Clase 9 – 10 de julio 2024
El analista y los semblantes en la experiencia analítica.
Reseña por Agustín Casagrande
La clase brindada por Marcela Finocchi definió el camino argumental mediante dos preguntas claves que recorrieron tanto una dimensión teórica como una viñeta clínica: La primera con apoyatura en el seminario de J.A. Miller La naturaleza de los semblantes, cuando plantea la posición del analista como semblante de objeto a, y la segunda va precisando la investigación hasta llegar a cuestionar sobre la pregunta ¿Qué semblante y formación necesita el analista para la práctica en instituciones de salud mental?
La primera cuestión llevó a marcar una tensión entre la posición de un sujeto supuesto saber y la creencia en la posesión de un saber, que deriva en la infatuación del analista. Frente a dicho riesgo se remarcó la necesidad de que el analista “se deje engañar”. Es decir, habitar la posición del semblante con un “engaño metódico” (Miller, D.N.S, p.88). Esta reflexividad coloca al analista en una contraposición con los otros discursos, en especial con el discurso universitario; el cual en su derivación médico-legal hegemoniza los dispositivos judiciales y médico-penitenciarios. Esta contraposición le sirvió a Marcela para advertir que, en la práctica, siempre convive con los otros discursos, mostrando que hacer semblante de a dentro y fuera del consultorio involucra diversas estrategias. La división entre ambos discursos surge de una condición epistémica,dado que el discurso médico-legal cree en el acceso a un real, que lo ubica como un campo de descubrimientos; mientras que el psicoanalista sabe que “no hay un saber a develar sino a inventar”. Sobre todo, porque el saber está hecho de semblantes (Ibidem, p.14). Esto condiciona la relación con la verdad que los dispositivos jurídicos persiguen mediante el tono inquisitorial frente a la transferencia analítica; condición de posibilidad para un saber de invención. Ese cruce condiciona al analista, que sabe que “lo Real no puede más que mentir” (cita de Lacan en Televisión), frente a las formas jurídicas que suponen un saber sobre lo real y que lo real no miente (materializado en las consultas de los protocolos jurídicos, oficios, etc.). La imposibilidad por decir lo verdadero sobre lo verdadero, que implica distinguir lo Real del significante, establece una incomprensión radical de los discursos.
Finalmente, se elucidó la dimensión de la transferencia, señalando que “hay transferencia por todos lados”, pero que la posición del analista como semblante de objeto a difiere, en tanto que es el modo de producción de un sujeto y un saber, ambos supuestos, y que sólo emergen en el plano del amor transferencial (Tendlarz, Sujeto supuesto saber,Scilicet, p. 351).
Con dichas herramientas se introdujo una viñeta clínica extraída a partir de una experiencia en un contexto de encierro, donde la analista de entrada, busca contener la angustia que tiene un efecto de suspensión de la demanda institucional por saber sobre ese real que justificaría el despliegue mismo de los tejidos médico-legales sobre el sujeto. La transferencia se instala, así, cuando la va a buscar. La aloja, entonces, con un gesto vivificante mediante su interrupción en otro consultorio. Arma de este modo, un lugar que anticipa un lazo diferente. Allí está ausente la inquisición sobre la culpabilidad, sobre su responsabilidad jurídica, evitando que “el sujeto quede reducido al lugar de objeto”. La presencia del analista que interviene entre otros dispositivos institucionales, abre un espacio para que el sujeto pueda desplegar su hystoria. Surge allí una versión distinta del evento sobre el que fue denunciada. Pero también una historia que desborda el marco limitado de una calificación jurídica —”homicidio agravado por el vínculo”— que la institución busca constatar. En el espacio analítico se va produciendo un material que serviría tanto para aliviar la angustia como también de insumo para la producción de un informe que retorna —¿de manera invertida?—al requerimiento judicial sobre la imputabilidad.
Esta presentación dio lugar a una conversación con los participantes. Marcelo Ale puntualizó que la operación del semblante implica promover la instalación del acto analítico en una institución, lo cual implica en muchos casos, como el presente, que hacer semblante de a no es hacer el muerto, quedarse callado, sino un saber-hacer, activo, vivaz. Graciela González marcó que, frente a la anamnesis clínica de los profesionales de la salud, el analista interviene. Sostiene el llanto, abraza, enmarcando el momento de la angustia. Andrea Perazzo, por su parte, remarcó la apuesta de no interrogarla, sino ofrecer la escucha, para tomar las palabras y darle peso. Carolina Beroli, señaló que además está la relación con la estructura institucional a la hora de producir el informe;donde emerge el riesgo de que no sea escuchado por otro discurso. Esta pregunta resonó con un aporte de Marcelo Ale que indicó la anfibología del término “responsabilidad”; un intraducible del discurso analítico con relación a la culpabilidad jurídica de las ciencias del derecho. Las respuestas dejaron resonando el hiato que separa al discurso universitario-burocrático del psicoanalítico. Ello así, porque, al margen de la comisión de un delito, de su efectuación, de su culpabilidad jurídica, aparecen otras marcas. Por ejemplo, la pobreza simbólica sobre el universo de la maternidad; su trabajo esclavo. La analista presenta, así, un rostro jánico volcado hacia el pasado con un semblante que produce un saber con el sujeto, y hacia el futuro produciendo un informe para la institución. En ese cruce, se marca la necesidad de evitar una tentación: responder desde el semblante de saber.