Clase 11 – 28 de agosto de 2024
Reseña por Anabela Bracco
Partiendo de las clases VI y VII del Apartado “Más allá del Complejo de Edipo”, Verónica Escudero nos propone pensar por qué Lacan toma los mitos freudianos del padre en el seminario de los discursos y sitúa la crítica al complejo paterno. Para ello acompaña la lectura con aportes de la conferencia “Los cuatro discursos y el Otro de la modernidad” de M.-H. Brousse y el texto “La castración y los mitos freudianos” de R. Portillo en el libro Discurso y vínculo social.
Nos sugiere servirnos del hilo del saber como pista que organiza la lectura: a partir de pensar la naturaleza del enlace del S1 con el S2 encontramos las derivaciones posibles del saber, qué tipo de saber está en juego y la relación de éste con la verdad, subrayando que el discurso analítico es el único en el que se combinan saber y verdad. Los discursos ordenan tipos de relaciones que van más allá de la palabra y del campo del lenguaje. Ya no se trata de la estructura que sostiene al sujeto sino de la estructura donde éste funciona. En la medida que el goce es el campo del psicoanálisis y es el punto donde se inserta el aparato de discurso, el sujeto no funcionará igual si el aparato de discurso se inserta en uno o en otro discurso. Brújula para pensar la relación del sujeto con el goce.
Comienza señalando el filum del padre como el eje que hay que seguir para entender lo que en el discurso psicoanalítico puede decirse. Especialmente la identificación primaria con el padre ubicada por Freud, en tanto es el fundamento para que la interpretación analítica tenga el efecto de aportar una ayuda a quien se halla en posición de analizante. Anticipa así la referencia de Lacan en El Seminario, Libro 23 acerca de ir más allá del Edipo, a condición de servirnos de él. En esto radica la importancia de los mitos freudianos sobre el padre, que muestran que con el padre no alcanza para explicar la cuestión del goce.
Tomando a la letra un párrafo de la página 93 de la clase “El amo castrado”, ubica lo que llamamos pluralización de los Nombres del Padre. Lacan dice que cualquier significante que se extrae de la cadena puede advenir a esa función de significante amo y operar como agente de la castración, quitándole así la encarnadura al padre. Esto es posible porque la función del significante es representar a un sujeto para cualquier otro significante, pero no todo. Hay algo del sujeto que permanece oculto, que escapa a la representación que el S1 puede hacer frente al S2. Eso opaco que no puede ser reabsorbido por el significante es lo que se inscribe en la repetición, entendida como repetición de goce: la marca, el palote, el rasgo unario.
Toma lo Urverdrängt freudiano, lo reprimido originario, que no ha tenido que ser reprimido porque lo está desde el origen, saber acéfalo. Sobre eso perdido para el discurso amo se asienta el soporte mítico de las sociedades. Se subraya la utilidad clínica que tiene el saber mítico como un saber distinto al que produce el amo, saber que en ese discurso nunca se reunirá con la verdad. El saber del amo y el de la ciencia como versión retocada de éste, es un saber autónomo del saber mítico. En este sentido, el discurso analítico plantea la pregunta de para qué sirve un saber que rechaza la verdad. Justamente sirve para reprimir lo que habita en el saber mítico. Por eso solo podemos anoticiarnos del saber disyunto, retorno de lo reprimido, lo que se estropea en el enlace.
Entramos en la clase “Edipo, Moisés y el Padre de la Horda” por el lugar de la verdad y lo que en cada discurso va a parar a ese lugar. Encontramos la referencia de Lacan acerca de la importancia del análisis. Allí refiere que si este tiene importancia es porque la verdad del amo está enmascarada.
Recorriendo los distintos discursos, sitúa los lugares invariantes y los elementos que circulan por ellos. El lugar de comando, el agente que ordena, le da el nombre al discurso y es un lugar homólogo en los cuatro discursos. Sin embargo, lo que en cada discurso se ordena y los efectos que tiene son totalmente distintos en uno y en otro. A diferencia de lo que ocurre en el discurso amo y en el universitario, donde la pregunta por la verdad no tiene lugar, en el análisis es necesario interrogar ese saber que excluye la dinámica de la verdad, producir una escansión, ya que allí está la posibilidad de emergencia de la pregunta por la verdad y la localización subjetiva.
Así da el salto al discurso analítico, ubicando en el lugar de mando el objeto a. Se subraya la ambivalencia del objeto a, causa de deseo y plus de gozar. Ubicarse en el lugar dominante como objeto a es decirle al sujeto “todo lo que diga puede servir” y a partir de ello alcanzar las migajas del goce. Lo que se escribe en el lugar de la verdad es el saber como medio de goce. El saber que aquí se pide, es aquel saber hermano de la verdad del sujeto. Llegamos finalmente al meollo de la clase, a partir de lo que Lacan pronuncia en la página 115. “Lo que adviene del saber al lugar de la verdad en el discurso analítico es el mito”. Recordando lo trabajado previamente sobre la verdad que sólo se sostiene en un medio decir, se sitúa que el mito encarna muy bien esta cuestión, ya que allí la verdad se muestra alternada en cosas opuestas que hay que hacer girar una en torno a la otra.
Lacan se sirve de los tres mitos freudianos para ubicar que cada uno en su versión da cuenta de alguna explicación acerca de la perdida de goce, su regulación o prohibición, su imposibilidad, pero al mismo tiempo todos enmascaran la castración del padre. Desde este punto, en una relectura del mito de Edipo se pregunta por qué su final es trágico. Lo que muestra allí es la relación trágica que hay cuando se accede a la verdad toda. Edipo accede a Yocasta por el desciframiento de la verdad toda, por eso se arranca los ojos. Lo que hace soportable lo insoportable de la verdad toda es la castración. Lacan dice que el padre entra en su función edípica como agente de la castración estando ya castrado por el lenguaje. Cara del padre vinculada a la castración simbólica. Hay otra cara ligada al goce, al Uno. Por último, trae el modo en que M.H. Brousse define el paso de cada sujeto por el mito, el modo en que cada uno subjetiviza la manera en que se explicó la castración de goce, ya que no se puede acceder al goce completo. Todo lo que implique una imaginarización con estilo épico es del orden del mito. Se subraya el mito como una defensa contra lo real sin sentido. Allí se señala la definición lacaniana en “Televisión” respecto del mito como dar forma épica a un hecho de estructura.