Clase 2 – 27 de marzo 2024
El analista y los semblantes en la experiencia analítica.
Reseña por Tomás Perkins
La clase estuvo a cargo de José Damiano.
Abordó la cuestión del “objeto a como semblante”; comenzando por señalar que dicha fórmula debería provocar sorpresa y nos invitó a la interrogación por ese sesgo, ya que en la enseñanza de Lacan lo situábamos como lo real.
En primer lugar, presentó una ubicación general de la categoría de semblante.
La enseñanza clásica de Lacan se la puede ordenar con esta estructura:
Lo Simbólico como registro que domina lo Imaginario en la búsqueda de actuar sobre lo Real. Ese periodo clásico consiste, precisamente, en desplegar los poderes de la palabra y el lenguaje. La práctica analítica, la eficacia del psicoanálisis y las intervenciones del analista se entienden a partir de la primacía de lo simbólico.
Luego en el Seminario XVIII aparece la categoría de semblante, que consiste en tomar de manera conjunta el registro Simbólico y el Imaginario en ese movimiento de localizar y tratar de operar mejor sobre lo Real. Este momento implica entonces una desvalorización de la palabra. Lo escribe así:
Y si siguiéramos un paso más, lo que se conoce como su última enseñanza es una equivalencia de los tres registros:
R – S – I
La propuesta de lectura de Damiano nos lleva al Seminario XX, en la clase “El saber y la verdad”, donde Lacan sitúa el objeto a como semblante; graficándolo con un esquema en forma de triángulo. Miller lo precisa como la puerta de entrada a la última enseñanza, ya que los tres registros aparecen equiparados; ninguno tiene dominancia sobre otro.
Figura 1: Esquema de la página109 del Seminario Aún.
En segundo lugar, señaló que el semblante no debe confundirse con la apariencia. La apariencia es un término filosófico que nos hace suponer detrás una esencia. Mientras que el semblante no remite a nada detrás. Retomó de la clase pasada la función de velo del semblante y su operatividad. Se refirió a la función del semblante de velar lo real, pero agregó que además indica un real. Porque lo que le interesa a Lacan es la operatividad posible del semblante sobre lo real.
Hay dos semblantes fundamentales en la práctica analítica:elSsS y el objeto a.
Precisó que Lacan aplica la categoría de semblante específicamente al agente del discurso -no al discurso completo-. A partir de ahí tenemos cuatro semblantes básicos, que son los agentes de un discurso.
El SsS no tiene su lugar como agente del discurso, sino como saber en el lugar de la verdad. En el discurso analítico el objeto a es el agente, por lo tanto semblante. Pero, ¿Qué quiere decir eso?
Damiano se preguntó qué implica que un semblante sea operativo y utilizable. Lo mostrará con el SsS.
Dijo que tanto analista como analizante, desde lugares diferentes, suponen que vendrá un saber del inconciente. El analista no lo tiene, pero debe hacer un ‘semblante de’, para hacer existir ese saber. Leyó a Miller en El banquete de los analistas: “La distinción entre dos tipos de saber (a uno se le puede agregar sé y al otro no) torna necesaria, como mediación, como lazo, la función del sujeto supuesto saber. Solo cuando se distinguen estos saberes -el que sé y el que hay, sin que yo pueda decir que sé-, en la brecha entre ambos se inscribe el sujeto supuesto saber, que es en el fondo otra manera de escribir el saber en posición de verdad”. La función del SsS como semblante es una mediación para acceder a un saber escrito, real, en lo inconciente.
Agregó que es fundamental distinguir la creencia del uso para la categoría de semblante y la problemática de cómo encarnarlo. Si uno se cree el semblante de analista, si se identifica a la función, la anula. Si está del lado de la creencia, se ubica en mala posición. En cambio, si está del lado de preguntarse cómo puede utilizar ese semblante, esa es la buena manera para la práctica analítica.
Continuó luego con la categoría de objeto a. Del objeto a como semblante, pasó a otra fórmula que es “causa de deseo”. Siempre que Lacan se refiere al lugar del analista como agente de discurso destaca su función de causa de deseo.
El término causa tiene dos aristas: una es la pregunta por la causa y otra es la causa propiamente dicha. La pregunta por la causa rápidamente nos lleva al sin respuesta o a la respuesta por el Otro del Otro, en un lugar que es una hiancia. Se puede seguir preguntando por la causa porque siempre falta un significante (inconsistencia del Otro). En cuanto a la causa propiamente dicha, subraya que el psicoanálisis puso en ese lugar un objeto. Eso es una enormidad, ninguna otra disciplina (filosofía, ciencia, religión), aceptaría esta propuesta. Falta un significante (Otro tachado), pero ahí hay un objeto. Ese objeto en el lugar de causa produce un efecto que es: deseo. ¿Deseo de qué?
El sujeto histérico enigmatiza ese objeto, lo pone en el lugar de la verdad y así causa un deseo. La pasión histérica es hacer desear al Otro, pero para que produzca un saber respecto de la relación sexual. ¿Qué hacemos en psicoanálisis con ese deseo? Lacan lo articula con el deseo de saber. En el discurso analítico es el analista el que hace trabajar. Su función no es producir ese saber, sino interpretar.
Entonces, el sujeto está en el lugar del trabajo y se produce, con la suposición de saber, un nuevo significante amo.
Si nos abocamos a la noción de objeto, tenemos en un primer momento que el objeto está ubicado como imaginario, en tanto es una imagen la que captura la libido de un sujeto. Es el objeto del deseo en su estatuto imaginario.
Cuando pasamos al registro simbólico nos encontramos con que el objeto es una falta. Falta el objeto adecuado en lo simbólico. En ese lugar ponemos el objeto fálico como algo que captura. Pero siempre ese objeto fálico termina en castración.
Finalmente, cuando abordamos el registro de lo real, tenemos lo que Lacan situó en el Seminario X del a como causa de deseo: ese objeto real, parcial y que es una parte del cuerpo propio que ubicamos en el campo del Otro. “Prueba y única garantía de la alteridad del Otro”.
Entonces, cuando Lacan dice semblante, pone en juego toda esa elaboración del objeto.
En el desarrollo de la clase volvió al esquema del triángulo para destacar que, además de equiparar los tres registros, la sorpresa es que Lacan ubica al objeto a como un semblante y en el lugar de ese real -donde hubiéramos esperado encontrarlo- ubica una vacuola de goce.
Cuando pasamos del a en el Seminario X al a en el discurso, hacemos un salto muy importante, que es darle una nueva función, como plus de goce. El a en los discursos funciona como objeto plus de goce.
Todo discurso regula, distribuye y ordena de determinada manera el goce. Pero queda algo que es siempre un exceso inasimilable, plus de goce.
Se espera que un sujeto, en el sentido del final del análisis, se separe del objeto a como plus de goce. Que la travesía por el fantasma, llevar hasta las últimas consecuencias su relación al saber inconciente, tenga como uno de los efectos separarse del plus de goce.
Damiano se preguntó: el objeto a, ¿es real?, ¿es semblante? ¿respecto de qué? Este movimiento, la posibilidad del pasaje del objeto a de real a semblante, ¿no es entendible también como una operación que el sujeto puede llegar a hacer o no, gracias al análisis?
Por último, destacó el piso inferior del discurso analítico, donde los S1 que son producto de un análisis tienen un imposible, están en barrera con el saber en el lugar de la verdad. A ese punto de la imposibilidad llegamos con el producto del discurso analítico.
Siguieron a continuación los interrogantes de los participantes y el equipo docente, suscitando nuevos comentarios, quienes además agradecieron al invitado las precisiones del recorrido.