Clase 3 – 10 de abril 2024
El analista y los semblantes en la experiencia analítica.
Reseña por María de Jesús Ferrero
El pasado 10 de abril se llevó a cabo el tercer encuentro del Seminario de Lectura de Miller, a cargo de Andrea Perazzo. Nos propone un recorrido de lecturas, donde toma el capítulo “El analista y los semblantes” del curso de Miller junto a otros textos para abordar el tema a trabajar: la posición del analista y su afinidad con la posición femenina; que junto a un Testimonio de pase y el control, fueron los puntos en los que centró el trabajo.
Comienza la clase con: “EL analista” no existe, así como “La/ mujer” no existe, existen mujeres una por una y analistas uno por uno. Imposibilidad de definirlos en tanto universal. La pregunta ¿qué es un analista? hace agujero en el saber y está en el centro de la Escuela. Es en el dispositivo del Pase donde se pone al trabajo: cómo cada uno deviene analista.
No hay el “ser” del analista, su lugar en la práctica analítica se define a partir del semblante. El analista en la transferencia puede funcionar como SsS (Sujeto supuesto saber) y como semblante de objeto a, a condición de no identificarse con el objeto, lugar donde la transferencia analítica lo destina. Cuando nos referimos a la posición del analista en el lugar de semblante de a, es a partir del funcionamiento del goce.
El semblante tiene por función velar la nada y Miller en este curso señala: “El psicoanalista hace semblante”, y aclara en su texto “De mujeres y semblantes” , que “hacer” no implica verbo, sino que hay que tomarlo como posición, ya que pensar el analista como semblante de objeto, hace pensar al objeto como sustancia de la cual el analista sería semblante, y lo que no hay que olvidar es “que el objeto mismo es semblante”.
Es en el Seminario 19, con Lacan, donde encontramos que el analista ocupa legítimamente la posición del semblante porque no hay otra posición sostenible con respecto al goce. De esta manera nos invita a pensar que en el discurso analítico el semblante deviene un lugar, el del agente, donde Lacan pone el objeto a, semblante para tratar el goce. La posición del analista hace funcionar el semblante manteniendo el vacío. Se trata de saber hacer de objeto sin serlo.
La docente propone servirnos del testimonio de Pase de Ana Lúcia Lutterbach Holck, ya que resulta una preciosa enseñanza sobre: la afinidad entre la posición femenina al final del análisis y la posición del analista como semblante. El testimonio, es considerado el caso clínico por excelencia, ya que es el que escribe el sujeto mismo a partir de lo que obtuvo de su experiencia analítica. Miller en este curso, señala: que el pase tiene dimensión de semblante, ya que permite ver en el relato cómo se construyeron las ficciones. En el de Ana Lúcia, se ve muy bien el pasaje de la solución histérica a la posición femenina y cómo el semblante se opone a la identificación. Para ocupar la posición de semblante de a, es necesario la desidentificación fálica, la construcción y el atravesamiento del fantasma, que conlleva la extracción del objeto del campo del Otro.
Enfatiza que es importante no confundir posición femenina con la mujer, no es privilegio de la mujer (como lo demuestra la propia histeria), ni con la identificación al objeto. La posición femenina es producto del resultado de un análisis, donde el analista puede hacerse causa del deseo del Otro, y así poder ocupar la posición de semblante de objeto a en el discurso analítico, esto es, posibilitar que el analizante aloje en el lugar vacío el objeto pulsional de su fantasma.
La AE plantea los distintos momentos en relación al objeto, con sus tres versiones: las dos primeras en la vía de la identificación: al objeto idealizado (falo preciado) y al objeto desecho, objeto del fantasma masculino perverso; y al final como semblante de objeto causa, donde no se identifica a ningún objeto en particular. Con la revelación del fantasma pudo verificar que hacía de ella un objeto a ser tenido, hacer y acontecer para un supuesto goce del Otro. Nombrar el goce tuvo como efecto la extracción del objeto (en sus dos versiones objeto idealizado y objeto perverso) que velaba el agujero del Otro y así el fantasma perdió su consistencia imaginaria y se desvaneció. Se separa de las identificaciones que la alienaban y el objeto al cual se identificaba el sujeto transformó su función de tapón con el que cubría el agujero en el Otro, para asumir la causa del deseo. Creer ser el objeto en posición de causa, pero no serlo, allí se puede consentir en ocupar el lugar de semblante de objeto a, causa del deseo para otro. Suspendido de su ser, el analista se torna semblante de a, lugar vacío que se ofrece para el trabajo de deducción del fantasma de otro.
Y luego, Andrea Perazzo recorta y retoma una pregunta de Lacan, del Seminario 17: que “haya” analista ¿quién puede saberlo?, depende de que se ubique en su función, pero esto no es anhelar o querer estar, entonces ¿cómo lo comprobamos? Que “haya analista”, que funcione como semblante de objeto a en el discurso analítico, no va de suyo, no es de una vez y para siempre. No hay identificación a una función del analista. No es universal. Hay que verificarlo vez por vez, y es aquí donde se evidencia la importancia del controlen la formación del analista.
No podemos pensar la práctica del analista sin control. Se controla la posición del analista en la transferencia, el acto analítico, ¿dónde estoy para cada sujeto?, es allí donde se verifica si el analista está en función con su deseo, el deseo del analista, ocupando el lugar de semblante de a para conducir una cura. Podemos obstaculizar el trabajo del analizante si no estamos ubicados de la buena manera, esto es cuando el analista opera con su fantasma, cuando la identificación a la que el analista esta sujetado hace obstáculo para hacer semblante de objeto a.
Concluyendo la clase, la docente comparte algunas pinceladas de una conferencia de Christiane Alberti: en el control ponemos en juego la manera de hacer uso del semblante, de ponerlo en función de diversas formas de un paciente a otro y del Otro de cada paciente: para uno será una piedra, para otro un partenaire bien vivo; pudiendo hacer uso del semblante con más libertad si estamos suficientemente desprendidos de nuestro carácter sintomático. El último testimonio de pase de Alejandro Reinoso resulta muy enseñante en cuanto a las maniobras del analista en la transferencia: que funciona como un partenaire “no serio” y bien vivo, vivacidad que el cuerpo del analista encarnó, más allá del falo y sin referencias al Sujeto Supuesto Saber. Una clase donde los aportes y comentarios de los participantes enriquecieron no sólo el intercambio, sino que delinearon nuevos interrogantes, apuesta a dar una nueva vuelta en próximos encuentros.