Seminario del Campo Freudiano - Sección La Plata de la EOL

Tachaduras

Participación de Vicente Palomera en el Seminario de Lecturas Fundamentales del Psicoanálisis, sábado 3 de octubre de 2020

Vicente Palomera

Paula Vallejo: –¡Buenos días! Damos comienzo al espacio de Lecturas Fundamentales. Esta es una de las últimas clases que tendremos este año. Como les venía anticipando, tenemos un invitado que ustedes deben conocer porque estuvo el año pasado en la Universidad, en la Facultad de Psicología, y ha tenido la amabilidad de volver a trabajar con nosotros hoy. Recién hablábamos con Vicente, de que él va a hacer un recorrido sobre el inconsciente en la última enseñanza, y en caso que no podamos concluir, tal vez podamos hacer un segundo encuentro. En esta ocasión, Alberto Justo lo va a presentar a Vicente, para dar luego comienzo a la clase.

Alberto Justo: –Gracias Paula. Para mí es una alegría presentar a Vicente Palomera que seguramente ustedes ya conocen –como decía Paula–, ya sea por haberlo escuchado en la Facultad o en la EOL, o por haber leído sus publicaciones. Vicente es psicoanalista en Barcelona, miembro de la AMP, fue AE en el período 1999-2002, fue presidente de la Escuela Lacaniana española entre el 2007 y el 2010; es además coordinador de la Sección Clínica de Barcelona, el Instituto del Campo Freudiano y es Director de la Colección Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, de la editorial Gredos. Pero, además, quisiera decir algo en relación a esta presentación en el Seminario del Campo Freudiano, porque nos une un lazo de amistad que hemos establecido ya hace algunos años, lazo que comenzó a través del trabajo de un cartel, y que desde entonces renovamos cada vez que tenemos la posibilidad de encontrarnos. Ese primer encuentro, se dio precisamente a través de una vía como esta, no era Zoom sino que era por Skype, ya que las reuniones del Cartel eran entre La Plata y Barcelona. Y he podido constatar, que en el marco de la Escuela pudimos atravesar –como dijo recientemente Mauricio Tarrab– la insoportable levedad de las pantallas; anhelo que algo de este efecto se produzca hoy, y agradezco a Vicente que nuevamente nos brinde esta posibilidad de una transmisión viva, ahora en el marco del Seminario del Campo Freudiano. Bueno Vicente, te paso la palabra.

Vicente Palomera: –Bueno, en primer lugar es un gusto volver a trabajar con ustedes, en este formato que mencionaba ahora Alberto, con el sentimiento un poco de irrealidad que produce esta visión de conjunto, de casillas, de pequeños módulos, unidades que se ven ahí, caras más o menos conocidas porque seguramente nos encontramos hace un año cuando estuve en La Plata, esa preciosa ciudad que me gustaría volver a recorrer porque no tuve tiempo en aquella ocasión. Es una ciudad casi cartesiana -diría yo- y tuve el placer de estar unos días en Buenos Aires donde preparábamos las Jornadas Anuales de la EOL dedicadas al inconsciente. Vamos a seguir hoy trabajando el tema del inconsciente. Paula me mandó un mail en el que me señalaba el eje de trabajo, el work in progress, como se dice, realizado en torno a la formalización del inconsciente en la última enseñanza de Lacan, especialmente a partir del Seminario 20. Recordé que el año pasado yo hablé precisamente de lo que suponía la última definición que Lacan aporta en Aún acerca del inconsciente como un saber indeleble, como una memoria, un saber indeleble depositado en las letras de lalenguaLalengua es el término que Lacan introdujo respecto de lo que un escritor, docente de la Universidad de París y escritor conocido, Jean-Claude Milner, llamó el giro joyceano. Es decir, hay un momento donde Lacan deja la mano de Freud –lo había acompañado durante tantos años– y le da la mano a Joyce. Ese momento, ese giro, es muy importante para entender lo que fue el pasaje a lo que llamamos ahora la ultimísima enseñanza de Lacan. Es decir, un paso más allá del inconsciente freudiano, que Lacan en el año ’76 nombra con un equívoco translinguístico producido a partir del término inconsciente en alemán, Unbewusstsein, que en francés suena Une-bevue, traducido como la una-equivocación, que sería ya el colmo de la equivocación, sería el Bing Bang del inconsciente, el punto cero, el punto de corte, la tachadura donde se organiza el inconsciente, a partir de la cual distintas capas van a poder envolver este corte que llama Lacan la una-equivocación. Entonces, como Paula Vallejo me dio esta pista, lo que voy a hacer es plantear como primera cuestión qué cambia con la nueva elaboración que introduce Jacques Lacan en el Seminario 20, que es de lo que hablábamos el año pasado.

La elaboración que hace Lacan, consiste en plantear que lo simbólico no está del todo capitonado, En primer lugar, explica que hay un matema, una escritura, donde vemos una serie de Unos, una serie de S1 que no hacen cadena, es decir que se infinitizan como un enjambre –essaim dice Lacan, un enjambre de Unos–. No capitonado quiere decir que lo simbólico está agujereado y que no sólo lo simbólico crea agujeros en lo real, como era en la primera enseñanza de Lacan cuando decía que “la palabra es el asesinato de la cosa”, expresión que encontramos ya en “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. No es que lo simbólico crea agujeros en lo real, sino que él mismo, lo simbólico, tiene su agujero irreductible. Lacan lo formula al final con la expresión que todos conocemos de “no hay relación sexual”, no hay proporción sexual, para designar esa falta irremediable, irremisible podríamos decir más que irremediable, de un significante que capitonaría el goce ordenado de lo simbólico. Para llegar a esta tesis, hay toda una serie de etapas que Jacques Alain Miller ha ido trazando en su curso de la Orientación Lacaniana, hasta el ultimísimo Lacan. Recomiendo a ustedes que visiten este curso llamado El ultimísimo Lacan porque verán ahí una serie de elaboraciones que hace, a propósito de esta última enseñanza, Jacques Alain Miller.

Si vamos por ejemplo a la etapa donde Lacan habla de la lógica del fantasma, época también de “Posición del inconsciente”, vemos que Lacan plantea que, aunque lo simbólico está agujereado, sin embargo, hay algo a la vez imaginario, irreal, que puede cumplir la función de tapón; es decir que hay un artificio posible que permite tapar el agujero. Por tanto, el fantasma sería ese tapón que no es real, pero que hace de real en lo simbólico.

Un paso más allá, en los distintos paradigmas de Lacan, cuando él introduce los cuatro discursos, también estos consisten en una declinación de cuatro modos de tapar el agujero de lo simbólico. Los discursos son cada uno a su manera, el modo de tapar el agujero en lo simbólico. Todas estas elaboraciones van a conducir a la puesta en cuestión de que lo simbólico sería una cadena significante. Lacan explícitamente se refuta a sí mismo y dice: “contrariamente a lo que he dicho, el significante no hace cadena”. De nuevo vuelvo al matema que está en el Seminario 20 del enjambre de significantes. A partir de aquí, si antes nos preguntábamos cómo la cadena se podía romper, explicando la clínica la psicosis como una manifestación de la cadena rota, ahora a partir de esta enseñanza, la cuestión será cómo puede por ejemplo un neurótico, sostenerse sobre una cadena. Al situar lo simbólico, no como una cadena sino como una serie de significantes, como un enjambre de significantes, el problema es cuál es el elemento que puede poner límite a esta serie que en principio no tiene límite, esta serie de Unos, este enjambre. Todo problema de la serie, como plantea Lacan en su escrito “L´étourdit“, es que la serie sin límite implica un simbólico que no hace cadena. El significante asimismo es asemántico, parece semántico cuando se fabrica una cadena, pero en su estado “natural”, es un S1, un significante Uno desencadenado. Es lo que Lacan escribe en Encore (Aún), el inconsciente como un enjambre de S1 desencadenados podríamos decir. La manera de Lacan de abordar estos significantes amo, estos S1, es mediante la noción de letra. Para ello, me voy a detener hoy en un escrito de Lacan, que al igual que “La carta robada”, que inaugura los Escritos de Lacan, encuentra su lugar inaugurando el volumen de los Otros escritos.

Jacques Alain Miller decide introducir el escrito de “Lituraterre”, que está adentro del Seminario 18, como apertura de estos Otros escritos, es decir, que le da el lugar de señalar la apertura a la última enseñanza de Lacan. Lo que hace Lacan en ese escrito, es volver sobre las huellas –nunca mejor dicho– del descubrimiento freudiano. Las huellas, es decir, las marcas o huellas mnémicas de las que habla Freud, en el “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895), y también en “La pizarra mágica” y en la “Carta 52”. Lacan realmente hizo de esta carta una pieza fundamental en su enseñanza, ya desde el principio, en el seminario de la psicosis.

¿Qué son estas letras? He titulado mi conferencia “Tachaduras”, para retomar un término que aparece en el texto “Lituraterre” de Lacan, pero que remite a un autor en el que me apoyé el año pasado, que es Michel Leiris. Este escritor tiene un libro que se llama Biffures, palabra que aparece tachada. Es un texto que él escribe en la época de la ocupación alemana; digamos que hay un cuadro histórico en el que se inscribe este libro. Lo que hace Leiris con este título es evocar el término en francés Biffures, que remite a dos significados posibles; uno es tachaduras, que aparece en el texto de “Lituraterre”, y otro es bifurcaciones. Entonces, como punto de partida para reconsiderar el término de huella, de marca, nos vamos a ir al rasgo unario también. Son todos términos freudianos. Recordaré una frase de Lacan, una cita del Seminario 17 El reverso del psicoanálisis (1969-1970), en la página 49. Dice Lacan: “todo lo que a nosotros analistas nos interesa como saber, se origina en el rasgo unario”, o sea que en este punto lo que está diciendo Lacan, en este contexto, es que “la función del rasgo unario es la forma más simple de la marca”. De este modo, el saber que interesa en la práctica del psicoanálisis –nos está diciendo Lacan– es el que puede tomar la forma de escritura, puesto que una marca, una traza es una escritura ya. La escritura es el operador –y de esto va a hablar mucho Lacan al final de su enseñanza– que permite esclarecer el estatuto del saber. Sin embargo, no es preciso ir muy lejos para saber a qué se refiere Lacan cuando habla de escritura, porque el uso de este término es otro nombre del concepto de repetición, concepto fundamental. Es decir, si hay repetición es porque precisamente hay la marca, hay el rasgo, sobre el cual una y otra vez se pasa, se vuelve, como ya lo mostró Freud en el texto de la carta a Fliess, la carta del 6 de diciembre de 1896, conocida como “Carta 52”, donde dice que la memoria no preexiste de manera simple, dado que su estructura se consolida a través de continuas retranscripciones.

Antes de este seminario de 1969-1970, El reverso del psicoanálisis, Lacan en el “Seminario 14, La lógica del fantasma”, había afirmado la relación entre marca, escritura y repetición, señalando que el estatuto de la repetición, no se sostiene más que de la escritura. Nos dice que lo que la repetición busca repetir es precisamente lo que escapa a la función de la marca, ya que la marca es original en la función de la repetición. Y dice “la marca no podría redoblarse más que borrando”, es interesante.

Hay en la escritura del texto de “Lituraterre“, un debate que Lacan sostiene con Derrida desde 1966, momento en que fue invitado a proponer una intervención en la Universidad de Johns Hopkins, en Baltimore, en un congreso sobre estructuralismo, en el que también estuvo Derrida. A partir de esa conferencia y ya con el texto de Derrida, que se llama Escritura y repetición, Lacan va a abordar el estatuto de la marca, de la huella, de la traza mnémica, va a retomar el debate sobre si la huella mnémica –esto que decía hace un momento– precede como escritura a la palabra –que es la tesis formulada por Derrida, que también la veremos de otra manera en la propuesta de los neurólogos–. Porque Paula Vallejo me ha dicho que les interesaba pensar qué pasa con las neurociencias respecto de la idea de inconsciente. Habrá que revisar la idea de la plasticidad neuronal y todas estas nuevas exploraciones, investigaciones en el campo de las neurociencias, en torno a la cuestión de si la huella precede como escritura a la palabra o no. Este es el tema en cuestión. Lacan señala que no se trata de una huella marcada en el psiquismo que precede a la palabra, que es lo que Derrida defendía ya en aquella conferencia. Su tesis era, precisamente, que la huella mnémica precede a la palabra, que hay una antelación de la huella inscripta respecto del significante. Si tuviera una pizarra, pondría huella mnémica en primer lugar, primaria y luego significante. Lacan, por su parte, plantea justamente lo contrario, primero el significante y luego la huella, o sea, hay una anterioridad evidente del significante respecto de la huella.

En “Lituraterre”, Lacan explica cómo entiende el término de letra, y la define como un cuenco, una especie de agujero, como una vasija, un receptáculo del goce. Aquí Lacan va a decir que, en realidad, hay dos maneras de funcionar el significante en el inconsciente: como un significante que hace cadena –que es el primer Lacan también– o como un significante que funciona como letra. Es decir, ya no tanto remitiendo a otra cosa, a otro significante en una cadena, sino como una letra sola, separada de la cadena, pero en la que se depone el goce, lo que hace digamos, a lo real que nos impone nuestra práctica analítica. No es tan fácil digamos, mediante la interpretación, que algo desaparezca. Justamente ahí el referente que toma Lacan es el goce. Entonces, Lacan se separa del abordaje de Derrida, al diferenciar la escritura –un punto importante que señala en “Lituraterre” – de la impresión, de lo impreso. Por eso critica del texto de Freud “El block maravilloso” –también traducido como “La pizarra mágica” – aquel sistema de inscripciones que se pueden borrar, la idea de algo impreso que puede borrarse. La escritura no es la impresión –dice Lacan– Derrida confunde ambas: impresión y escritura. Si lo escrito es un resto de la palabra, la impresión –este es el modelo de Freud en el “Proyecto de una psicología para neurólogos” y en la “Carta 52” – es un modelo que concierne a una escritura que precede al pasaje por la palabra. A diferencia de Lacan, para quien lo escrito o la escritura se depone a partir de la palabra, para Freud la impresión es una forma previa al pasaje de la palabra. El modelo de las neurociencias, por ejemplo, confiere más bien al modelo de la impresión, que no es el de la escritura. Para los neurobiólogos se trata de encontrar la huella neuronal que determina el conjunto de la conducta humana. O sea, todo lo que hacen los hombres se podría explicar por una forma de impresión, en una huella a nivel neuronal. Los neurocientíficos introdujeron el término de neuroplasticidad. Hay un debate interesante que está publicado en un libro titulado A cada cual su cerebro, sostenido por un psicoanalista Pierre Ansermet, de Lausana, Suiza y un neurobiólogo, Pierre Magistretti, que trabaja también en Suiza. Con el término de neuroplasticidad, los neurocientíficos introducen la idea de una modificación sináptica permanente, para explicar por qué hacemos lo que hacemos, por qué soñamos, por qué tenemos lapsus, en fin, en definitiva, apuntan a explicar por qué existe el inconsciente. Sería una explicación desde la neurología que intenta dar cuenta de por qué existe el inconsciente, a partir de conexiones neuronales, que a la manera de la impresión llegan a dar un modelo explicativo de lo humano en general. Sobre este modelo de la impresión, entonces derridiano y neurocientífico –vamos a decir así–, podríamos afirmar que este modelo de la impresión es una reducción de la escritura a lo que la palabra permite acceder, a partir de la huella impresa, o sea lo que la huella impresa dejaría sin pasar por la palabra. No habría que pasar por la palabra, según los neurocientíficos se podría leer en el cerebro lo que el sujeto va a hacer, lo que el sujeto tenga que decir sin pasar por la palabra. Es justamente lo que Lacan dice acerca de la forclusión del sujeto, es decir, cortocircuitando a la palabra.

Vayamos entonces a “Lituraterre”. Pero antes voy a señalar unos párrafos que encontramos allí, las páginas que he tomado son la 23 y 24 de los Otros escritos, y quiero señalar lo que Lacan imagina, hace como un apólogo, es una especie de visión de cómo ve la cuestión, el estatuto de la escritura y de la letra. Lacan en aquel momento acababa de regresar de un viaje que había hecho a Japón. Por cierto, hay un artículo de Eric Laurent que se llama “El vuelo sobre la letra”, jugando con “La carta robada”, que me parece que está publicado en alguna revista de la EOL.

Paula Vallejo: –Sí, está publicado en un Caldero de la Escuela.

Vicente Palomera: –Recomiendo la lectura de este texto a partir de lo que estamos hablando, porque ayuda a entender muy bien este debate. Pero lo que dice Lacan es que acababa de regresar de un viaje a Japón, y en un momento determinado señala que va viajando en el avión… En aquella época los vuelos desde Japón, desde Tokio a Europa, tenían que pasar por el Polo Norte debido a la guerra fría, para que no hubiera posibilidad de espionaje de las bases industriales y armamentísticas que hay en Siberia. Y Lacan dice que en el segundo viaje, sin embargo pasó por Siberia, vio la planicie siberiana y dice: “lo que se me apareció como idea, tal como irrebatiblemente me apareció, esta circunstancia no es poca cosa. Entre las nubes, el chorreado, (la lluvia) única huella en aparecer por operar allí, más que por indicar su relieve en esta latitud, en lo que en la Siberia hace planicie, planicie desolada con la sola vegetación de los reflejos que empuja a la sombra lo que no espejea en ellos”. Y dice: “El chorreado es ramillete del rasgo primero, del trazo unario, y lo que lo borra. Lo he dicho, de su conjunción se hace el sujeto, pero marcándose en ella dos tiempos. Es necesario pues que se distinga ahí la tachadura, tachadura de ninguna huella que esté de antemano –ahí está criticando a Derrida– es lo que hace tierra del litoral”.

Voy a referirme a esta cuestión, donde Lacan plantea esta imagen increíble de la tachadura, viajando, viendo cómo las nubes, los semblantes, los significantes, las nubes de significantes, estalla la nube y cae la lluvia. Y la lluvia va precipitándose sobre la planicie y va produciéndose un surcado, un surcamiento, un abarrancamiento en el terreno. Una imagen fantástica de los surcos que los ríos hacen en la planicie siberiana, esto es lo que vio Lacan. No sé si recordáis el curso de Saussure, Curso de lingüística general, pero hay una imagen donde se ven dos niveles, como una especie de nubes, luego una separación y luego la tierra, o sea, evoca algo de esta relación entre significante y significado. La tachadura es eso, justamente lo que dice Lacan, el significante, que es primero respecto del goce, anterior a lo que la letra introduce, el significante tacha la planicie siberiana haciendo surgir lo real del goce. O sea, están los semblantes que surcan la planicie (el cuerpo), dejan marcas donde se va a depositar el abarrancamiento del que habla Lacan. Se trata precisamente de los barrancos, los aluviones con los que se va tachando la planicie siberiana, haciendo surgir lo real del goce. Es decir, que es la planicie siberiana surcada por los ríos, podríamos decir así, la metáfora que Lacan introduce para dar cuenta de cómo justamente el significante –está diciendo Lacan-, introduce estos efectos de tachadura a nivel del goce, como si el goce no fuera primario (anterior) al significante. Lo que justamente es distinto de lo que señalaba Derrida, para quien habría una marca primera que el sujeto intenta significar. Para Derrrida, hay una marca y luego hay los comentarios sobre la marca, digamos, el discurso sobre esa marca. Hablando del sueño, Derrida dice que el sueño es un comentario de la primera huella, o sea que el sueño no hace sino comentar la primera huella. Se sitúa en una lectura freudiana, refiriéndose a la idea de que Freud habla de neuronas de memoria en el “Proyecto…”. Para Derrida el sueño es –digamos así– un comentario de ese real primero que marca el cuerpo, esas marcas que Lacan va a retomar con esta imagen de la planicie siberiana.

Pero es interesante que en lo que se apoya Lacan, es precisamente que Freud al comentar el sueño de Irma, al hablar de lo no reconocido, lo Unnerkante, dice lo contrario. Freud dice que el ombligo del sueño, ese real del sueño, es una incrustación de lo real en lo simbólico. O sea, si es una incrustación, entonces está diciendo que lo que precede es lo simbólico y luego viene la incrustación, algo se incrusta en lo simbólico. Esta idea es muy importante para entender lo que Lacan desarrollará después sobre la letra. El año pasado, cuando estuve en la Facultad, recuerdo haber comentado la idea de estos S1, de este enjambre de significantes depositados en el inconsciente, de esta memoria inconsciente, precisamente a partir de lo que Freud decía sobre los restos fósiles de cosas escuchadas, oídas y que se habían quedado fijadas en las letras. Es decir, lo que está diciendo Lacan es que el S1 no precede al S2, o sea que estos significantes, estas huellas, estas trazas no preceden al saber del inconsciente, al Otro, a los significantes del Otro, del inconsciente.

Tomemos el lenguaje ahora, tomemos el Otro del lenguaje, el S2 del lenguaje. En esta perspectiva, es el S2 del lenguaje el que precede al S1, o –dicho de otra manera– el S1 es un producto. Las marcas, las huellas son un producto, un efecto del S2. Digamos que el S1, estas letras, se despejan casi al final del análisis, los significantes amo de cada uno no se despejan más que una vez uno ha hecho las vueltas dadas en un análisis, lo que Lacan evoca con “les tours dites”, las vueltas dichas de un análisis que uno ha pasado y donde se han despejado algunos significantes que condensan el goce, algunas letras que condensan el goce. Claro, para eso ha tenido uno que pasar primero por lo que llamamos el inconsciente transferencial, es decir, en el esquema, en el matema S1, S1, S1… se dirigen estas letras al S2, para buscar el Otro de nuevo, es decir, hace falta pasar por el molino de las palabras, por la catarata de significantes, por la materialidad de esos significantes, S2, y de ahí se aíslan algunos significantes que condensan el goce. Y esto en el aprés-coup. Aquí sí que ya tenemos la cadena de esta vivencia particular que es un análisis. Estos S1, estas letras, aparecen al final, no al principio, al contrario de lo que señala Derrida, para quien hay una primera marca, una huella y luego viene un saber a comentar esta huella.

Al hablar de tachadura, estoy refiriéndome también al hecho de que Lacan, cada vez se va convirtiendo en más minimalista, precisamente podríamos decir que las distintas etapas de la elaboración de Lacan, la primera etapa sería metáfora y metonimia, la segunda con Encore (Seminario 20), lalengua, pero hay una tercera etapa que es la introducción de la Una-equivocación. Porque estas letras de lalengua son letras que se apoyan, que se constituyen a partir del equívoco, como aquel famoso “¡…lizmente!” de Leiris, que queda como una marca producida por la incidencia –como en la planicie siberiana– en su cuerpo, la incidencia cuando se cae el muñeco, el soldadito de plomo, y queda la marca de lo oído, lo que le vuelve el Otro: “no se dice así, se dice asá”, “No se dice reusement, se dice hereusement“. Lo que Lacan llamará la Une-bévue, la Una-equivocación, es ese corte mismo en el límite de sentido y sin significación, o sea que este corte, esta Una-equivocación, esta Une-bévue, está fuera de toda sintaxis. La Una-equivocación es una gramática reducida a su mínima expresión, incluso diría que ni hay gramática, hay simplemente corte, es la hiancia fundamental donde se origina, se constituye, el inconsciente, es la tachadura, es la marca, es lo que Freud decía rasgo unario. Para Freud, la existencia del rasgo unario es fundamental para hacer la clínica diferencial entre neurosis y psicosis. En realidad, Lacan convierte este rasgo unario en los cuatro discursos. ¿Qué es lo más importante de los cuatro discursos? Es casi como la escritura china, un trazo que va de izquierda a derecha, que marca los lugares, si no hay el trazo unario, no hay lugares, no hay discurso, sin la escritura no hay posibilidad de inscripción de los lugares, del vínculo. De ahí que se diga tantas veces que el psicótico está fuera de discurso, es decir que no opera algo de la escritura fundamental del rasgo unario, de la marca.

Decía que el último Lacan es minimalista al final. ¿Qué es la Una-equivocación? Es lo que Leiris llama Biffures, tachaduras, es el trazo que marca la caligrafía, es la tachadura que perfila la Una-equivocación. ¿Qué son las palabras tachadas? Justamente, es el significante fuera del sentido, pero tachado, es la palabra casi como una cosa, infinitizándose, como lo vemos en la esquizofrenia. Como me decía un paciente el otro día, que su madre está desesperada con él, porque utiliza la ironía constantemente. Este paciente esquizofrénico dice cosas así a su madre como: “¿cuántos días tiene Barcelona?” ¿Qué estás diciendo? Día es una cadena de supermercados. Ahí vemos muy bien cómo hace funcionar –es joyceano este paciente– el significante fuera de sentido. Hay un seminario anterior al 17, El Reverso del psicoanálisis, el Seminario 16, que se llama De un Otro al otro, donde Lacan insiste –es una elaboración sobre qué es el inconsciente– pero insiste precisamente en un pasaje muy importante acerca del trauma, donde dice que el trauma existe a partir del relato del trauma, que no existió antes. Lo traumático surge en el momento en el que el sujeto lo cuenta. Recuerdo una entrevista que le hacen a Lacan para diferenciar al psicoanálisis del conductismo y dice que lo más importante que ocurre, por ejemplo, cuando un niño está en casa y pone la mano en un radiador y se quema la mano, y entonces, según una conceptualización de tipo comportamentalista, sería que el niño aprende a partir de que se quema, a partir de la marca, del dolor, aprenderá la siguiente vez a no tocar un objeto parecido, un hornillo, un radiador, etcétera. Y Lacan dice que lo más difícil no es eso, lo que el niño tiene que hacer es cómo entrar en el discurso que se va a producir a su alrededor cuando se quema, donde va a venir la abuela diciéndole “ay, el pequeño niño que se ha hecho daño”, y todo un discurso que va a envolverlo. Cómo entrar en eso es lo más complicado, no el hecho de simplemente la reacción puramente conductual o refleja del dolor, sino el dolor de entrar en todo lo que va a venirle encima alrededor de esa herida. Lo traumático surge en el momento en que el sujeto lo cuenta o es contado. Es cierto que hay una vivencia traumática cuando uno se quema. A nivel sensible, uno prueba la experiencia del dolor traumático, pero este acontecimiento, lo que dice Lacan es que no surge como trauma, como trou, como agujero; solamente surge como agujero a partir de que el sujeto lo cuenta. Y lo que dice Lacan es que lo cuenta en el análisis, en la trama discursiva, es decir, cuando introduce eso en su historia, entendiendo por historia lo que uno se cuenta. Pero el trauma –plantea Lacan en De un Otro al otro, en la página 281-282 del Seminario 16– “es la marca de goce en el cuerpo”, ya no es una marca del impacto que el niño tiene cuando se quema, sino todo lo que va a envolver ese encuentro como inscripto en el lenguaje, la marca que es un efecto del lenguaje, aunque no sea más –dice Lacan– porque uno se cuenta a sí mismo el trauma que uno vivió. Es el relato mismo el que hace surgir el elemento traumático como traumático. Lacan lo dice así, “ese punto de anamnesis que se considera original, en verdad se produjo retroactivamente por la suma de interpretaciones que el analista hace del trauma”. Es una indicación también para la posición del analista, que la interpretación del trauma no hace sino hacer surgir el trauma como trauma, cada vez más traumático.

Letra y signo

Algo que nosotros repetimos siempre en la universidad, en la Escuela, es que el significante representa al sujeto para otro significante. Esta es una lectura que Lacan hace a partir de la definición de un lógico americano que se llama Pierce, que había definido al signo como aquello que representa algo para alguien. Entonces Lacan sitúa al signo del lado del significante. Subvierte la tesis de Pierce hablando de significante, y cuando dice que el significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, está diciendo que el significante hace signo del sujeto. El significante, a diferencia del signo, es lo que representa a un sujeto para otro significante.

En el Seminario 18, en la página 116, en la “Clase sobre Lituratierra“, los S1 separados o, mejor dicho,” la letra, es promovida a la función de un referente tan esencial como todas las cosas y esto cambia el estatuto del sujeto”. Aquí es donde Lacan habla de la escritura y de la letra. Hay un pasaje fundamental muy importante de cara a lo que son los finales de análisis, que es el momento donde la letra tiene una función de referente; no es el significante que remite a otro y a otro, el referente del sujeto no es otro significante, sino que es la letra. “Por eso, para su identificación fundamental, se apoya en un cielo estrellado y no solamente en el rasgo unario, pues justamente tener demasiados apoyos es lo mismo que no tenerlos”. ¿Por qué Lacan dice que es un referente? Porque la letra se refiere al goce, el referente es el goce, la letra es un significante que se hace receptáculo –insiste Lacan– del goce, y desde ese momento es un referente para el sujeto respecto del goce. Y esto es lo que cambia el estatuto del sujeto, cuando la letra se convierte para el sujeto en el referente respecto del goce, porque la letra es el deposito del goce. Y ya el sujeto no se va a referir como un significante que remite a otro, sino justamente –y esto es visible en los testimonios de pase– es la letra la que se hace referente del sujeto, porque el sujeto queda reducido a la letra. No se trata tanto del sujeto, sino de ese referente que es la letra, como soporte material del discurso, donde si tomamos el discurso como una modalidad del saber inconsciente, como un S2, y al sujeto definido a partir de la letra, vemos que cambia el estatuto del sujeto en el análisis. Voy a poner un ejemplo conocido por todos del caso del hombre de las ratas. No es un final de análisis ni es un pase, pero es un análisis muy intenso de un año, en donde encontramos una serie de Unos, un enjambre también. Tenemos eso gracias al original record de Freud. Y tenemos los cortes, están los Unos y los paréntesis aquellos, especie de capas, de cortes, cada uno separado de otro y distintos entre sí. Al principio podría decir que hay un significante amo que representa al sujeto antes de entrar en la letra. El sujeto Hombre de las ratas –Ernest Lehers, como se llamaba– se dirige a Freud con un significante que lo representa, pero que al mismo tiempo es traumático, que es el ideal del capitán cruel, el oficial, se presenta con el significante que lo representa. Cuando Freud le inicia en la lógica del tratamiento, las primeras entrevistas, le indica en qué consiste el tratamiento y lo invita a la asociación libre, va a desplegarse una serie de significantes. Podríamos tomar el sujeto –el hombre de las ratas– representado por un significante, sujeto tachado y encima S1, y un vector que se dirige al campo del Otro, que es el campo del inconsciente, el sujeto por asociación libre se dirige al campo del Otro, de los otros significantes, los pensamientos, representaciones que van a venir, son dos campos distintos: campo del sujeto, campo del Otro.

S1 ——— S2

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Estos S2 que están en el campo del Otro, no representan al sujeto, aunque afectan a su cuerpo y a su goce. Sabemos que en la clínica del pase –llevado a su final el análisis– un significante que forma parte del inconsciente desde el comienzo, que forma parte del saber inconsciente, acaba convirtiéndose en el referente del sujeto, y en el caso de “El hombre de las ratas” lo vemos claramente. Es decir, primero vemos una red de significantes que van apareciendo, este saber, en el saber inconsciente que son Rat, Ratten (en plural), las ratas, Verhairatten, que en alemán es matrimonio –sabemos la importancia que tenía el tema del matrimonio–, Schpielratten, las deudas de juego; de ahí el famoso texto que Freud va a producir porque estos significantes son significantes del goce, o sea aquella famosa ecuación simbólica “heces, niño, regalos, dinero”, son significantes, letras de goce. Bueno, estos son significantes del goce del dinero, las deudas de juego, matrimonio y finalmente todo va a ir conduciendo a la rata sucia que muerde al padre, esta famosa estela del trauma, el punto Big Bang por decir así, donde el sujeto muerde al padre –como una rata sucia que muerde– y que el padre dice aquella frase “este niño será un gran genio o un gran criminal”. O sea, al final se ve que el significante rata no está solo, por lo tanto en el interior del campo del Otro, de los S2, se produce un desdoblamiento. Es interesante porque lo que produce el dispositivo analítico, como dispositivo bajo transferencia, es redoblar –dice Lacan-, el campo del Otro, el S2. Y si este significante rata que estaba en el lugar del Otro en un momento determinado, se convierte, se desdobla convirtiéndose en el significante que es el referente del sujeto. El hombre de las ratas que llega a Freud con un significante que se le impone, que no lo representa para nada y al que tiene horror, en el curso del tratamiento se despliega, se desdobla la obsesión. Freud dice que no cambia nada al principio, pero se encuentra con que la obsesión desaparece cuando de las elaboraciones del paciente emerge la afirmación a partir de recuerdos precisos: soy rata, soy la rata mala, sucia, etcétera, y de repente, este significante deja de ser inconsciente y se pone a representar al sujeto, o sea, la rata pasa de S2, del campo del Otro a S1, como la letra decíamos antes. La rata representa al sujeto, al consentir a su goce, al hacerse responsable de su goce. Esto es lo que dice Lacan en el Seminario “Les non dupes errent”, “Los no incautos se equivocan”. Dice –frase fantástica para entender esto que ha operado en el hombre de las ratas–: “descifrar, es hacer pasar un significante del lado S2 –campo del Otro– al lado S1”. Este S1 entonces es el significante que capta una modalidad de goce del sujeto precisa para él –como la rata, por ejemplo– cambia el estatuto del sujeto, queda reducido a la tachadura, como reusement para Leiris. El significante viene –digámoslo así– a barrar el goce y a partir de ahí podemos entender el término del que hablábamos el año pasado de lalengua.

¿Qué es lalengua? Es el significante más el goce, el significante con el goce, en tanto el sujeto está determinado por el goce. Ahí el sujeto ya no es el mismo, porque es un significante que el sujeto tomó del Otro, que se apropió para designarse a sí mismo, pero que está relacionado con el goce y a partir de ahí está lalengua como la integral de todos los equívocos –dice Lacan– que el lenguaje deja persistir, es decir, que ha podido imprimir sobre el sujeto, se sitúa ya en el camino de lo que Lacan llama la Una-equivocación, que es el accidente, el corte, la hiancia, donde no hay ya interpretación. O sea, allí donde no hay lapsus, como dice Lacan en el “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11“, ahí donde en el lapsus, no hay alcance de interpretación. En realidad, no hay sujeto, es una paradoja lacaniana, llegar al punto, al final del análisis de reducción del sujeto –ojo, no es la forclusión esto– punto de reducción del sujeto, que queda equivalente al corte mismo, al accidente, a la equivocación, a la Una-equivocación. No es la letra, sino el signo lo que se hace referente del sujeto, como dice Lacan en este párrafo. Con la Una-equivocación Lacan introduce algo que va más allá del inconsciente. Freud no se había percatado de esta dimensión de lo real al nivel mismo del inconsciente, que es lo que Lacan capta, si uno aborda lo real fuera de sentido. En los testimonios de pase, encontramos a veces cosas curiosas, por ejemplo, cuando el pasante testimonia de ese corte, de esa letra, de esa tachadura, con una frase que podría ser –no es la frase del fantasma sino la de la letra misma, del corte, de la Una-equivocación– que puede ser, recuerdo a Angélica Marchesini que hablaba de la “roncadera”. Hay toda una historia del ronquido, de la historia familiar, y uno ve determinado todo eso construido en torno a esa letra que es el referente, el goce que está incluido como referente del sujeto. O bien, el testimonio de Leonardo Gorostiza de “el cazador sin medida”, que viene de toda una constelación familiar, de una narración familiar, donde hay toda una precipitación en esa fórmula de lo que es ese real fuera de sentido, de ese corte, del significante nuevo; no nuevo en tanto que no pudiera estar ahí antes, como rata de “El hombre de las ratas”, sino nuevo en tanto funcionará de otra manera. Ya no funciona como un significante que remite a otro indefinidamente, sino como el referente donde se deposita el goce del sujeto, que se convierte en el referente del sujeto, ese corte mismo donde se inaugura la construcción de sí, el ramillete del que emerge, según esa figura de la planicie siberiana donde habla del ramillete después que se precipitan los significantes y hay ahí una erosión, un surcamiento, que marca un corte y una tachadura de ese terreno. Eso es lo que Lacan llama al final, en los últimos seminarios, un significante nuevo, más allá de la Una-equivocación, es ese un significante nuevo, que es uno de los últimos seminarios de Lacan, que es el significante como decíamos de rata, tomado de la constelación significante, es decir, tomado de un significante que estaba conectado en la red con otros significantes, que remitían a otros irremisiblemente, un significante del sujeto pero con otra significación, ese significante que pertenecía al diccionario del sujeto, a lalengua del inconsciente, ahora pasa a estar articulado con el goce, es un significante que se convierte en referente, como insignia, como Miller hablaba en Lo que hace insignia. Es la letra lo que hace insignia, es un significante que no es que sea nuevo, sino que pasa a ser nuevo en su uso, que el sujeto puede hacer un uso de ese significante, como podemos decir que hace un uso del síntoma, y hablamos del saber hacer con el síntoma. Un significante que pertenecía al diccionario del sujeto, a lalengua del inconsciente, ahora es utilizado en tanto que articula con el goce, que es un referente, como insignia del goce del sujeto, un significante que hace referencia al goce.

Tenemos, por lo tanto, el campo del ser, que por definición es el ser de la palabra, que se despeja a partir de la definición del significante que representa a un sujeto para otro significante, que se despeja en la concatenación del sujeto, y de otro lado la existencia, que es la letra como algo que ex-siste, ese grano de arena del que hablaba Freud, la perla psiconeurótica, eso que está afuera, excluido, el goce sobre el cual se sintomatizó con capas de significantes. Esa letra como algo que ex-siste, ese algo que es el goce, ese significante que pasa a ser el referente del sujeto.

Me he saltado algunas cosas, como por ejemplo un pasaje que comentaré en otra ocasión. Lo vamos a dejar aquí.

Paula Vallejo: –Muchas gracias Vicente por el desarrollo. Hay algo que nosotros estuvimos trabajando en relación al síntoma y que con este desarrollo que has hecho podemos seguir su movimiento. Cuando te referiste al desplazamiento de un significante del lado del S2 al S1, me resultó muy gráfico para volver sobre lo que Lacan dice en el “Seminario 22”, cuando habla del “síntoma como la escritura salvaje de una letra”. El desarrollo que nos presentaste, que tiene que ver con poder localizar lo real a nivel del inconsciente, el inconsciente como ese S1 que insiste y donde podemos ver la operatoria del síntoma como lo que extrae una letra del inconsciente, y la inscribe salvajemente.

Vicente Palomera: –Es interesante esa expresión, no la recordaba, del síntoma como escritura salvaje. Podríamos pensar, tomando el curso de Miller El ultimísimo Lacan cuando hace una comparación entre la Una-equivocación, donde está el equívoco fundamental a partir del cual se van a reproducir salvajemente en el síntoma todas las equivocaciones y el sinthome. Tenemos la forma micro, que sería la Una-equivocación, y la forma macro que sería el síntoma, las distintas capas que van a envolver ese corte, esa hiancia. Es lo que podríamos llamar la forclusión generalizada, en donde nos incluimos todos. Hay siempre para todo sujeto un rechazo en lo real del encuentro con el goce, con el agujero, o sea, hay una envoltura de eso y a partir de ahí, de ese rechazo de ese goce, de esa letra de la Una-equivocación, se va a producir salvajemente –quiere decir muchas capas envolviendo eso– el síntoma. La forma pura sería el corte, la hiancia de la Una-equivocación, y la forma salvaje es el sinthome. Eso lo pone en un esquema Miller en ese seminario.

Paula Vallejo: –Es una novedad para mí esto.

Vicente Palomera: –Para mí también.

Alberto Justo: –Me quedé pensando, en relación a lo que planteabas Vicente, en la descripción de la envoltura formal del síntoma obsesivo, cuando Freud lo describe como un telegrama mal redactado. Es en “El hombre de las ratas” que hace la descripción del síntoma obsesivo, cuando están rotos los nexos causales, y aparece como un telegrama mal redactado. Pensaba en este mal redactado, cómo ahí pesca algo Freud en relación a esa Una-equivocación, porque ya el telegrama es una síntesis, tiene un procedimiento, tiene una manera, pero Freud subraya ese “mal redactado”.

Vicente Palomera: –No recordaba esa expresión, pero me parece fantástica porque evoca algo que puede invitarnos a pensar muchas veces en cómo Lacan piensa los sueños mismos, como los sueños absurdos, que operan de distintas maneras. Un sueño absurdo es un aditamento operado a la censura rusa, donde en un escrito hay palabras tachadas que hacen que el texto no tenga sentido. De manera tal, que la idea de Freud es de alguna manera recuperar eso que ha sido abolido, la idea de Lacan también, de determinadas partes censuradas de un texto, borradas, tachadas. La idea de un telegrama es la de una tachadura, es evidente que habla de eso, que en la escritura ha sido la escritura misma la que introduce el agujero de la letra. El síntoma de Freud es el inconsciente, el de Lacan no, por eso quiere ir más allá de eso real del inconsciente, no quedarse con la fascinación, los juegos, el desciframiento de los síntomas infinitamente. Ahí encuentra él el punto de reducción del sujeto a la letra misma, por eso Lacan busca un más allá de Freud, más allá del inconsciente de Freud, para ir a lo que llama el equívoco fundamental del sujeto que es la Una-equivocación, ahí es donde entramos en lo real del inconsciente, donde no hay ninguna solidaridad más con lo imaginario, con una significación, queda reducido a una letra que encapsula, que recibe, que se hace depositaria del goce del sujeto.

Paula Vallejo: –Podríamos decir que hablar de inconsciente real sería como una paradoja, porque estaría del lado del desabonamiento del inconsciente, pero no es lo mismo, a la vez. ¿No?

Vicente Palomera: –Es como indicar el lugar, no quiere decir que está ahí, es como esa imagen que fascinaba tanto a Lacan en “La dirección de la cura”, la imagen del retrato que hace Leonardo Da Vinci del San Juan Bautista, señalando con el dedo el horizonte deshabitado del ser. Más que deshabitado es la letra a lo que apunta Lacan, es encontrar la letra, apuntando a lo real que Freud llamaba el núcleo de nuestro ser. Yo pienso que la enseñanza de Lacan es una anamorfosis, es decir los conceptos que tenemos en “La Instancia de la letra…”, al final, hay una especie de anamorfización contextual, de deformación, y queda reducido a esa tachadura. Los términos de inconsciente, de significante, de letra, signo, van transformándose, desdibujándose un poco. Los textos finales de Lacan son muy misteriosos, porque él busca ese más allá del inconsciente, la salida de los espejismos del inconsciente también.

Paula Vallejo: –Eso sería salir por el buen agujero digamos…

Vicente Palomera: –Absolutamente, podría ser así, por el buen agujero, que sería aquel que justamente se constituye en el referente de esa letra que incluye el goce del sujeto, que ya no remite a otra cosa más, porque si no el análisis es infinito, es un llevar un sujeto a otra cosa que no sea la irremediable remisión de un significante en el campo del Otro a otro significante.

Paula Vallejo: –Me interesa retomar lo que hablamos de la diferencia entre la huella, la impresión, si está primero la huella o el significante. En el Seminario 19 Lacan introduce el “Hay Uno”, cuando invierte el paradigma y plantea que lo previo es el goce, que lo que hay es un significante que introduce el goce, el Uno. La vez pasada en la clase hubo una pregunta, creo que de Miriam Glaz, acerca del Otro, que me volvió ahora cuando mencionabas que primero no está el S1 sino el S2. Es decir, en el transcurso de un análisis, el S1 se extrae del conjunto digamos, está al final, pero cuando nosotros lo planteamos a nivel de la teoría (de la constitución subjetiva podríamos decir), el Uno está de entrada, como marca de goce.

Vicente Palomera: –Pero primariamente está el Otro, el lenguaje, lalengua. Primero está lalengua que va, como en el caso de Leiris, que va a producir el primer corte, esa estela a partir de la cual van a ir generando su interés, su gusto por este encuentro traumático. Hay un comentario que hace Laurent acerca de Leiris que dice que era un hombre un poco depresivo, triste, y que había sido la marca que le vino del Otro lo que incidió ahí, ante esta letra que él produce cuando dice “lizmente“, la intervención de la madre que lo corrige, “se dice felizmente”. Laurent dice que hubiera sido distinto si la madre le hubiera dicho “cuando venga tu padre le voy a contar que inventaste una palabra, etc.”, si lo hubiera alojado más jocosamente…. Por eso comentaba lo de la quemadura del niño, ese relato de lo que va a envolver esa marca primera. O sea, primero tenemos lalengua y después tenemos el S1, en el que va a depositarse el goce, inscribirse la marca, la huella mnémica.

Paula Vallejo: –Como dice en la “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, la marca bajo la cual lo aceptaron los padres, digamos.

Alberto Justo: –Una cosa en relación a eso, que me parece que no se reduce a lo que se conoce como la lengua materna.

Vicente Palomera: –No, es la lengua de los padres, la lengua, de lo que se escuchó, de lo oído, es un uso digamos más amplio del que nosotros utilizamos cuando decimos lalengua. Cada uno habla de mi lengua materna como la que compartimos todos, cuando lalengua como tal, es una lengua privada. Lo que se produce como Uno, es el Uno que surge de lalengua, este Uno que se desprende de los equívocos mismos.

Rosana Salvatori: –Una pregunta respecto del ejemplo de Michel Leiris, porque he escuchado siempre como distintas cosas, inclusive publicadas, respecto a la responsabilidad de esa madre que le tocó, que lo corrige en ese momento, y entonces ahí la madre queda un poco como la responsable después de su depresión y su estilo de escritura, o si se trata ahí de la responsabilidad del sujeto en cuanto a elegir ese sentido que él armó a partir de ese acontecimiento.

Vicente Palomera: –Esto es de lo que Lacan habla muy tempranamente, sobre la decisión del sujeto, lo que Freud llama también la elección de la neurosis. Es evidente que hay, también cuando hablamos de trauma, dos dimensiones, la del sujeto víctima podríamos decir, Leiris víctima de este cimbronazo que es “no se dice así”, y luego la respuesta a este encuentro con el goce, este goce traumático, él como víctima de esta incursión, de esta palabra que le ha herido del Otro, y luego lo que Lacan señala es que no son contradictorios las dos versiones. Es que luego está la respuesta al goce, está el sujeto como víctima, pero luego responde y la manera de responder ya no es víctima. Ahora vemos que hay una situación traumática, se produce una pandemia, vemos que todos somos víctimas de este virus. Es muy interesante ver cómo en distintos países, distintas culturas o ideologías, se responde a eso. El otro día vi en Madrid una escena donde la presidenta de la comunidad autónoma de Madrid invitaba a hablar –había un encuentro con el presidente del gobierno– para ver si podían encontrar un acuerdo para dominar la situación traumática que se está viviendo, y estaba todo lleno de banderas de la comunidad de Madrid y de banderas de España. Ahí está la respuesta. Para tomar el caso de Leiris, también está la manera en que él toma esto, la manera de responder, y la manera de repetirse esto es lo que crea el trauma. De alguna manera, su insistencia en esta escritura que marca un estilo nuevo muy interesante de la literatura contemporánea francesa, de “nadie me va a decir a mí cómo se ha de decir una palabra”, esa especie de voluntad. Con el síntoma de este lado, pero también como la elección que el sujeto hace. De manera tal que la pregunta de usted es totalmente pertinente. No son antitéticas, son las dos caras. Primero está el sujeto que recibe el efecto, el agujero del trauma, el impacto del trauma, y luego cómo responde a eso. Por eso quiero traer la cita de lo que Lacan dice en el Seminario 19, en la página 149 y 150. Lacan dice: “un psicoanálisis reproduce una producción de la neurosis; al respecto todo el mundo está de acuerdo. No hay psicoanalista que no se haya percatado de eso, esa neurosis que no sin razón, atribuimos a la acción de los padres, sólo es alcanzable en la medida en que la acción de los padres se articula justamente por la posición del psicoanalista”. Dice, “En la medida en que converja en un significante que emerja de ella, la neurosis se ordenará según el discurso cuyos efectos produjeron al sujeto. Todo padre traumático, está en suma en la misma posición que el psicoanalista, la diferencia es que el psicoanalista por su posición reproduce la neurosis, mientras que el padre o la madre traumático lo produce inocentemente”. O sea que el analista no debe ser inocente, tiene que saber lo que está haciendo, ahí pasa la responsabilidad del analista. “Se trata de reproducir este significante, a partir de lo que fue su florecimiento”. Este significante que sería la Una-equivocación, a partir del cual se va a construir el sinthome, lo salvaje del síntoma, como decía Paula. El significante rata en el caso del hombre de las ratas estaba ahí con él, en el discurso del Otro, él lo rechazaba, era horroroso, y que al final es el significante sobre el cual se va a construir… Porque lo que hace un análisis es construir un modelo de la neurosis. Freud decía que cuando venía una persona con una demanda, lo que hace el analista tiene que completar la neurosis. Y podríamos decir que en la demanda de análisis, en la transferencia que se dirige el analista, no está completo el síntoma. El síntoma se completa con el analista, que debe hacerse depositario, completar el mensaje del síntoma. “Se trata de reproducir este significante a partir de lo que fue su florecimiento. Constituir un modelo de la neurosis es, en suma, la operación del discurso analítico. ¿Por qué? (Y aquí viene una parte que sería para un DEA o una tesina) En la medida en que le quita la dosis de goce (o sea el cerco impuesto por el goce). El goce exige en efecto el privilegio, no hay dos maneras de proceder para cada uno –o sea, que redoblando bajo transferencia la neurosis, lo que hacemos es que no se pueda repetir de modo vano–. Toda reduplicación lo mata (al goce). Sólo sobrevive si su repetición es vana, es decir, siempre la misma. La introducción del modelo es lo que acaba con esta repetición vana. Una repetición acabada lo disuelve por ser una repetición simplificada”. Hasta aquí la cita. O sea que Lacan busca lo simplificado de la Una-equivocación y llevarlo a la reducción, a que el sujeto encuentre su referente en la letra de su goce.

Sebastián Llaneza: –Agradezco a Vicente que haya compartido con nosotros su sólida formación. Y mientras conversabas con Rosana sobre la respuesta de Leiris al traumatismo, a esa corrección, “no se dice lizmente, se dice felizmente”, recordaba la lectura que hace Miller en La fuga del sentido. Porque Leiris, en la interpretación de Laurent quedaría un tanto depresivo, melancólico por esa corrección; al mismo tiempo hay que aclarar que se vuelve un buen escritor.

Vicente Palomera: –Y antropólogo también, buscador de huellas en Africa.

Sebastián Llaneza: –Es interesante lo de buscador de huellas, porque Jacques Alain comparte con su auditorio la idea de que Michel Leiris, en un momento determinado de su carrera literaria, se propone escribir un libro donde se recupera, donde se pueda recuperar la lengua de los niños. No sé si lo llegó a publicar al libro.

Vicente Palomera: –Sí, se llama Langage – tangage, que alude a que el lenguaje te atrapa. “Engager” es atrapar. Es eso la Una-equivocación.

Sebastián Llaneza: –Porque hay un momento en que él inventa otro tipo de respuesta, intenta recuperar algo de ese lenguaje infantil donde él sitúa algo de lo vivo de lalengua también.

Vicente Palomera: –Buscate en “La Tercera”, donde Lacan vuelve sobre el tema de lalengua, hay unos pasajes muy interesantes sobre la lengua materna como una capa de acero oxidada, y dice que la operación analítica es como decapar, quitar las capas de óxido.

Paula Vallejo: –Llegamos al final, gracias Vicente y veremos la posibilidad de un próximo encuentro. Nos queda a nosotros extraer la letra de tu clase. Gracias a todos por estar.

(Versión no revisada por el autor).

Agenda

ABRIL

Miércoles 03

– 15.30hs: Seminario de Casos I
– 17.00hs: Seminario Clínico
– 18.30hs: Seminario Introductorio

Sábado 06

– 10.00hs: Seminario de Casos III
– 11.30hs: Taller de Escritura

Miércoles 10

– 15.30hs: Seminario de Casos II
– 17.00hs: Seminario de Lectura de Lacan
– 18.30hs: Seminario de Lectura de Miller

Sábado 13

– 10.00hs: Seminario de Casos IV

Miércoles 17

– 15.30hs: Seminario de Casos I
– 17.00hs: Seminario Clínico
– 18.30hs: Seminario Introductorio

Sábado 20

– 10.00hs: Seminario de Casos III
– 11.30hs: Taller de Escritura

Miércoles 24

– 17.00hs: Seminario de Lectura de Lacan
– 18.30hs: Seminario de Lectura de Miller

Sábado 27

– 11.30hs: Seminario Avanzado