Clase 4 – 22 de junio de 2024
Reseña por Adriana Saullo
La cuarta clase dictada en esta oportunidad por Laura Arroyo como docente invitada, lleva por título “Lectón”, lo que torna legible el significado. Contamos también con las interlocuciones de Marisol Gutiérrez y Gabriela Rodríguez.
El recorrido tiene su punto de partida en la pregunta tres formulada por Robert Georgin a Lacan: “¿Una de las articulaciones posibles entre psicoanálisis y lingüística no sería acaso el privilegio acordado a la metáfora y a la metonimia, por Jakobson en el plano lingüístico y por usted en el plano psicoanalítico?”
En la presentación de “Radiofonía” a los libreros, Miller tituló esta respuesta “Sentido y goce en la metáfora y en la metonimia”, lo que será tomado también como punto de orientación para el desarrollo de la clase, que se dividirá en dos partes:
Los incorporales y el lectón estoico
Teniendo en cuenta el texto y el contexto de la respuesta, Laura señala el calificativo de “audiencia colchón” que Lacan utiliza al referirse al público que lo escucha- incluidos los analistas que vienen formándose con él desde la época de Sainte-Anne-. La audiencia así designada pareciera aludir a una estofa difícil de atravesar, en el sentido de que aún no distinguen que los conceptos de metáfora y metonimia no coindicen con los desarrollos de Jakobson. Si bien fueron conceptos de los que se sirvió para referirse a la metáfora como condensación y a la metonimia como desplazamiento, para Lacan se tratará de otra cosa, por eso hará uso de un término de la tradición estoica: el lectón, lo que vuelve legible un significado.
Retomando el señalamiento de Pablo Martínez Samper en la clase anterior sobre los cuatro incorporales: vacío, lugar, tiempo y lectón, Laura toma como referencia un texto de Graciela Fabi sobre los incorporales en la Filosofía Estoica (*) traducidos en este artículo como incorpóreos. Los incorpóreos no son determinados causalmente por los cuerpos, sino que ellos pertenecen a un cuerpo o acontecimiento determinado, o están presentes en él. No son del ser ni de la propiedad del ser, sino de lo que se dice o afirma del ser, de modo que no puede decirse que los incorporales existan, pero sí pueden pensarse como subsistentes. A pesar de ser inexistentes y, por consiguiente, irreales, son la condición indispensable para construir la realidad de lo corpóreo. Todo cuerpo deviene así causa de algo incorpóreo para otro cuerpo al actuar sobre él.
La causación, por su parte, es la acción de un cuerpo sobre otro cuerpo; por ejemplo, el corte de un cuchillo sobre la piel. La piel cortada, no es otro cuerpo, porque la piel ya estaba desde el principio, pero lo que produce el cuchillo en la piel es un lectón incorpóreo: el predicado “está cortada” introduce un nuevo atributo, un efecto que no debe ser clasificado entre los seres. Como dice Platón en El sofista, es un decir, es asignar un predicado al sujeto, distinto a la tarea lingüística de nombrar que selecciona un objeto.
Lacan se referirá al lectón en el Seminario 12 y en el Seminario 13. Podemos leer en la clase del 7 de abril de 1965 la operación de Lacan al localizar en esa antigua tradición estoica, al lectón como el “arte del decir”, para diferenciarlo de la pareja saussuriana significante – significado y con ello también marcando su distinción de la lingüística. Por su parte Jacques- Alain Miller en 1,2,3, 4, Tomo I- capítulo VIII “El lugar del sujeto”, considera que esta diferenciación no es un planteamiento lingüístico sino ético. El lectón no es un significado sino “aquello que se quiere decir”. Por eso Lacan en “Radiofonía” lo traduce como el punto de basta “aquello por lo que el significante detiene el deslizamiento indefinido de la significación”. Para que acontezca ese efecto de precipitación del significado; el punto de almohadillado donde el significante atraviesa el significado, hace falta la repetición y la insistencia significante para producir en la experiencia analítica lo que se quiere decir. Ese efecto de lo que se dice origina un sentido nuevo, homologable en este punto al lectón que incorpora un nuevo atributo; ese algo más que acontece en el cuerpo a través del lectón, como cuando el sujeto es transformado por la interpretación analítica. La pregunta que hace titilar Miller es sobre la aparición del objeto (a); interrogar en qué medida este efecto de discurso sea quizás también su producto. En ese sentido el objeto (a) descompleta la lingüística estructuralista.
Los hilos de la clase nos conducen ahora a la primera escena de “Atalía” (1804), la última obra teatral de Jean Racine, donde la línea del análisis de Lacan en el Seminario 3, capítulo XXI, será mostrar el efecto significante y el punto de almohadillado.
Racine se apoya en una historia bíblica sobre los hijos de Judá y de Israel, dos tribus enfrentadas, una de las cuales es la de Atalía -viuda del rey de Judá- y otra la de su esposo Joram. Atalía reina ahora en Israel, pero adora a Baal. Por ello perpetra el exterminio de toda la raza real de David, haciendo morir a todos los niños. Sólo el nieto de Atalía, es rescatado por el Gran Sacerdote Joad y su esposa y es protegido con otra identidad en el Templo de Jerusalén, hasta que pueda ser proclamado rey de Judá.
Lacan se interesa en el primer acto, específicamente en el diálogo de Abner -oficial del ejército de Atalía- y Joad, que inicia así: “Sí, vengo a su templo a adorar al Eterno…”. Lacan ahonda en las ambigüedades de este sí, puesto que sólo se sabrá el sentido de lo que se trata en un après-coup. Gabriela destaca como operación de lectura, de este desarrollo y los que siguen, el telón de fondo de la práctica analítica. Articula aquí este suspenso inicial de la trama con la situación analítica; cuando los analizantes tienen esa modalidad de la palabra, el sentido de lo que se va a producir se presentará solo retroactivamente. Por otro lado, señala que lo quiere introducir Lacan como operación de lectura no se capta en sentido estricto en el argumento de Atalía, en lo narrado. Del mismo pasa con el analizante; en la novela que construye no se atrapa lo que interesa a la operación analitica.
Lacan no se detiene en el sentido lineal de lo que viene a decir Abner, sino que hace foco en los significantes que va recortando como podemos leer en el texto: “adorar al eterno” -que queda en suspenso-; “adoradores celosos apenas unos pocos– plano de la significación que indica de qué se trata, donde recorta “celo”( rivalidad para el oído del Gran sacerdote)-; “Tiemblo porque Atalía” -“tiemblo”– quemuestra la agudeza significativa del discurso e introduce una indicación en doble sentido, (¿de amenaza o de consejo?) donde es necesario que el otro la adivine. Pero en cuanto el Gran Sacerdote apriete un poco a Abner y le diga “Basta de tantas historias ¿de qué se trata?”
¿Cuál es entonces el papel del significante? Hay un momento en que Joad toma verdaderamente la palabra: “Temo a Dios”. El temor de Dios es el significante rígido, que no rueda por todos lados y que Joad va a sacar de su bolsillo en el momento preciso donde advierte el peligro. El significante “temo” es una invención que reemplaza los temores innumerables por el temor a un ser único. Para tal invención hay que ser poeta o profeta y en la medida en que Joad lo es un poco es que puede usarlo del modo en que lo hace ese significante mayor o primordial. Es ese significante el que domina, ya que, en lo tocante a las significaciones, ellas están cambiadas completamente. Por ello, ese temor de Dios “lleva a cabo el pase de prestidigitación de transformar, de un minuto a otro, todos los temores en un perfecto coraje”
Aquí vemos cómo se organiza toda la respuesta de Lacan: la trasmutación de la escena por la invención del significante. El punto de almohadillado es la palabra temor, alrededor de la cual todo irradia y se organiza. Por caso, la escena pasa del suspenso al sentido y el afecto del temor al coraje lo que conlleva a un cambio en la posición subjetiva. Es entonces en ese punto de convergencia lo que permite situar retroactivamente todo lo que sucede en el discurso. En el Seminario 17 renombrará ese punto de almohadillado como el S1, el significante amo “que prende y hace discurso”.
Respuesta a Lyotard: del anclaje en el inconsciente figurativo al inconsciente depósito. Aluvión del lenguaje
En esta tercera respuesta que nos ocupa, Lacan destaca en“Radiofonía” que el punto de almohadillado hace el anclaje en el inconsciente. La lectura de Lacan de la barra saussureana hace borde con lo real, salta del significante que flota al significado que fluye. “Es lo que opera la metáfora, la cual obtiene un efecto de sentido (no de significación) a partir de un significante que hace de adoquín en la ciénaga. Probablemente este significante solo falta desde entonces en la cadena de una manera precisamente metafórica, en la medida en que esta resulta de un hacer”. Muy diferente es el efecto de condensación que parte de la represión y hace retorno de lo imposible concibiendo así un límite donde se instaura por lo simbólico la categoría de lo real.
Vendrá luego la referencia al libro de Lyotard (el profesor anónimo al que Lacan se dirige en este punto) Discurso, figura, “El trabajo del sueño que no piensa”,donde si bien se opone a las proposiciones de Lacan, introduce las leyes de lo imaginario propias de la figura del sueño y autónomas en relación al discurso. La condensación emula un proceso físico por el cual los objetos que ocupan un espacio son comprimidos para alojarse en un volumen pequeño. Hay en el sueño un elemento donde el espacio neutro en el que se dispone el significante en su estructura localizada, se vuelve opaco y está perturbado. Da allí el ejemplo de la bandera, que evoca Lacan en “Radiofonía”, donde se puede leer “revolución de octubre” cuando está bien desplegada; y cuando el viento ondula sus pliegues, al modo de la condensación, se puede leer “sueño de oro”. Lyotard quiere demostrar así la figuración en el inconsciente, no coincidiendo con el carácter no sustancial de la concepción lacaniana del inconsciente. Contestará Lacan que en esta condensación se elide lo imaginario por ser tipográfico, que el efecto de no sentido no es retroactivo en el tiempo como en el orden simbólico, sino muy actual, asunto de lo real. Agrega que, si el significante resurge como un gallo en el significado de la cadena superior de la barra, es porque cayó de esta cadena al no coincidir con ella. De modo tal que lo aquí opera es el arte poético. Para los lingüistas el llamado inconsciente se apoya en un grotesco figurativo que solo opera por las razones; mientras que la materialización intransitiva del significante al significado, el inconsciente, no es anclaje, sino depósito, aluvión del lenguaje.
El detallado seguimiento de Laura del argumento de Lacan abrirá la pregunta ¿cómo se filtra el goce en el inconsciente que tiene estatuto de lenguaje?
Será por la vía de la metonimia, que no se sirve de la barrera del no sentido sino del goce, donde el sujeto se produce como corte, reduciéndolo a una superficie ligada a ese cuerpo, producto del significante; goce del Otro, porque en la medida en que esta embelesado por su cuerpo, este deviene el lugar del Otro. A propósito de este corte, Lacan expondrá también que el corte interpretativo revela la topología que lo ordena en un cross-cap, en una cinta de Moebius. El corte longitudinal en la banda hace que tenga dos caras cuando antes tenía solo una. El inconsciente y en consonancia el sujeto solo surge así de la interpretación. El uso de las figuras topológicas le permite a Lacan salir del malentendido de la división significante-significado y de lo figurativo, para introducir el cuerpo y lo real.
Para finalizar Marisol nos leerá el último punto de la respuesta de Lacan porque condesa lo desarrollado en la clase: “Es que no metaforizo la metáfora, ni metonimizo la metonimia al decir que equivalen a la condensación y al giro en el inconsciente. Pero me desplazo con el desplazamiento de lo real en lo simbólico, y me condenso para dar peso a mis símbolos en lo real, como conviene al seguir al inconsciente en sus huellas” Parece, continúa Marisol, que acá está en juego lo que separa de la lingüística al hacer la conexión real- simbólico, lo que metáfora y metonimia operan en la metabolización del goce. Marca así su diferencia; más cercano a Freud que a los lingüistas, pero con el uso lacaniano de las referencias.
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