Clase 6 – 22 de mayo de 2024
Reseña por Agustín Casagrande
“man möchte sagen, dass der Mensch glücklich sei,
Ist im Plan der Schöpfung nicht enthalten”
Sigmund Freud, Das Unbehagen in der Kultur (p. 42)
La presentación de José Lachevsky comenzó con una afirmación: “el campo lacaniano es el campo del goce”. Esta formulación, dio lugar a un estudio del capítulo V, mediante el despliegue de tres niveles analíticos interconectados: lo político, la epistemología y la clínica. Lo que recorta la especificidad del psicoanálisis, en la lógica de los discursos, es que si bien “todo discurso busca dominar” —relación mando obediencia—, éste debe estar advertido de esa tendencia para evitar caer en el modo dominante. Esta advertencia permitió reconstruir un primer momento oposicional de Lacan con relación con la psiquiatría de Henry Ey. Es que al proponer como quintaesencia a la conciencia, sosteniendo una parte sana del yo “que domina las pasiones”, se ocluye la relación del inconsciente con un saber-no sabido. Para Lacan no se trata sólo de la subversión de ese yo autónomo, la apuesta es radical: el sujeto “no sólo no sabe lo que dice, tampoco sabe quién lo dice”. Esa aspiración de la IPA resuena en una promesa que toca la clave clínica y lo político: la felicidad. La crítica lacaniana, implica, por un lado, analizar dicho concepto en lo tocante al goce, pensado a partir de Freud como fálico, donde se goza a partir del falo. Esta reflexión freudiana, retomada por la Ego Psychology, piensa la problemática de un afuera del locus “privilegiado del órgano”, de donde surge la pregunta por la histeria. Pero la cuestión se complejiza cuando se conecta con una política de la felicidad, que se materializa en una oferta realizada a las mujeres para evitar esa falta, una instancia mediadora de aquello de lo que están excluidas. Esta última precipita en la clínica de la histeria; la cual no puede ser pensada por fuera del contexto sociopolítico.
Pero no es esta la única separación que propone Lacan con relación al goce. Con relación a la filosofía propone una inversión del saber, donde emerge un más allá (del principio de placer); a partir del cual se recorta la repetición del rasgo unario como agente de goce, que remite a una memoria y una actualización de ese goce. Esta dimensión teórico-clínica otorga su especificidad a la escucha que sin —la posición de un saber filosófico-generalista— produce un saber singular en el sujeto. Por otra parte, a la hora de pensar la sexualidad se plantea una contraposición con la biología. Ello, en tanto que la búsqueda de la especificidad humana —a diferencia de las plantas, y su goce o “dolor infinito” (p. 81)— decanta en una relación entre sexualidad y goce, que invierte la formulación freudiana que se fundaba en la hipótesis de la reproducción y la muerte. Esta reflexión sobre la sexualidad, da lugar a un estudio filológico sobre gens, fisis, sexus; el cual es rápidamente dejado de lado, para ingresar en la “connivencia social” (p. 83), que produce la sexualización de la diferencia orgánica, obliterando la hipótesis de “los sexos al natural”. Punto clave, de este dispositivo para la producción de un saber medio-de-goce que encuentra una agente: la madre. Este punto abrió lugar a una discusión en torno al saber materno: ya sea en la crianza tradicional o en los nuevos mecanismos de producción de un saber —libros parentales, videos, etc.—. Se hizo un recorte de la oposición entre una dimensión clínica en términos institucionales-hospitalarios, donde emerge una insuficiencia un saber-hacer medico sobre la crianza frente a la brecha que establece tener, o no tener, un deseo del Otro.
Más adelante, se avanzó sobre el giro epistémico-político que habilitó el pasaje del discurso del amo al universitario. Si en el discurso del amo, el lugar de la verdad estaba ocupada por un sujeto barrado ($), existía una posibilidad de sacar a la luz dicha instancia oculta, comprimida. Mientras que el discurso universitario, al colocar al amo (S1) en dicho lugar, redunda en un desconocimiento radical en torno a quién manda en nombre del saber: ¿Cuál es la última mano que mueve el tablero? Esta modificación estructural es la consecuencia de una alteración en la relación con la máscara del saber. Si en el discurso del amo se trataba de la expoliación del saber —carácter propio del amo— que luego era sometido a su capricho, a la arbitrariedad del amo; en el discurso del amo moderno-universitario el saber se presenta como razonable, guiado por una apreciación probabilística de una conciencia racional que propone las mejores soluciones a los problemas que se presenten. Allí, la referencia a Saint-Just y la propuesta de la felicidad —la felicidad pública fue un lema revolucionario del siglo XVIII— que insufla de vida los saberes que están a la base del discurso probabilístico-universitario: la economía política, la física termodinámica. Es que el cálculo de probabilidades y la cuantificación energética, que alimentaron la revolución industrial excedieron de su aplicación a la naturaleza, fomentando una alianza entre el capitalismo y el discurso universitario, volviéndose un criterio político de gobierno social. José Lachevschy exhibió las consecuencias de este giro epistémico-político, mediante la “yocracia” que trae Lacan en la página 84 de su seminario, donde la demanda de evaluación constante, la calificación, la reducción económico-regulatoria de la experiencia, produjo una nueva subjetividad donde el saber inconsciente no corre más. “El sujeto ya no es más aquello que representa un significante para otro significante, sino que devino un objeto que espera ser cuantificado y calificado”. La conclusión política se vio en un último punto, que presentó la confusión entre amo y rico, que si bien antes estaban diferenciadas ahora se encarnan por los mismos actores. La sesión concluyó con una serie de preguntas: la primera sobre la clínica de niños y el psicoanálisis, en la tensión que define la demanda y el rechazo a la evaluación; Por otra parte, una pregunta quedó resonando “¿Nosotros sostenemos el discurso analítico, o éste nos sostiene a nosotros?”.