Clase 13 – 4 de octubre de 2023
Reseña por Marianela Canteli
En la clase 13 Paula Vallejo tomó el apartado “Con Freud”[1] para continuar trabajando el escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”. Recorrió minuciosamente el texto, recogiendo como referencia la lectura que hace Lacan en 1958 con la perspectiva de volver al aporte freudiano para el abordaje de las psicosis.
Como horizonte, la docente convocó a considerar la relectura que Lacan hace años más tarde, cuando introduce el objeto a.
Por último, en un ejercicio de actualización, tomó elementos conceptuales de Miller que permiten aproximar la clínica de la psicosis a las coordenadas con las que trabajamos en la actualidad.
A partir de situar la dimensión de la Otra escena, Lacan utiliza los matemas para formalizar conceptualmente la relación que el sujeto mantiene con el Otro, intentando dar “una formulación científica” de la estructura subjetiva.
Desarrolla que el inconsciente está constituido por significantes y que la pregunta del sujeto está articulada en el inconsciente, es decir, en el Otro significante.
Cabe recordar que estamos en el contexto de una crítica permanente sobre la situación en que se encontraba el psicoanálisis, empantanado en las cuestiones imaginarias de las que Lacan pretende salir subrayando la dimensión del símbolo y formulando la lógica de la experiencia. Comienza a construir el esquema R en el Seminario 5, para mostrar la construcción de la realidad en la neurosis a partir de los triángulos imaginario y simbólico. Nos encontramos con una topología cuaternaria, donde sitúa tres significantes: la madre, el padre y el ideal, en que podemos identificar al Otro. Como cuarto término ubica al sujeto. Así realiza una complejización del esquema Lambda.
Dirá que el lugar del Otro aparece “en oposición simbólica al sujeto”. Introduce el padre a título de significante, Nombre del Padre que funciona como punto de capitón, cerrando el sistema y deteniendo el deslizamiento de la significación.
El esquema Rho representa “las líneas de condicionamiento del perceptum, dicho de otra manera, del objeto”. Por cuanto estas líneas de lo simbólico y de lo imaginario circunscriben el campo de la realidad, definen los límites de lo visible y de lo audible. Este dato es sumamente relevante, dado que Lacan está enfrentando el prejuicio de la psiquiatría que consideraba la realidad como un dato de entrada, como dado de antemano, siendo el loco quien se apartaría de la realidad compartida por todos. A partir de la problemática de la alucinación, Lacan va a intentar demostrar que no hay la realidad única, objetiva y abordable científicamente sino que se construye, y según cómo se construya obtendremos diversos resultados en el campo subjetivo.
El Nombre del Padre se define en este momento como un significante que permite unir el deseo a la ley. Se trata de un deseo que no sea anónimo y que permitiría producir lo que hoy nombramos como “un enganche entre el lenguaje y el cuerpo”, es decir, una civilización del goce.
Al unir el deseo con la ley, el Nombre del Padre aporta el significante fálico para responder al enigma del deseo del Otro.
Hasta 1958 contamos con dos registros, imaginario y simbólico, y sitúa en el medio la realidad, a diferenciar de lo Real. Con este esquema que integra los conceptos trabajados en el Seminario 5 (estadio del espejo, complejo de Edipo, complejo de castración), Lacan construye la norma del lado de la neurosis con la ley edípica. Dando cuenta de la realidad tal como se construye en la neurosis. Por esa razón la psicosis es planteada como un déficit respecto de la neurosis, porque le falta el significante Nombre del Padre que opere en la constitución de la realidad. En este momento el paradigma era la neurosis, después en la enseñanza esto se invierte y el paradigma será la psicosis. La norma es el Edipo y en el psicótico se produce otro arreglo, que veremos por ejemplo con el caso de Schreber.
Estamos leyendo desde el paradigma neurótico, en “Cuestión preliminar…” encontramos que el Nombre del Padre hace que el Otro se regule, el NP es lo que completa al Otro. El desorden simbólico de la psicosis se va a ubicar como disfuncionamiento de la cadena significante, es decir, en la estructura del lenguaje. Con todos los fenómenos de código y mensaje que se describen en el Seminario 3.
Pero existe otra lectura que Lacan desarrolla en los años 60 a partir de su invención del objeto a, y que se incluye a partir de la larga nota al pie del año ´66. El objeto a le permite a Lacan reescribir la metáfora paterna, ya no en términos de imaginario y simbólico sino fundamentalmente introduciendo el goce en el registro de lo real.
Cuando finaliza el Seminario 5, Lacan ya no concibe al Otro como completo sino que lo considera tachado, por estructura. Pasa del Otro completo al Otro tachado, deseante, lo cual le permitirá más adelante desarrollar la lógica de alienación- separación.
Ahí donde aparece la falta en el Otro, el psicótico no puede metabolizar la falta como deseo y se enfrenta a un agujero, donde lo que aparece es un Otro que lo goza. En la neurosis se cuenta con el objeto del fantasma, una cierta pantalla, una manera de arreglárselas con ese Otro deseante.
Utilizar el objeto a para la lectura de la psicosis también desplaza la idea de concebirla como un fenómeno de significación, para destacar los fenómenos de goce.
En la segunda parte de su exposición, Paula refiere que con Freud, Lacan produjo su escrito del ´58. Ahora ella nos propone releer con Miller al Lacan del ´58, pero introduciendo la teoría del objeto a.
Una cuestión sumamente importante en la nota del ́66, es que el campo de la realidad está pensado como una banda de moebius. Figura topológica construida por dos elementos heterogéneos, una banda y un crosscap. Lacan empalma esos dos elementos, lo que le permite representar topológicamente al fantasma, donde el sujeto tiene una determinada estructura y el objeto a tiene otra. El sujeto es del registro simbólico y el objeto de lo real. Tenemos que concebir el esquema R de un modo topológico, y ya no como un plano.
¿Dónde ubicamos el objeto a en el esquema R? ¿Dónde está lo real? Preguntas que insistieron durante la clase. Lo real es el objeto.
“Ese campo de la realidad no será sino el lugarteniente del fantasma, del que este corte da toda la estructura”- dice Lacan. Lo que está tratando de introducir es el corte como lo que permite la constitución del fantasma. Y finalmente dirá que el objeto a es ese corte mismo. Esto le permite ubicar a la realidad como fantasmática, construida, y como tal, no es una sino que la realidad tiene la estructura del fantasma de cada uno… es el delirio de cada uno.
El campo de la realidad en la neurosis “sólo se sostiene por la extracción del objeto a…”. Paula tomó palabras de Miller, “(…) precisamente porque el objeto a es extraído del campo de la realidad, es que esa extracción le da el marco a la realidad”.[2] Por un lado la agujerea, introduce un vacío, enmarca el agujero y también enmarca la superficie. Son dos marcas, la extracción hace existir un agujero -con sus bordes- y también el resto de la superficie. Hay que entender el corte, como un corte que se realiza sobre el plano proyectivo que es de varias dimensiones. Equivale a un corte moebiano”.
Que el objeto esté en el campo del Otro -y no pegado al cuerpo como ocurre en el psicótico-, permite una distancia y un trayecto de búsqueda del objeto en el campo del Otro. Esta direccionalidad al Otro es la apertura al circuito pulsional y al circuito de la realidad. Permite también que se construya el fantasma como la respuesta defensiva frente al deseo del Otro. Pero en la psicosis el objeto no está extraído y por eso el sujeto no cuenta con el fantasma como defensa. Recordemos que el fantasma es marco y también pantalla a lo real.
A partir de esta conceptualización del objeto se puede releer la alucinación. Es muy distinto leer las voces en la psicosis considerando al sujeto como efecto del lenguaje y pensar la dificultad de atribución subjetiva en relación a la predominancia del significante, que leer el fenómeno alucinatorio como una de las manifestaciones del retorno del objeto a. Refiere Miller que los fenómenos alucinatorios dan cuenta y son el efecto de esa no extracción del objeto a del campo de la realidad. Por eso la mirada se vuelve visible y la voz se vuelve audible. No se trata de que es una percepción sin objeto como lo pensaba la psiquiatría, sino que por no estar extraído, se percibe el objeto que no debería percibirse.
En la clínica de la neurosis la extracción del objeto permite a través de la operación del fantasma, que el objeto a pueda funcionar como objeto causa de deseo. En la psicosis el objeto liberado, no extraído, no tiene función de causa, el goce no está localizado en el objeto, no hay articulación con el –fi de la castración. Ocurre a veces que el psicótico pasa al acto por la necesidad de hacer el corte en lo real, ese corte que no se ha producido en lo simbólico.
Es muy útil para la práctica introducir esta lectura del objeto a, que después va a dar lugar a pensar la clínica con el par S1- a, en vez de S1-S2.
Hoy en la clínica, lo primero que encontramos no es el significante que llama a otro significante para producir una significación. Nos encontramos frente a un goce. ¿Cómo atraparlo? Vemos muchas veces sujetos neuróticos que no suponen el objeto en el campo del Otro, que también lo tienen a la mano, un objeto de consumo. O sujetos que terminan consumidos por el objeto.
Lo que nos interesa es que en la psicosis, sin el armado del fantasma y de la realidad, lo que se va abriendo como solución va por la vía de la invención singular. Cuando pensamos la psicosis del lado de la falta de un significante ¿qué le queda al sujeto? La construcción de un delirio que pueda abrochar y detener la metonimia infinita. Con la clínica del objeto se amplía la perspectiva, porque vamos a ubicar los arreglos de cada sujeto con el goce y ahí es donde se empieza a invertir la cuestión. El sujeto neurótico tiene una sola y única respuesta que repite hasta el cansancio, es el fantasma y no sale de ahí… A menos que en un análisis llegue a autorizarse e inventar.
Respecto del psicótico se dice que es el hombre libre, pues está liberado del objeto… Si bien esto representa un gran padecimiento, está más abierto a la invención.
Clínicamente, el objeto a da cuenta de la inercia libidinal; esto se ve en la neurosis y su dificultad para salir de la fijación fantasmática. Cuando en la psicosis encontramos la posibilidad de cambios repentinos, sin esa inercia libidinal, se debe a que no hay objeto a que haga de lastre para el sujeto.
Con el psicótico se tratará de hacer un contra análisis, porque habrá que aportar el S1. Acompañar al sujeto en la posibilidad de amarrar el goce con algún S1. El delirio es un intento de localizar el goce por un S2, pero deja al sujeto fuera del lazo. En nuestra práctica, la orientación por lo real no iría por la vía del delirio, sino por la posibilidad de aislar un S1 solo que le permita amarrarse sin delirar.
Finalizó el encuentro en un activo intercambio con resonancias de la práctica de los oyentes, que invitaron a pensar e interrogar las intervenciones en la clínica actual.
NOTAS
- Lacan, J. (2018). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. En Escritos 2. Siglo XXI. (Obra original publicada en 1958).
- Miller, J-A . “Mostración en Premontré” (1983)