Clase 4 – 24 de abril 2024
El analista y los semblantes en la experiencia analítica.
Reseña por Carolina Beroli
La cuarta clase, a cargo de Graciela Gonzalez, consolidó la primera parte del programa en el que se viene elaborando la categoría de semblante y su lugar en la estructura del dispositivo analítico mismo.
Comenzó ubicando las dos líneas sobre las que versará el esquema de trabajo: lo que Miller nombra “la ex –sistencia de los semblantes”, título que iba a llevar dicho curso, que al final viró hacia “La Naturaleza de los Semblantes”, para luego ubicar la noción de objeto a como semblante, en la lógica del ser.
La lectura de Graciela se sostuvo en un interrogante: ¿El analista en la experiencia analítica, que incluye la práctica y se constituye sobre la piedra angular del no hay relación sexual, de qué semblantes se sirve?
Introdujo el tema situando el fundamento de naturaleza de los semblantes. Recordó que Lacan afirma que el semblante está en la naturaleza: el meteoro, el pavo real, y que “cada vez que abren la boca o un opérculo, el semblante se pone de manifiesto”.
La docente hizo referencia a que Lacan en 1971, cuando piensa el semblante desde los discursos, dice que “los semblantes se ligan a la estructura misma de lo que es el discurso”. Por eso, en una lectura après-coup, sostiene que no fue un capricho al final del “Discurso de Roma” hablar del trueno, para señalar que no hay nombre del padre que se sostenga sin el trueno, que es la figura misma del semblante, articulado al semblante amo. Esto puede resumirse en la frase “el significante es idéntico al estatuto del semblante”. Sorprende que todos los significantes sean semblantes; e incluso que la voz de la madre lo sea bajo la forma de una lluvia de meteoros, ya que es así como nos va llegando el lenguaje.
Miller pone en serie tres semblantes de los que el analista se debe servir: el nombre del padre, la mujer y el falo.
Graciela se ocupó del semblante fálico tomando en cuenta un señalamiento de Miller; éste plantea que la palabra naturaleza se encuentra en la última página de los Escritos, donde se menciona la falta de pene de la madre en el lugar en que, según Lacan, se revela la naturaleza del falo. Da así relieve al semblante fálico que había quedado eclipsado por su inscripción en la metáfora parterna.
La docente recorrió “La significación del falo”, que va de lo simbólico a lo real para dar un ordenamiento al falo imaginario con la operatoria de los tres tiempos del Edipo, e interrogar cuándo y cómo se conmueve el funcionamiento de ser el tapón fálico del Otro, y destacar la importancia clínica de seguir las variantes singulares. Será en el tercer tiempo, con la inscripción de la castración y ante la problemática de que la cadena significante no cuenta con un cierre en sí misma, que Lacan va a plantear el falo como un referente. Efecto de referencia que le aporta un soporte a la identificación. Al contar con una posición inconsciente como referente, el falo surge en el plano simbólico y el sujeto ingresa en el tiempo de subjetivación. El falo funciona allí como una significación que produce un cierre, anuda, y eso posibilita un uso variable y estable del semblante fálico. Ubicó entonces que con la metáfora paterna y la castración se accede a un “para todos”, y en tanto función fálica, a “al menos uno que no”.
Significación del falo que será retomada, según Miller, para pensar la relación de los sexos a partir del semblante fálico. Y nuevas elaboraciones a partir de S(A/) y el no-todo.
Tras estos desarrollos, Graciela relató pequeñas viñetas de su práctica acerca de cuando el semblante fálico falla, por ejemplo, durante la elaboración de un duelo y compartió la lectura de un caso de anorexia, de Débora Rabinovich. Destacó además cómo Miller presenta las vicisitudes de la mascarada femenina en el caso de una fobia.
Sobre el analista y el semblante fálico en la experiencia analítica, Lacan en 1958 sostiene que un análisis debería llevarse a la máxima efectividad a nivel de la castración. Aquí el falo se constituye como falta en ser y a la vez como significante de dicha falta; el ser o no ser que da el significante por la vía de las identificaciones, y las respuestas que cada uno le otorga a esa falta en ser, siendo la respuesta privilegiada la de “ser el falo”. Mientras que respecto de la política, en la dirección de una cura, el analista “haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser”. Época en que el fin de análisis es entendido a partir de la des-identificación al falo.
Esto se reformuló, tanto es así que si consideramos la potencia del discurso analítico, a la altura del Seminario 17, un análisis va a implicar la producción de significantes amos, es decir que el significante se reduce en su verdad a su ser de semblante.
Miller sugiere esforzarnos en distinguir el ser de lo real, punto crucial en la práctica misma del psicoanálisis donde la falta en ser esta en primer plano. Eso será cada vez y de acuerdo con el lugar en la formula del fantasma, correlativo del sujeto barrado, donde el objeto a se presenta como el ser del lado del goce: $ losange a. Ese carozo de ser del cual el analizante debe separarse.
Respecto de la verdadera naturaleza del objeto a, dirá que es el ser de semblante, desplazando el objeto a de lo real al ser, y por lo tanto destacando sus afinidades con el semblante. Y lo referencia con el apólogo de la caverna.
Metamorfosis del objeto a, –el ser y el semblante son de la misma tela- por oposición a lo real. Con implicancias para el analista y su práctica, que ahora actúa con su semblante de ser. Una lectura de Lacan con Miller: subraya que noha de creerse que en modo alguno el analista sostenga dicho semblante, sino que en ocasiones puede llegar a ocupar su lugar… “El analista, es quien al poner el objeto a en el lugar del semblante, está en la posición más conveniente para hacer lo que es justo hacer, a saber, interrogar como saber lo tocante a la verdad”.
Hacia el final se propició el intercambio, diversos comentarios e interrogantes para continuar trabajando acerca de las implicancias en el recorrido de un análisis.