Clase 15 – 23 de octubre de 2024
Por Iara Bonaventura
En esta clase, Verónica Escudero desarrolla los capítulos XII Y XIII y comenta que junto con los capítulos X y XI es lo que Miller denomina a este apartado “El reverso de la vida contemporánea” y le dedica a pensar la época. Retoma el valor de la angustia trabajada en la clase anterior, como afecto por excelencia que junto a los efectos de que el Amo cambie, da por resultados nuevos objetos y nuevos espacios.
Plantea la diferencia entre impotencia e imposibilidad, cita un comentario de Antoni Vicens “pasar de la impotencia a la imposibilidad y viceversa”, porque le permite dar cuenta de que los discursos no se tratan de pasar de uno a otro en un orden progresivo, sino que es un circular del Sujeto de uno en otro y viceversa, que nos permite inferir cierta idea de sincronía en este circular del Sujeto por los discursos.
Hace referencia a los imposibles de cada discurso como lo que no hay: No hay manera de gobernar, de educar, de analizar ni de causar deseo. Y la impotencia hay que pensarla en relación a la Verdad, la impotencia de la verdad para nombrar a lo real. La verdad importa como medio dicho, lo cual es distinto al efecto que tiene la ciencia, que es la desvinculación total del sujeto y la verdad. En el Discurso Analítico el saber va al casillero de la verdad, hay una relación entre el saber cómo medio de goce y la verdad no toda
Plantea los discursos como algo que pueda mediar, apostar a que algo entre al discurso. El discurso amo ofrece algo que marca, pero divorciado el saber del sujeto, en cambio el significante que produce el discurso analítico, un significante especial, diferente, el sujeto esta concernido, no sin las vueltas dichas en las que se puede cernir un semblante, y se pueda pasar del a como producto plus de gozar al objeto causa
En el capitulo XIII cita la importancia del concepto de Vergüenza como testimonio del agujero entre S1 y S2, y de la importancia de “avergonzarlo” pero de ese enlace S1-S2, que implica un goce, para que pueda hacer otro.
Plantea que cuando Lacan habla de las variaciones del discurso amo, dice que es una variación que empezó en el momento de la historia que la plusvalía puede empezar a contabilizarse. Resalta lo de contar para pensar la marca y su función. Explica que para Lacan la marca se convierte en significante a partir de un acto de escritura, es en el acto de fundación del origen lo que importa que el trazo unario va a pasar al sistema más significante. Un significante solo no es nada, solo es aquello que representa a un sujeto para otro significante, por su lado el trazo, el rasgo unario se presenta por lo que es, vale por sí mismo, esto quiere decir que a diferencia del significante no es una función de representación, el trazo no representa a un sujeto para otro significante, es por esto que siempre es primero, el que se empieza a contar como uno y es también por eso que se lo puede considerar como anterior, al menos lógicamente, a la estructura del lenguaje. Para el ser hablante el goce es correlativo de la entrada en juego de la marca, del rasgo unario, del trazo, esto es aquello que lo marca para la muerte, es la pulsión de muerte del ser hablante, la inscripción de goce provoca una separación entre el goce y el cuerpo. “El goce es exactamente correlativo de la forma primera en que entra en juego lo que llamo la marca, el rasgo unario, que es marca para la muerte…” (Lacan Sem 17, pág. 191). Verónica señala que es acá donde se condensa bien la función del lenguaje, no es el padre finalmente, es el rasgo unario el que va a hacer que sea imposible que la verdad atrape todo sobre el goce, porque hay una separación ahí. Hiancia infranqueable, eso es efecto del lenguaje, no importa donde se localice el goce siempre tiene que ver con el ingreso del significante. Permite pensar la noción de impotencia de la verdad “En la medida en que el lenguaje, todo lo que instaura el orden del discurso, deja las cosas en una Hiancia, podemos estar seguros de que siguiendo su hilo nunca haremos otra cosa que trazar su contorno” (Lacan, Sem 17 pág. 191). Es por esto que el discurso analítico pone en juego el amor a la verdad mediodicha, el amor a la verdad que no vele la castración.