice que al principio era “la praxis“, pero se mantiene en la que elije del verbo porque no hay posibilidad de situar un acto o una praxis si no es ya sobre un trasfondo del lenguaje. Y nos dice en el Seminario de la transferencia, que si se trata de psicoanálisis no puedo empezar con “en el principio era el verbo”. Estos detalles son hasta simpáticos, una persona que dice “al principio era el verbo”, para sostener la primacía del lenguaje, función del lenguaje, la palabra, el psicoanálisis, dice que está en eso pero que en psicoanálisis no se puede empezar con eso, porque no empezó así, empezó con el amor, pero no de la manera transparente como un algoritmo.

Lo que tiene en común que Lacan utilice “en el principio”, igual que en las otras fórmulas, es que hay aquí un agujero donde aparece algo; no podemos ir más allá. Pero en un agujero apareció el amor, de la manera más espesa, confusa, opaca como aparece en su fenomenología, bajo la forma de Ana O. por Breuer, con efectos múltiples. El gran enigma de Lacan va a ser cómo pudo Freud hacer algo distinto a Breuer que cayó en la trampa y se enamoró. Ana O, tuvo una fantasía de embarazo, hizo un embarazo histérico y Breuer se tuvo que recluir con la mujer rápidamente, se la llevó de vacaciones para recuperar la armonía matrimonial, le hizo un hijo, etcétera. ¿Por qué Freud tomó otro camino? Eso se lo pregunta mucho Lacan. Podría ser que Freud lo admitió, se puso al servicio de ese amor, pero para hacer otra cosa, para servirse de él. Es “soy siervo, para servirme de vos”, ese sería el giro importante freudiano. Y Lacan dice sí, Freud dice eso, que “hay que servirse del amor de transferencia para otra cosa”, pero ¿qué es esa otra cosa?, ¿servirse para qué?

El punto siguiente, que está también en el Seminario de la transferencia –es importante retomar esos términos, aunque no estén tan de moda ahora– es el término deseo, donde para que se produzca el algo nuevo, para que “el algo nuevo” que hace el psicoanálisis, como promesa de que puede haber algo nuevo en el amor, lo que da esa chance es que el dispositivo analítico plantea una relación del deseo al deseo, que no puede sino plantearse porque el deseo es el deseo del Otro. Y por el deseo, a uno le falta algo, le faltan respuestas, sufre y se pasa por el deseo del Otro y al rojo vivo, en el análisis.

Entonces, la articulación enigmática del deseo al deseo, si no se la falsea, es como la base al rojo vivo del dispositivo analítico. Si al deseo del analista, como hacen tanto los obsesivos, el analizante responde con demandas o si al deseo del analizante el analista le responde con demandas, eso obtura la cosa, no plantea el tema de fondo ni surgirá jamás ninguna promesa ahí de “algo nuevo en el amor”. El tema es cuando el deseo se confronta con el deseo, sin que haya confusión ninguna con bajar al plano de la demanda. Y tiene una característica que Lacan destaca, esa situación que está de fondo en el análisis, y es que, en esa mecánica de desear, no existe el no. No se puede no desear porque es solamente otra forma de desear, es justamente lo inagotable y lo metonímico constante del deseo. Y entonces, el dispositivo a nivel de la confrontación del deseo al deseo, es un plano en el que tenemos un no funcionamiento del no. Cuando se utiliza el no, en cambio, -es posible hacerlo-, ya hay que tener algún objeto del lado de la demanda, en la demanda uno puede decir no, “no te doy lo que me pedís”, pero uno no puede decirle no al deseo.

Entonces, tenemos un dato importante que hace a la cuestión de la aparición en ese lugar, que se transfiera a ese lugar y al rojo vivo, la cuestión del amor, si el amor es un trascendente que está en un plano de no-todo y en un plano donde no funciona el no. Recuerden la fórmula que ha dado de la femineidad, “no existe nadie que pueda decir no”, y eso es lo que ocurre en el plano como tal del deseo, si el deseo del analista mantiene ese clima de deseo más allá de las demandas. Es por esta vía que se va a colar ahí la aparición del amor, el amor enteramente jugado en la dialéctica misma del deseo. Ese es el gran análisis de Lacan de El banquete de Platón en su Seminario de la transferencia, en el amor hay que distinguir dos posiciones: el amante que es a quien le falta algo, y el amado que es el que aparece como teniendo eso que falta al amante. Y él trae eso del saber de Sócrates y hay que saber de eso porque muchas veces uno se confunde y uno cree que alguien es el amante y resulta que en el fondo está funcionando como amado.

Situado así el amor en esta situación de deseo a deseo, la pregunta de Lacan en cuanto a lo que hace enigma en esta cuestión de la transferencia, es ¿hay alguna relación entre ese tener y esa falta? Es decir, se pregunta si el analizante viene en falta y ama al no sé qué, que de a poco se va condensando en su analista como ese que tiene algo que desearía el analizante. Dice Lacan, “¿creen ustedes que podría haber alguna relación entre esa falta de uno y ese tener del otro?” La pregunta es retórica, es acá donde está la disparidad, nada de lo que tiene el amado tiene nada que ver con lo que le falta al amante. Ese un paso que podemos considerar como vinculado al psicoanálisis, pero lo dio Sócrates sin ser analista y es un paso que, si sólo hay eso, es en realidad un paso histérico, es que por lo menos no se confunde el hecho de que lo que yo tenga dándolo voy a colmar la falta deseante del analizante. Pero en ese pedido, lo que puedo hacer es tercerizarlo, decirle “no está en mí lo que tú buscas, pero sí está en otro”, es lo que hace Sócrates dirigiendo a Alcibíades hacia Agatón.

Acá empieza el problema del deseo del analista y no su histeria y es que, para Lacan, en el punto justo, en el rojo vivo máximo de esta tensión entre el amante y el amado, es posible hacer algo que viene como a intentar esa sustitución, es decir, que el amado se vuelva amante y coloque al amante en amado. Y a eso lo llama Lacan la metáfora del amor. Les leo y comentamos lo que nos dice en la segunda clase del Seminario de la transferencia. La pregunta: ¿hay alguna relación entre el papel de la falta del amante y el brillo que tiene el amado? Y la respuesta es: “hay un momento de báscula, de giro, de cambio, de vuelco, donde se verifica la inadecuación del objeto y el deseo”. Y uno podría decir “y punto”, es lo que generalmente se dice cuando solamente se comenta como final de análisis el atravesamiento del fantasma, es el momento de báscula donde el agalma perseguido resulta inadecuado, se vuelve una mera causa del deseo y el sujeto queda ante eso dividido, y es esa separación del objeto fantasmático en su valor agalmático. Si sólo se dice eso, no van a llegar al tema que se proponen. Y acá lo dice Lacan “ahí cuando se produce ese movimiento de báscula, debe surgir esa significación que se llama amor”, y es un invento de él llamar al amor “significación”.

Es crucial esto que Lacan retoma para la interpretación analítica en el “Seminario 24”, que introduzca una significación como la del amor, vacía, pero el término significación seguramente es usado por Lacan para indicar que en el punto mismo del fracaso de la fusión del uno con el otro en el plano del deseo –el fracaso del fantasma de conexión con el Otro, como si hubiese un Otro– en ese punto de fracaso puede surgir la certeza del amor como real y su transferencia de un cuerpo en cuerpo. Porque para cada uno es un cuerpo Otro, no de uno. Y está dicho en el seminario de la transferencia, no hay que confundir el fracaso de la metáfora a nivel de la ilusión de la juntura fantasmática, con el hecho de que hay que ver qué se produce, qué surge en ese fracaso. Y eso es para mí todo el debate que les dije al principio que todavía no está clarificado porque, o surge una salida cínica, donde el deseo no puede sino destruir el amor –es la fórmula condensada de amor y deseo el final del Seminario 11, ese “te amo, porque amo en ti algo más que tú”– pero lo mismo dice el deseo, por eso acá se articulan y por eso se articuló así automáticamente en el psicoanálisis, pero no porque los psicoanalistas sean lindos y amables, sino porque el discurso plantea el deseo al rojo vivo, un deseo más allá de la demanda sin ningún no.

Es por eso que ahí automáticamente se va a presentar el problema del amor, las aspiraciones del amor. O decimos “como amo, te mutilo”, mutilemos en beneficio de la pulsión, la salida cínica es una salida de certeza de que todo amor es ideal, que son formas del Otro del Otro y que sólo hay la satisfacción pulsional. Lacan plantea esto para el amor, bajo las mismas coordenadas de lo que presentó como “atravesamiento del fantasma”. Por supuesto que hay que ir más allá del fantasma para obtener la significación de amor. Pero puede pasar algo que no es solamente lo que después sería este “cuéntenme cómo viven la pulsión”, hay algo más que podría ser “cuéntenme cómo se les produjo la significación del amor”. Y es Lacan el que lo va a repetir en el Seminario 10, cuando nos dice “ahí, donde en el vuelco en que uno atraviesa la experiencia de la conjunción del objeto y el deseo”, -dice- “ahí debe surgir esa significación que se llama amor”. Si no se capta eso, y lo que eso implica para los tres registros, ya lo dice en el Seminario 8, la significación de amor para lo simbólico, para lo imaginario, para lo real, les va a hacer imposible captar el porqué de ese efecto extraño de automatismo en la transferencia, no van a salir de una teoría de la repetición, no van a poder entender el trasfondo real, más allá del inconsciente, les va a resultar imposible comparar amor y transferencia, uno y otro, recíprocamente, para ver de qué lado se puede definir la ilusión y de qué lado la verdad.

Lacan dice “acá la verdad”, porque estamos en el Seminario 8, pero eso se puede leer muy bien como la posibilidad de si ha surgido esa significación que se llamó amor, la posibilidad de lograr realmente distinguir lo real de lo ilusorio, en el amor y en la transferencia. Tienen exactamente la misma temática, en esa no voy a abundar porque le dediqué mucho en ese libro sobre El amor y el deseo del analista. Los pasos que da Lacan en el Seminario 10, La angustia para llevarnos a localizar la cuestión del deseo del analista, no son ejemplos de interpretación del inconsciente sino que son todos vinculados a una manera de hacer algo en la transferencia, para ver algo más que eso a nivel del deseo del analista. En el Seminario 10 nos da los ejemplos de cómo resolver la transferencia salvaje, el acting-out, con algo que no es interpretar el significante. Y para llevarnos a ese punto del deseo del analista, yo lo descompuse en muchos pasos, pero vean que el paso de la verdad primera en la que no hay que engañarse es que, efectivamente, el deseo es inadecuado para cualquier amor.

Verdad primera, “el deseo no tiene un objeto adecuado para el amor”, y el deseo -es la verdad primera-, “se presenta siempre degradando al amor”. Pero no es una cosa moral, estructuralmente esa degradación es la que produce la pulsión de muerte, estando en cambio el amor del lado de un sostenimiento de la vida y de su imaginario. Van a ver ustedes a Lacan insistiendo -si ustedes han llegado a la verdad primera de la disociación del deseo versus el amor-, ¿se han desengañado del amor, de su fracaso, de su idealismo, acá de lo que se trata es de trabajar la pulsión y satisfacerse en eso? Lacan dice “no han entendido nada de lo que hace al deseo del analista”. Y en los siguientes pasos van a leer un Lacan que dice que para esto tenemos que ir a donde Hegel no quiso ir, hay que ir a la cuestión del amor y podemos aprender algo del deseo del analista si leemos algunos textos de algunas mujeres analistas. A medida que avancen en estos enigmas de la transferencia, irán avanzando en la temática como tal del deseo del analista y lo que quiere lograr a partir del análisis del inconsciente, que se verifique la promesa.

Jorge Santopolo: -Quiero agradecerte en primer lugar el recorrido que nos has propuesto que es cierto, puede llevar años, no creo que lo agotemos en un año de trabajo, pero cada cual irá viendo por dónde lo toma. En El deseo del analista trabajás bastante los diferentes aforismos de Lacan respecto de cómo el amor se puede poner como médium entre el goce y el deseo, pero hay algo de lo que no hablaste hoy. Utilizaste varias veces la noción de “signo” en ese recorrido sobre el problema del amor y el deseo del analista, y diferenciaste el signo de amor, el signo de angustia, el signo del goce. ¿Nos puede la noción de signo servir para hacer la lectura o la dejamos caer? Para ir del lado de la significación, del lado del problema en relación al significante, está articulado, pero no consiste en eso. ¿Nos sirve?

Juan Carlos Indart: –Lacan la fue proponiendo para cosas justamente que se escapan, para los trascendentes, los que se escapan a las sustituciones y combinaciones significantes. Entonces, necesitaba un término y empezó con angustia, un signo, lo que Freud llamó señal. Lacan lo puede llamar ahí los signos de angustia y un analista debe poder escuchar eso, y no como un significante que representa al sujeto para, sino como un signo; hay los signos de goce también, otro trascendente. Y hay los signos de amor, porque el amor no es un significante que representa al sujeto para otro significante, hablamos del amor real. Así que, puede ser perfectamente útil la cuestión del signo, el tema es que Lacan partía del efecto de significación, aunque fuese provisorio, aunque no fuese definitivo, aunque no fuese real, pero lo hay como efecto. Partía de la idea de que se debía a una operación significante, a una sustitución significante, por eso habla de metáfora. Y por eso la usa también en el amor como momento supremo al que puede llegar la cuestión del amor que es, no a que el amante ame más todavía al amado, sino a que de pronto, cuando el amante se dirige en su amor al amado, el amado se transforme él en amante y repentinamente coloque al amante en amado. Es un shock ese vuelco, ahí se ve la inadecuación, a ustedes les parece que eso sería el idilio divino, pero pruébenlo y van a ver que no va, y que, si ella era la amante, si quería ser amante, protestar toda la vida porque uno no le daba lo que había que darle, lo suficiente, que de pronto vaya a ser transformada en un objeto amado por el amante, eso va a producir síntomas. Lacan ve ahí la posibilidad de un efecto de certeza.

Y la noción de significación, fue siempre una noción vinculada al cierre, a cerrar algo. Lo que opera así es la solución fálica, la significación fálica, que se pensó como una metáfora, la metáfora paterna. Lacan llega hasta utilizar estos términos para la cuestión del amor también, todo eso se puede entender, pero diferenciarla del amor, esa experiencia de vuelco, de báscula, no es una experiencia de reprimir un significante sustituido por otro, está más del lado del borde del atravesamiento del fantasma, donde también Lacan tuvo que hablar de un punto de significación muy firme ubicado en el fantasma.

Entonces, el término signo a veces es útil si no tenemos otra cosa para indicar un efecto biunívoco, el significante siempre es equívoco. El efecto al que él se refiere no es el de deshojar la margarita, eso es deseo, sentido interminable; “me quiere, no me quiere, lo quiero, no lo quiero”. Ahí no hay significación de amor, no hay el efecto de certeza que sólo lo da un goce, que no es fálico. Entonces, para ese tipo de problemas puede servir la noción de signo. Lo importante es que Lacan se permitió hablar de significación en una zona que ya no es el resultado de una sustitución de significantes. Pero está bien hablar de signos de angustia, de goce, de amor, antes que querer reducirlos a significantes. Si los reducen a significantes van a perder el carácter trascendente, que es donde Lacan pone lo nuevo, uno de los factores de lo nuevo y nadie se da cuenta ni hace nada con eso porque es trascendente el significante. Pero Lacan, al deseo del analista podía hacerlo valer como una respuesta, como una solución.

Preguntas

Gabriel Tanevitch: –Gracias Juanqui por tu conferencia y todo lo que nos has transmitido. Quería preguntarte en relación con el autismo y la psicosis. Como decías, todos estamos en un estado de trabajo, hace un tiempo que estamos preparando el seminario y me interesó mucho una referencia del Seminario 1, el caso Roberto, donde después Miller hace una lectura en un texto que se llama “La matriz del tratamiento del niño lobo”. Ahí presenta –y me parece un poco en consonancia con todo esto que decís en relación al deseo del analista, en cuanto a la posición de Rosine Léfort, en el caso Robert– esta idea de que justamente, si hay un pasaje del estado inicial al final del tratamiento, que tiene que ver con la posición del analista en cuanto a que no responde a las necesidades, a las demandas del niño y ahí él introduce este término del amor, donde se lee un poco entre líneas esto que has planteado en cuanto a qué se refiere con el amor, puesto que su posición era la de generar un vacío en cuanto al tratamiento. Yo quería preguntarte si se puede tomar como en correlación con esto que planteás hoy con el número trascendente, como ese no-todo.

Juan Carlos Indart: –Puedo decir algo muy general. Efectivamente, los casos de psicosis se constituyen como la clínica en donde se abrieron más estos temas, justamente porque no hay posibilidad de un trabajo del orden del significante, como con alguien abonado al inconsciente. Y empieza a ser algo mucho más enigmático lo que los analistas que trabajan con estos casos tienen que decir para tratar de fundar un poco en qué consistió una modificación, un avance. Ese es el tema de fondo y lo nuevo es que hay una relación del amor si se lo lleva a su idea de real y de goce, -la palabra no es muy afortunada porque la gente llama amor a lo que se le ocurre. Pero tiene sentido el uso del término y si lo pulimos hasta ese extremo, toda la idea es esa: que hay el Uno del significante mortificante, ante el cual se hace lo que se puede y la posibilidad de que el amor sea vecino a eso. Y si se pone vecino, empieza a producir con el Uno saberes, que no es lo mismo que el Uno que es un enjambre de Unos. Se necesita este componente enigmático que Lacan llama amor y que dice que lo que vemos en psicoanálisis no es sólo una profundización de lo real de ese amor como no-todo, sino que eso cumple un papel de inventar saber. Eso es lo mismo que decir que acá hay una relación a pensar entre el Uno, -no hay recurso humano que no sea Uno-, y la ausencia total de recurso, es decir, algo que existe fuera del Uno y su vecindad. Pero es por esa vecindad que el Uno empieza a organizarse en saberes. Entonces, casi todos esos progresos en esos casos tienen que ver en el comienzo con la aparición del saber y de un saber-hacer. Y los ha permitido el analista con algo que no es del orden de una intervención interpretativa del significante. Y si el analista hace una intervención que puede ser despiadada, dura, porque reintroduce el tema del Uno como equívoco, y deshace las defensas del sujeto que lo engañan en su deseo, ese sacudón lo tiene que hacer siempre de la buena manera, porque si no hay mayor cantidad de defensas.

Y ahí está el debate ¿qué quiere decir de la buena manera? En el caso de Rosine, no dudo que eso era algo vinculado al amor como significación, como amor real, porque ellos lo habían constituido en sí mismos como pareja. Son esos casos donde los cuerpos empiezan como son en lo real, indistintos, se mezclan, esos casos donde muere él y a la semana muere ella, o muere ella y a los tres días muere él. Eran ejemplos de los que se han encontrado, se han amado a partir del horror, del desamparo máximo. Esa es una clínica que nos da más datos, yo he discutido casos de lo que hacen con autismos y hay invenciones de los analistas, a veces de manera grupal, invenciones cuyas consecuencias son colosales, y es la clínica que deberíamos agregar a una profundización del tema de la transferencia. Y la fórmula provisoria de que “sólo el amor permite al goce condescender al deseo”, la idea de Lacan ahí del goce es el goce fálico, el goce del Uno mortificante. El Uno aprendió a organizarse, a aceptar la idea de falta, ya no se puede meterle eso al Uno, es hacerle un binario a lo que no lo es, relaciona el Uno con la falta. Esa es una inventiva posible del amor, es coquetear para que el Uno se lance y justo cuando se lanza, ustedes se corren un poquito, entonces el Uno golpea en la falta y le empieza a entrar la relación, y ella no lo hace por histérica, es por amor, porque no quiere el Uno, quiere un Uno que permita construir saberes que son inventados, como lo es el inconsciente, el de cada cual.

Ana Piovano: –Varias veces mencionaste en tu conferencia la salida cínica, te quería preguntar qué relación hacías entre la salida cínica y el saldo cínico que también es un término económico.

Juan Carlos Indart: –La relación es como de sinonimia, porque del saldo cínico Lacan descubre que puede ser algo que se obtiene en un análisis y que inevitablemente, si se lleva el deseo hasta la ruptura del fantasma y la verificación de que no hay Otro, da lugar a una salida, pero es una salida de completa negación del amor. Porque “no hay Otro”, “no hay Otro del Otro”, todos los Otros del Otro son semblantes, pero hay un goce Otro que es una Otredad que Lacan sitúa en el nudo perfectamente como “un goce en el cuerpo” y en el lugar justo de ese “no hay Otro del Otro”. Entonces, el paradigma de la solución cínica es Diógenes en su tonel, que cuando viene el Otro, pero el Otro es para él Alejandro Magno, le dice “correte que me tapás el sol” y agreguemos que se masturba delante de él para mostrarle a todos los semblantes que lo único real es el goce pulsional.

Lacan dice “si eso es lo que ustedes han obtenido de un análisis, entonces no llegarán nunca a lo que es realmente el problema del deseo del analista”. Eso es lo que tenemos que trabajar, porque toda esta insistencia de Lacan no está muy comentada, no se decide. Se los puedo presentar de otra manera para que vean cómo está en Lacan presente; recorran el grafo del deseo, vamos más allá del piso de abajo, de los ideales, vamos yendo al deseo, a los significantes pulsionales con los que habla el deseo, su fijación en el fantasma, y hay que ir a buscar más respuestas en la confrontación del deseo, el qué soy para el deseo del Otro. Y tienen la posibilidad de atravesar el fantasma hacia arriba, no bajar, y eso es el lugar de esta báscula a la que se refiere Lacan. Pero eso tiene dos caminos, uno es volver al fantasma con la certeza solamente de disfrutar de él, porque no hay ninguna otra respuesta y no hay ningún Otro, o porque Lacan indicó que puede venir de más arriba una respuesta pero que él llamó el significante del Otro barrado, S(Ⱥ). Y esa respuesta, ese matema fue muy relacionado de a poco por Lacan con el Otro goce, lo femenino, el no-todo. Entonces, estamos un poco en esa encrucijada y como esta del no-todo no se ve clara pueden predominar perfectamente soluciones que en el fondo son el paso del neurótico a la certeza cínica. Ese debate se va a acentuar en la comunidad además poco a poco, porque va a retumbar alguna vez la pregunta inicial de Lacan, podemos admitir que “hay que servirse de”, pero ¿para qué?

José Damiano: –Muchas gracias por la charla, esperemos trabajar mucho con esto durante el año en el seminario. Mi pregunta surge del punto de la disparidad o la imparidad. A mí se me suele plantear un problema, cuando llegamos a ese punto de soledad, de no relación, vinculada a la no relación intersubjetiva, después al no encuentro con el objeto, la separación con el objeto. Llegamos a un punto que estamos trabajando ahora por el lado de este nuevo amor, que es algo vinculado a un goce solitario en el cuerpo, no-todo, etcétera, y se me vuelve a plantear frecuentemente ahí una serie de problemas con la vuelta al vínculo. Es decir, si ese amor en este punto queda en una soledad absoluta o si la idea es de un vínculo distinto, hay que volver a trabajarla y un poco si podíamos orientar esas cosas.

Juan Carlos Indart: –Por lo general, todos los seres humanos se inventan todo lo posible para creer que no están solos y que están con otros. El problema es que eso que arman para estar con otros termina mal, es ahí donde el psicoanálisis puede plantear si puede decir o prometer algo. Es inevitable que suene como algo místico, porque es algo trascendente, se puede tener la certeza de no estar solo y estando absolutamente solo desde el punto de vista discursivo, fantasmático. Eso sólo da la certeza de estar en el goce Otro con algunos otros, en transferir esa significación de amor, eso requiere –como dice Lacan reglas del juego– cómo esta significación de amor se pueda dar de una manera que no termine como siempre, fantasmáticamente y mal. Lacan dice que habría que inventar ese saber, inventar esas reglas, pero él siempre tuvo la idea de que el psicoanálisis podía ser un lugar donde eso se hace entender y a saber más, porque manejar la transferencia es manejar un amor, puede terminar mal, pero cómo inventar aquí o allá esos momentos que permitan esa báscula, esos momentos donde se toca el cuerpo más allá del inconsciente y del fantasma y se los introduce místicamente como decir “no tenemos vínculo real ninguno con nadie”, pero somos vecinos todos de un goce que es el de la vida.

Agustín Barandiarán: –Me encantó, me interrogó y llevó a la misma pregunta. Escuché la conferencia tratando de situar en dónde estaría lo real del amor. Me quedó claro que en la pulsión no, en el goce fálico por lo pronto tampoco, pero me cuesta ubicarlo. Mi pregunta es si esa nueva significación, ya que no es una significación producto de la sustitución significante, podría pensarse en el camino del amor real o en el deseo del analista. Me queda por esos lugares pensar el amor real, no sé si estoy muy desorientado, o en un goce Otro o en un goce de la vida.

Juan Carlos Indart: –Sobre el tema del amor es muy interesante recorrer en el “Seminario 21” los modos en que se ha pensado el amor como imaginario, el cambio que fue empezar a ubicar el amor en lo simbólico, en los ideales, en lo trascendental, no el trascendente del que habla Lacan. Pero Lacan enuncia que hay el tema del amor real y para hacerse una idea de ese aspecto real, es que hay un goce en el amor no fálico. Eso es lo que Lacan dice, todo eso corre por las calles, porque todo eso está funcionando y sintiéndose mejor o peor porque es inherente a la estructura del ser parlante este Otro goce. Pero nadie se despierta para pensar qué se puede hacer con eso, entonces, obtener la significación de eso, Lacan dice que podríamos tener algo nuevo, que es logrado, a partir del tema de la transferencia, que es empezar a desarrollarlo como un saber, como una lógica para sostener y transferir la significación de amor, que no es un ideal, es un sentirse mejor de cada cual. Como el tema es trascendente, en ese sentido matemático, nuestra desgraciada imaginación todista, hace siempre de este tema inmediatamente un ideal. Por eso hay que ser cautos en la manera de plantearlo, hay que saber la verdad primera, si esto toma forma de ideal, la pulsión va a demostrar lo ficticio de ese ideal. Y te va a contestar que la que hace falta es tener mucho dinero, vender el alma, rifar el corazón. Si vas con amores idealizados, no vas a sostenerte ante esto. Imaginate lo que ocurre si la cosa va mucho más allá de embuchar mucho dinero, sino que llega a la pulsión de muerte en los horrores que significó como primera muestra el nazismo, y donde Lacan dice “creo que sólo el psicoanálisis podría producir gente que se sostenga ante eso”, porque los que están en el amor idealizado van a sucumbir. Eso está dichoe en los mismos términos de “solamente si apareciese un amor ilimitado, no-todo, sin límites, más allá de la ley”, podría tal vez, etcétera, así que es un tema recurrente de Lacan. En el Seminario 11 está aludido también, la distancia que él busca entre el amor temperado del nombre del padre y su eficacia, pero el psicoanálisis yendo a algo nuevo en el amor. Es exactamente eso, algo real y si es posible saber algo de eso y tocarlo con la palabra que es nuestro medio.

Rosana Salvatori: –Gracias Juanqui por la conferencia. Mi pregunta tiene que ver con la investigación sobre el tema del amor y el nuevo amor, si hay odio-enamoramiento, el tema del odio y su vecindad porque creo que no se recubren como la transferencia negativa. Mi pregunta es si vale la pena tomar en cuenta esta vertiente o dejarla caer para el recorrido de investigación hacia el nuevo amor.

Juan Carlos Indart: –Una corrección haría de inmediato: que decir “nuevo amor” ya es una fórmula idealizante. Lacan no dice nuevo amor, sino “algo nuevo en el amor”, el de siempre, no es un nuevo amor. Dentro de lo que hay es que ubicamos si en ese amor hay algo nuevo. En el plano imaginario, es conocida esta ambivalencia por la cual no hay un corte entre lo que se presenta como enamoramiento, su transformación en odio, pero el odio en el fondo oculta un enamoramiento, pero el enamoramiento siempre conduce a un odio, porque justamente no se soporta la inadecuación. En ese sentido, la práctica analítica a la que se refiere Lacan y llegada a esa báscula, una de las cosas que hace caer justamente es el enredo en el odio-enamoramiento, se va más allá de esa dimensión imaginaria. Pero a los fines del centro de lo que discutimos, es que uno ve que la consecuencia del odio es la realización de la pulsión de muerte, y que se trata de ver si la significación de amor, es justamente algo en el amor que por definición no cae en la pulsión de muerte, que lo que hace es siempre tratar de trabajarla, convertirla en un saber, domesticarla en pro de mantener el goce de la vida, porque el significante es mortífero. Me parece que el odio en su extremo desemboca en un asesinato suicidio. Respecto de los amores idealizados, Lacan podría decir que el amor era más lúcido, pero si la lucidez me sirve para matar o morir, es una lucidez un poco ciega también. Y si la tarea opaca, oscura, anónima del amor real permite un poco más de vida, es otra cosa, no fue un mero enamoramiento, hubo algo real. Piensen que es una cosa que se presenta en el cuerpo, por supuesto que no continuamente, contingentemente, pero eso que se presenta en el cuerpo como satisfacción de amor, como ese Otro goce, no es lo mismo en una vida una vez cada 30 años que un poquito más, y no es lo mismo vivir muy amargado que tener suficientes de estas satisfacciones como para sostenerse uno contento, vale la pena. Pero hay que estudiar todo lo del odio-enamoramiento, cómo lo usa Lacan, y diferenciar cuando quiere hablar del amor más allá de eso. Lo que pasa es que hay siempre en psicoanálisis y en Lacan las frases que son para hacer recordar las verdades primeras, no idealicen este tema porque van a terminar odiando y eso es verdad. Quedo con eso y trabajen intensamente.

-Muchas gracias Juanqui!

Agenda

ABRIL

Miércoles 03

– 15.30hs: Seminario de Casos I
– 17.00hs: Seminario Clínico
– 18.30hs: Seminario Introductorio

Sábado 06

– 10.00hs: Seminario de Casos III
– 11.30hs: Taller de Escritura

Miércoles 10

– 15.30hs: Seminario de Casos II
– 17.00hs: Seminario de Lectura de Lacan
– 18.30hs: Seminario de Lectura de Miller

Sábado 13

– 10.00hs: Seminario de Casos IV

Miércoles 17

– 15.30hs: Seminario de Casos I
– 17.00hs: Seminario Clínico
– 18.30hs: Seminario Introductorio

Sábado 20

– 10.00hs: Seminario de Casos III
– 11.30hs: Taller de Escritura

Miércoles 24

– 15.30hs: Seminario de Casos II
– 17.00hs: Seminario de Lectura de Lacan
– 18.30hs: Seminario de Lectura de Miller

Sábado 27

– 10.00hs: Seminario de Casos IV
– 11.30hs: Seminario Avanzado