Clase 1 – 20 de marzo de 2024
Reseña por Carolina Beroli
El miércoles 20 de Marzo, se dio inicio al Seminario que lleva por título “Introducción a un discurso del método analítico”, a cargo de Paula Vallejo, Mariella Lorenzi y Sebastián Llaneza.
Paula Vallejo escogió tres puntos para desarrollar en su clase: 1) La consideración metódica del sujeto, 2) la perspectiva ética del sujeto del inconsciente y 3) Intersecciones y diferencias entre psicoterapia y psicoanálisis.
Con la mención a un “discurso del método analítico” Paula evocó el “Discurso del método”, de R. Descartes. La dimensión metódica del sujeto es lo que Lacan introdujo en el psicoanálisis al hacer equivalentes el sujeto del psicoanálisis y el sujeto cartesiano.
La operación de Descartes produjo un corte que ubica un antes y un después en la historia de la filosofía y aún más, del pensamiento. Un verdadero acto que permitió introducir un sujeto vaciado de toda representación previa, posibilitando el surgimiento de la ciencia y el establecimiento del saber científico, sobre la base del rechazo de todo saber anterior.
Aquí encontramos la primera diferencia entre psicoterapia y psicoanálisis. Para la psicología, el sujeto está concebido de entrada sobre el modo existencial, como un individuo que es un cuerpo y a la vez sede de todas las representaciones de la esfera psíquica. Para el psicoanálisis, en cambio, este sujeto cartesiano, que Lacan ubica como un sujeto despojado de las propiedades que la psicología le confiere, es un sujeto del significante, un sujeto evanescente, que no tiene identidad, y que se ubica en el intervalo entre un significante y otro, es decir, que sólo existe en la cadena significante.
Lacan critica a Descartes porque luego de haber vaciado de ser al sujeto, en un segundo momento produce un salto que fusiona el pensamiento con el ser, entronizando al yo y a la conciencia y rechazando la dimensión del inconsciente. Considera que esta es una sustancialización del “yo pienso” en un “yo soy”. Mientras que para Freud no se trata de que un yo piensa sino más bien de que “Eso” piensa sin que “yo” esté ahí presente, frase que deviene la fórmula del pensamiento inconsciente. Por eso también va a decir que el lugar del ser no es el pensamiento sino el goce: “Yo soy en el lugar del goce”.
Lacan hace del sujeto cartesiano el sujeto del inconsciente, al que define como la estructura del lenguaje hablando a solas, produciendo mensajes que desbordan la intención consciente de significación del hablante. El inconsciente no está en un lugar profundo, no es un continente de representaciones reprimidas, sino que surge a medida que hablamos, es la combinatoria misma de los significantes.
Es el lenguaje el que crea al sujeto y no al revés. El sujeto es un efecto del lenguaje. Y por eso no es un ser sino que es falta en ser.
Por otro lado, para todo hablante, la estructura del lenguaje tiene un efecto de desnaturalización, un efecto de mortificación sobre el cuerpo. Cada vez que el significante marca el cuerpo, éste queda afectado por la pérdida del goce natural de la vida, la pérdida de ser. Por eso para Lacan el pensamiento y el ser son incompatibles, y es eso lo que lo lleva a subvertir el cogito: allí donde pienso, no soy, y allí donde soy, no pienso.
Un análisis tiene que transformar el estatuto del sujeto como falta en ser, es decir, permitirle salir de esa indeterminación subjetiva al final del análisis. Una respuesta que Lacan elabora como salida del análisis es que el sujeto recupera parte de ese ser perdido a través del goce pulsional. Es transformándose en objeto de goce para el deseo del Otro como el sujeto reencuentra en el fantasma algo de ese ser que perdió. No del lado del sujeto del inconsciente y la identificación sino del lado del goce, del lado del objeto llamado a.
La docente hizo referencia a lo que Miller nombra como un nuevo cogito en la contemporaneidad, mostrando así cómo un paradigma teórico tiene consecuencias en la clínica, y viceversa. Este nuevo cogito no supera al cogito cartesiano sino que lo reescribe con otros términos, expresándolo en la frase “yo soy lo que digo”. Con esta frase fusiona ya no el pensamiento y el ser sino el decir y el ser y da cuenta de la modalidad de construcción contemporánea de un ser que se sostiene en la autopercepción, y que no es un sujeto efecto del significante, sino más bien un sujeto en posición de dominio, tal como lo escribe el discurso capitalista. Un sujeto que no está dividido entre enunciado y enunciación, sino que cree tener un saber pleno de lo que necesita para gozar.
Aquí Paula Vallejo comentó lo trabajado por Miquel Bassols en el reciente Congreso de AMP 2024, respecto de la incidencia de este paradigma contemporáneo en las prácticas psicoterapéuticas sostenidas por las neurociencias y las terapias cognitivos-comportamentales, con la colaboración de la inteligencia artificial.
Para concluir, subrayó que la apuesta del psicoanálisis no puede desligarse de una perspectiva ética del sujeto del inconsciente. Lacan ubica en la pág. 816 de sus escritos un elemento clave para abordar al sujeto en psicoanálisis: “De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables”, y Miller dice que Lacan “acepta que se llame a eso terrorismo” de la responsabilidad. No hay psicoanálisis para un sujeto mientras este imagine que no tiene nada que ver con su síntoma.
En este punto, Miller va articular que la tesis lacaniana del sujeto del inconsciente se tiene que poner en correlación con el sujeto del imperativo freudiano que se expresa en la formula “allí donde eso era, el sujeto debe advenir”. Lo que se intenta captar en las entrevistas preliminares, es la relación que tiene el analizante con lo que dice, intentando ubicar su implicación subjetiva con esos significantes, implicación que incluye la pulsión, el goce.
Por último, Paula Vallejo señaló la importancia del Otro y su diferente concepción en el cogito y en el psicoanálisis. El sujeto lacaniano no es nada sin el Otro, como el cogito cartesiano no lo es sin Dios. A partir de la operación cartesiana surge un nuevo modo de subjetividad, un sujeto dividido entre el saber y la verdad. Descartes se ocupa del saber y dela la verdad en manos de Dios, al que ubica como garante de las verdades eternas. Con esta separación, Descartes puede desembarazar a la ciencia del tema de la verdad (y por ende del sujeto de la ética) y es por eso que ésta puede avanzar en la construcción del saber científico. Mientras que aquello que la ciencia rechaza, resurge en el sujeto por la vía del síntoma. Este encierra una verdad que el sujeto no sabe- lo no sabido en cada uno- y se expresa disfrazada patológicamente. Se impone al sujeto como una compulsión, lo empuja a actuar en contra de su propio bienestar. El síntoma presenta la paradoja de un sujeto dividido entre saber y verdad, dividido contra sí mismo e introduciendo la dimensión del goce.
La verdad en juego en el psicoanálisis no tiene el mismo estatuto que en la ciencia. En el Seminario 17, Lacan ubica que la verdad en psicoanálisis no remite a los hechos sino a los dichos, y que se desprende de la realidad para ligarse al goce. Además, el inconsciente tiene un límite, no todo puede ser descifrado porque hay algo que no está escrito. “No hay relación sexual” quiere decir que no hay una cláusula que diga cómo arreglársela entre los sexos. En este punto de agujero hay que inventar la propia solución. Un analizante va al análisis para encontrar el significante que falta, aquel que sería capaz de nombrar la verdad de su ser, la clave de su existencia. Por eso se dirige al Otro, a quien ubica en el lugar de Sujeto supuesto Saber lo que le falta, y es por medio de la trasferencia que el sujeto podrá ir consintiendo al imposible en juego. Acá se sitúa el nudo del amor de transferencia, que supone consentir a ese engaño, trabajar con él. Encontramos aquí otro punto de diferencia con las psicoterapias. Mientras un psicoanálisis nos conduce a renunciar a la plenitud del Otro, es decir, a que el analista sea sacrificado de su lugar de Sujeto supuesto Saber y reducido al lugar de pequeño a, objeto desecho, en las psicoterapias prevalece la sujeción del sujeto al Otro. La potencia del discurso analítico radica en que el analista rechace ser el amo. Encarnando el lugar de agente de un discurso que no pretende dominar sino hacer existir un deseo –el deseo del analista- más fuerte que el deseo del amo.
Hacia el final se dio lugar a diversos intercambios entre los participantes con respecto a lo desarrollado en la clase donde se puntualizó lo que se irá profundizando a lo largo de este recorrido.