Clase 11 – 18 de septimebre de 2024
Reseña por Agustín Casagrande
La clase de Adriana Fanjul presentó la conceptualización del trauma en un pasaje que va desde Freud a Lacan, utilizando como guía el pasaje temporal y epistémico que acompañó su definición que parte desde la mirada médica del siglo XIX y llega hasta un presente que se organiza en torno al trauma generalizado. Esta organización histórica pero también conceptual, se expresa en el anudamiento entre la clínica y la política del trauma, que atiende a un discurrir entre la vulgarización del estatuto del trauma, que lo observa a partir de una “realidad objetiva”, propia de la causalidad científica que enmarca lo traumático como lo que se desvía de una supuesta “ley”, y que contrasta con la “realidad psíquica” que hace al saber del psicoanálisis. Este marco define al pasaje que comienza con el trauma percibido como una contingencia, y que llega a la singularidad traumática del encuentro del parlêtre con lalangue —que es estructural— y cuya respuesta condiciona la producción de la subjetividad.
El recorrido comenzó con una definición de trauma de la medicina del siglo XIX, la cual recogía el sentido griego de “herida” y que rezaba: “ruptura de la piel o del recubrimiento protector del cuerpo, que generaba una reacción o respuesta”. Este sentido no será del todo obliterado por los desarrollos posteriores, de allí la pertinencia de su cita. En Freud la idea de trauma será escandida en dos momentos (la primera entre 1893-97, la segunda a partir de 1920), pero estará recorrida por dos especificidades: la constitución en dos tiempos; y el carácter singular de lo que deviene traumático para cada quien. De la primera etapa, se destacó su vinculación objetivista donde la causa de la psiconeurosis estaba vinculada a un acontecimiento traumático —fáctico— de origen sexual, la cual era reprimida, por la incapacidad de traducir la experiencia y que sólo devenía comprensible a partir de una segunda escena que daba sentido a lo in-conceptualizable del primer acontecimiento. Más tarde abandonará la remisión a lo fáctico por la entrada en juego de la fantasía, pero sin abandonar el esquema de dos tiempos. La segunda etapa, presenta al trauma como un fenómeno estructurante articulado a la pulsión. Así, en relación con la repetición de la pulsión de muerte, devendrá ese “más allá”, inasimilable al principio homeostático, que pone a trabajar al aparato psíquico. Se torna así un punto irreductible, independiente de las contingencias existenciales. La duplicidad de tiempos continúa. Pero el primer tiempo, al ser exorbitante a “un suceso”, se convierte en un anterior lógico. Elemento de una estructura que conecta con el orden económico pulsional poniendo en marcha el sentido. Como advierte Bassols “delimita al trauma por venir”. Este exceso de energía que desborda al sujeto recuerda esa ruptura de la barrera protectora que definía la medicina, pero aquí lo que genera es una respuesta sintomática. Esta operación por la vía pulsional borra la separación interno-externo, mostrando que todo trauma, al contrario de lo presupuesto, es resultado de esa unión inseparable. De allí, que el trabajo analítico implique “rastrear las significaciones de lo ajeno en la lógica de lo familiar”, una extraña familiariedad, das Unheimlich.
Posteriormente, se presentaron dos estatutos del trauma en Lacan, atendiendo principalmente a la primera y la ultimísima enseñanza, que muestran el pasaje que va de lo Simbólico a lo Real. En la primera enseñanza Lacan retomó la doble causalidad freudiana, mostrando que lo traumático se define por la entrada del viviente en el campo del lenguaje. Es un tiempo fundante, sin-sentido, que luego se vuelve significado, pero que su atravesamiento importa la mortificación del viviente por el significante. El segundo tiempo da lugar al retorno del significado traumático, que implica también la elección de la neurosis, ya que el síntoma es un hacer con el trauma. Pero, algo no se logra tramitar, un resto insiste: el goce. En su última enseñanza, con la axiomática que define a partir de “Aún”, el traumatismo se define a partir del encuentro del viviente con lalengua, que es el encuentro con el traumatismo agujero de la no relación sexual que produce goce. Dicho encuentro define que el parlêtre se invente un truco singular, para enfrentar el no hay y el exceso de goce. Esta axiomática fundada en lo Real provoca una mutación del significante que nomina al trauma: Troumatisme. A su vez, se presenta como hecho fundamental de todo hablante-ser que lo pone en la necesidad de inventar una ficción para soportar el no hay relación sexual. De allí, también, que el inconsciente también modifique su estatuto pasando a pensárselo como esa elucubración de saber en torno a lo que no hay. Ello impactará en la interpretación donde leer un trauma requiere ubicar lo ficcional que evidencian los análisis y los testimonios.
Para finalizar Adriana Fanjul mostró el uso clínico de estas formulaciones. Así, presentó el testimonio “Après Coup” de Graciela Brodsky, que sirvió para mostrar la manera sutil en la cual, los divinos detalles, lo banal, aquello que escapa al sentido común objetivista del trauma, resultan las fuentes que dan lugar a la estructura singular del trauma. Finalmente, se presentó una viñeta de Araceli Fuentes (“El hilo de la vida”), donde se puso en juego el modo en que, incluso en una escena catastrófica —como el atentado de Atochadel 2004. Allí se mostro el rasgo singular de todo traumatismo. Dado que el acontecimiento que hizo síntoma en una paciente fue una escena, que desde la objetividad de la tragedia podía ser calificada de menor, pero que para dicha sujeto tocaba su truco, su elucubración para soportar el encuentro con lalengua, cuyo sentido singular bordeaba lo incomunicable, lo intransferible de lo Unheimlich, marcaba el punto singular de lo traumático para la paciente.