Clase 8 – 12 de julio de 2023
Reseña por Germán Sékula
Esta octava clase del seminario estuvo a cargo de Christian Martín quien nos propuso comenzar a trabajar sobre las dos clases que inauguran el apartado La Significancia del Falo del Seminario V de Jaques Lacan.
Es así que en primer término situó algo que para él nos irá permitiendo abordar las clases anteriores y venideras, es decir, el lugar del deseo. Partió entonces de una cita del Seminario que indica: “Lo que se manifiesta en el deseo humano es su profunda subducción, por no decir subversión, por el significante. He aquí el sentido de todo lo que me esfuerzo en recordarles-la relación del deseo con el significante”.[1]
Partiendo de lo anterior el docente se sirvió de la clase la “La Niña y el Falo”para situar que allí hay un despliegue y una crítica a la posición naturalista de Jones que centró sus teorizaciones en torno a las pulsiones parciales, donde el vínculo con la fase fálica sería de naturaleza pulsional, diferenciándose de Freud en tanto este último da un lugar primordial al falo en la constitución y atravesamiento del Complejo de Castración y el Edipo. Lacan continuará en la vía demarcada por Freud en relación al falo, y en la medida en que toda esta dialéctica edípica no es sin el campo del lenguaje y el significante, se diferenciará de manera tajante del naturalismo propuesto por Ernest Jones.
Establecidos estos mojones de su recorrido Christian nos propuso que Lacan situó otro polo, el goce, que está articulado y ligado al deseo. Esta interrelación evidencia la completa inadaptación del sujeto deseante en tanto el objeto nunca calza tal como se lo espera, y en tanto estos objetos siempre están sometidos a la significantizacion y ligados a la falta. De este modo, el docente continuó adentrándose en el capítulo “El Deseo y el Goce” a partir de una pregunta: “¿Dónde encuentra su satisfacción el ser parlante?”. Esto le permitió establecer un ordenamiento para desplegar los conceptos relativos al deseo, el goce y el falo.
Abordamos entonces el caso de Joan Rivière titulado “La feminidad como mascarada” del cual se sirve Lacan para señalar que “bajo una aparentemente completa satisfacción de la posición femenina, este análisis pone de relieve algo muy escondido pero que aún así constituye su base”[2].A partir de allí, se estableció un recorte de los conceptos delineados durante la introducción de este caso, siendo la lectura lacaniana la que nos arrojó luz sobre sus aparentes paradojas, pues demostró que tras la potencia fálica se precipitaban en esta paciente una serie de acciones de seducción o de procedimientos sacrificiales, que adoptaban una apariencia de elevada entrega femenina:
Se ponía una máscara especialmente en sus acciones profesionales con hombres (…) pero de pronto adoptaba, (…) una actitud modesta, incluso ansiosa, (…), desarrollando así en realidad todo un juego de coquetería (…) que le servía no tanto para tranquilizar como para engañar a quienes hubieran podido resultar ofendidos frente a lo que en ella se presentaba fundamentalmente como agresión, como necesidad y goce de la supremacía propiamente dicha, estructurada a partir de la historia de rivalidad , primero con la madre, después con el padre.[3]
Christian sitúo el hecho de que todo sujeto hace la experiencia de la división subjetiva frente a la emergencia del significante fálico poniéndose así de relieve los vastos efectos, productos de la subducción del cuerpo por vía del significante.
Continuando con el recorrido de la clase, el docente introdujo una cuestión fundamental ubicando que el deseo inconsciente vinculado al campo del significante implicará ahora situarlo en tanto deseo de reconocimiento. Esto último, le permitió desplegar la interesante lectura que realiza Lacan de la historia del niño Gide a partir del texto La Juventud de André Gide, de Jean Delay. Junto con la dialéctica introducida por el esquema de la página 265 del Seminario, pudimos abordar los efectos simbólicos e imaginarios que se desatan al no encontrar el sujeto nada en su madre que lo sitúe a él como deseante, afectando profundamente su lugar de reconocimiento como sujeto. No se tratará tanto del niño satisfecho o no, sino del niño deseado o no en relación al deseo materno. De este modo, la posición del niño en relación al deseo materno, tal como lo trabajamos en la clase dictada por Silvina Molina (Clase 6 – 14 de mayo de 2023), será un dato fundamental y en Gide podemos situarlo en aquello que plantea Lacan cuando sostiene que su madre tiene “un no sé qué completamente elidido en su sexualidad, en su vida femenina, que deja al niño, durante sus años iniciales, en una posición totalmente insituada frente a ella”.[4]
Finalmente Christian nos indicó la función determinante en el campo de la constitución psíquica de un sujeto respecto de la posición insituada del deseo materno. Se estableció cómo en el niño Gide esto interrumpe la posibilidad de una identificación posible al objeto fálico, viéndose afectada su capacidad de simbolización en relación a la significación fálica que fijaría un objeto al sujeto. La triada simbólica que propicia el devenir del campo de la significación fálica y una respuesta posible para la x del deseo materno se ve afectada en Gide desatando todo una serie de avatares en relación al yo (moi), el Ideal del yo, el deseo y el goce.
Los tópicos trabajados propiciaron un espacio de conversación e intercambio entre los presentes y los docentes a cargo, Stella López, Christian Martín y Verónica Escudero, lo cual nos permitió ensayar respuestas posibles para la práctica actual del psicoanálisis.
NOTAS
- Lacan, J., El Seminario, Libro 5, Las Formaciones del Inconsciente. Buenos Aires, Paidós, pág. 259.
- Ibíd. pág. 262.
- Ibíd. pág. 263.
- Ibíd. Pág. 267