Clase 10 – 14 de agosto de 2024
Reseña por Julieta Eliggi
Stella aborda el tema de la repetición, concepto clave de este Seminario y que constituye una de las principales novedades y rupturas que Lacan introduce a esta altura de su enseñanza. La repetición ya no será considerada exclusivamente en términos significantes sino que privilegiará a partir de aquí lo que es la repetición de goce.
Nos servimos de diferentes referencias del Seminario para precisar la relación entre repetición y goce. El término que Lacan toma de Freud para conceptualizar la repetición es el más allá del principio de placer. Todo aquello con lo que nos enfrentamos al explorar el inconsciente lo determina esencialmente la repetición. No se trata en absoluto de un efecto de memoria en sentido biológico, sino que es la denotación precisa de un rasgo como idéntico al rasgo unario. Un palote, un elemento de la estructura, un rasgo en tanto que conmemora una irrupción de goce.
A partir de este seminario la relación entre los significantes y el goce ya no se establece en un segundo tiempo, sino que pasa a ser considerada primitiva y originaria. Decir esto implica que no hay oposición entre los registros. Antes teníamos la articulación de los significantes del Otro en la dialéctica del sujeto y luego se trataba de cómo el ser vivo, el organismo, la libido era captada por esto. Rescatamos entonces la referencia de la página 13, ya trabajada en repetidas ocasiones: el punto de inserción del aparato significante es el goce. Según Miller, esto es situado como la condición misma de la emergencia del significante, el significante es aparato de goce.
Ya en otros seminarios Lacan había planteado que la pulsión es goce y que la pérdida de goce en Freud está en relación a la castración. El objeto a, por el cual el sujeto puede subjetivar algo de la pérdida de goce, posibilita que la repetición significante se detenga en el marco de un discurso. El hecho de estar en un discurso ofrece un freno y al mismo tiempo introduce goce.
En clases anteriores se demostró la articulación entre masoquismo y pulsión de muerte. Es el saber lo que hace que la vida se detenga en un cierto límite frente al goce, puesto que el camino hacia la muerte, de eso se trata el discurso del masoquismo, no es nada más que lo que llamamos goce. Lacan nos da la pauta de cómo sitúa al proyecto freudiano. Si en un primer tiempo lo hizo privilegiando el deseo como deseo del Otro, en el segundo tiempo se centra en la repetición como retorno a lo inanimado. Los ciclos por los cuales la vida se conserva y se reproduce no son para él los de una bionecesidad. Esta repetición no sólo no está al servicio de la vida sino que incluso atenta contra su equilibrio. Lacan sitúa a la pulsión de muerte como el carácter radical de la repetición, aquella que caracteriza como ninguna otra cosa a la realidad psíquica del ser inscripto en el lenguaje.
Si la estructura de la repetición lleva a la Muerte, entonces la pregunta es la inversa: ¿por qué subsiste el ser hablante? Es por el principio de placer (el de la mínima tensión) que se obtiene un límite al goce. Del goce, para que la vida subsista, nunca se obtiene nada más que un plus, un plus de gozar. En nombre del principio de placer hay una pérdida de goce que Freud teoriza como el objeto perdido. No hay ningún objeto que permita evocar la experiencia original, existe sólo la marca de goce. Lo que vivimos lo vivimos como retorno, la experiencia de satisfacción nunca llega. Esta repetición siempre fallida eyecta el goce por un lado y en el mismo movimiento inyecta una pérdida.
La pérdida ya está desarrollada en Freud. A esta dimensión infinita de la repetición, que apunta asintóticamente a un objeto imposible de reencontrar, Lacan agrega la idea de una recuperación posible del goce. La repetición lacaniana contiene estas dos dimensiones, de pérdida y de recuperación, y es el objeto plus de goce el que las articula, siendo el lugar donde se produce al mismo tiempo la pérdida y la recuperación, o lo que permite que la pérdida se convierta en ganancia.
El fantasma es una cadena finita y el objeto plus de gozar es condensador del goce en el fantasma. Es un cierto cálculo que hace el sujeto con su fantasma, una manera de interpretar finita, como si ya “supiera” cómo subjetivar la pérdida de goce y cómo colmarla. En este Seminario Lacan describe la estructura del fantasma dándole valor especial al objeto plus de goce, que articula la dimensión de la pérdida y de una recuperación posible, una positivización de esa pérdida. El plus de goce es la operación del sujeto que tiene que ver con la “subjetivación” de estas dos dimensiones de la repetición.
En clases anteriores hemos ubicado cómo el saber que pone un límite al goce, proviene de una relación primitiva con el goce. Lo que hemos visto como “enforma de” es un hueco, como la horma de un zapato, y lo que viene a rellenarlo es un saber. Otro de los grandes cambios que hay en este seminario supone plantear que los objetos son de saber. El saber se origina en ese rasgo unario, en ese trazo de goce imborrable.
Otra forma de entenderlo es del lado del masoquismo. Para eso Lacan toma Pegan a un niño, le sirve para entender cómo el plus de gozar se va a ligar al saber. En el seminario 16, Lacan le dio mucha importancia al contrato masoquista, al cual lo entendemos como un saber organizado. Los masoquistas no mueren, al menos no en el contrato, lo que nos da la idea de que no se obtiene un goce completo, sino un plus de goce. Los discursos podríamos entenderlos como modos de obtener mediante el significante, no el goce completo (eso no se puede obtener) sino el plus de gozar. Nos tenemos que conformar con pequeñas porciones de goce.
Luego está el valor del latigazo como escritura de ese rastro de goce. El latigazo es la forma más simple de la marca sobre el cuerpo y a partir de ahí es el origen del significante en tanto que por el significante el sujeto se muestra como objeto de goce. Es importante cómo el latigazo enseña sobre la función del significante y veremos cómo la fantasía neurótica lo rellena con el padre (cuando en realidad es el significante mismo). La vía es pensar con qué cubrimos eso, con qué se lo tapa.
Cada sujeto obtiene un plus de gozar y se detiene. Y cuando se detiene se genera una pérdida porque el significante nunca es el adecuado. Para recuperar esa pérdida hay que ponerla en el discurso. El rasgo unario también implica la nostalgia de la pérdida como de la búsqueda de recuperación. El sujeto no repite lo mismo sino que es siempre la búsqueda de goce y lo que se produce allí es el fracaso. En el mismo instante que lo estamos repitiendo algo se pierde. Por el hecho de que esté marcado por la repetición, lo que se repite no puede estar más que en posición de pérdida con respecto a lo que es repetido.
El rasgo unario es tomado como el primero y único trazo. Se presenta como lo que vale por sí mismo, no como el significante que va a estar articulado a otros significantes. El rasgo unario es el que se empieza a contar como Uno, considerado lógicamente anterior a la estructura del lenguaje. También podría decirse que es el elemento basal del saber inconsciente. No tiene que ver con el habla, es escrito. Es la marca de goce que carece de palabra, antecedente de lo que después va a ser lalengua. Esto implica un cambio de perspectiva con respecto al cuerpo, que ya no es el de las zonas erógenas, sino fundamentalmente el cuerpo de la marca. Podríamos decir que el rasgo unario es la transferencia que se produce de lo escrito a la palabra, el sujeto con el significante trata de nombrar algo que no alcanza. La inscripción del goce produce una separación del goce y del cuerpo, desde entonces mortificado. Es el cuerpo en tanto gozado por la materia significante, el significante azota el cuerpo, contar los latigazos es ya una operación de segundo orden.
Vemos cómo todo el seminario es la manera de conectar el manejo de la escritura, lo que viene con la primera traza, con el concepto de repetición freudiana. Lacan hace un uso de la
termodinámica diferente al de Freud. Él dice que el saber que trabaja produce una entropía(p. 51). No es la herramienta sino más bien como los circuitos eléctricos. Hay una marca y hay una conducción de ese goce. En estos circuitos, por más que los físicos intenten evitarlo, siempre se produce una pérdida.
¿Dónde encontramos el rasgo unario en los discursos? En el S1 tomado como dicho primero, como la imposición de un 1 y del vacío que la acompaña que siempre va a querer engancharse a un S2 para rellenar. En segundo lugar, es el efecto del trazo en el objeto a, como rastro de goce, como subjetivación de la pérdida. Son dos lugares de la experiencia en lo que tenemos que estar con los oídos prestos.
Hablamos del saber medio de goce, pero Lacan habla de medios de goce en plural. El saber es el medio fundamental pero no es el único. Esto nos interesa porque nos abre a una dialéctica del tratamiento del goce más radical. Lo más radical tiene que ver con lo que Lacan llama el saber en su relectura de los objetos, hasta ese momento definidos como los objetos de las zonas erógenas. Ahora los objetos van a aparecer como condensaciones de saber, son cosas que el saber ha articulado con el goce. El fantasma es un saber. Los objetos están construidos con un saber, no son realidades primarias del cuerpo. Los objetos extraídos del cuerpo se depositan para taponar el agujero y es en tanto construcciones de saber que funcionan como tapones. Además, tenemos los semblantes fálicos como aquello que viene a taponar la hiancia, atuendos con los que el sujeto se viste y en los que también podemos pensar la doble cara de la repetición. Son estos diferentes medios de goce.