Clase 15 – 8 de noviembre 2023
Reseña por Lucía Capponi
Aproximándonos al final del seminario Los divinos detalles, Rosana Salvatori presentó la onceava clase del curso: “Impasses del superyó”. Para ello retomó de la clase anterior el desarrollo de Miller de los textos freudianos: “El malestar en la cultura” y “Psicología de las masas y análisis del yo”, a fin de abordar la identificación horizontal y vertical para pensar el lazo social, y desde allí cómo se enlaza el concepto de superyó en este capítulo, el cual se abordará desde distintas referencias teóricas y clínicas.
Lacan plantea el discurso como lo universal de los lazos. Respecto del lazo de forma horizontal, ubica aquello que aparece como lo mismo, y sitúa lo vertical en lo intersubjetivo del lazo analítico, que implica la alteridad, lo disimétrico. Freud ubica el lazo analítico a partir de una teoría del amor, el de transferencia, distinto a la concepción de Miller, para quien el amor es narcisista, “me amo en el otro”. Amor en términos de libido, sería: lo que esta investido es el yo y no el objeto, pero acentúa que en el estado amoroso es lo contrario, un estado de dependencia, investidura del objeto en detrimento del yo, y así introduce el estatuto disimétrico del otro en el amor donde el otro es colocado en el lugar del ideal del yo. Lacan encuentra una solución en el ideal del yo, el S1, rasgo simbólico de identificación a partir del cual se va a precipitar la otra identificaron que es la horizontal. Sitúa lo peligroso de la preponderancia de la identificación horizontal en los grupos, calificado por Freud de miseria psicológica, ya que cuando en los grupos se es lo mismo que el otro, se expulsa la alteridad y como efecto segregativo predomina el terror si alguno se diferencia.
Seguidamente pronuncia otra consideración del lazo a partir de la castración, que sería la negación del falo, dando cuenta de la negación al goce en el lazo, el no debes gozar del objeto de tu deseo. Se trata de saber en qué medida el goce se opone a las pulsiones, el deber. Si algo del goce está negado, hay algo del goce que está permitido, es decir que en el mismo lugar donde se renuncia el deber se acumula un goce.
El psicoanálisis verifica una verdad política; según Miller, que el goce no está perdido, sino que se concentra en el lugar del Ideal, no sería un ideal pacificante en este caso, sino lo que Lacan aísla como superyó, donde requiere su sacrificio, constatado por Freud en “El malestar en la cultura”. Allí donde el deber más se impone, se constata la corrupción, dirá Miller. Rosana planteó a modo de ejemplos, espacios del Estado que debe regular las drogas y que son lugares de corrupción, o familias donde la mano dura de los padres arroja como producto hijos totalmente desregulados a nivel del goce, que está permitido en el lazo.
Para Freud, el superyó es el nombre del inconsciente como ley que divide al sujeto. El superyó se introduce en la teoría para dar cuenta de la coacción que implica en el sujeto, como cuerpo extraño en el síntoma, su opacidad. Se emparenta a la clínica de superyó la pulsión de muerte. Sujeto dividido que no busca su propio bien, sino que va contra sí mismo.
Lacan llama goce al efecto de satisfacción de las pulsiones libidinales y las de muerte, leído en primer plano en su Seminario 7, que para Miller completa el ternario “Psicología de las masas” y “El malestar en la cultura”. Se problematiza la génesis del superyó, al ubicarse como respuesta teórica a cómo se puede civilizar la pulsión de muerte, cómo Eros puede dominar Tánatos, ya que para Freud el superyó es lo que atempera la agresividad. El amor es lo que inhibe la agresividad y lleva a renunciar al goce. Rosana invitó a pensar el clivaje clínico en los niños, cómo se arma el Otro de la ley. Primero, ocurre en una instancia exterior, los niños obedecen a sus padres por temor a la pérdida de su amor, y en un segundo momento se introyecta, como superyó, renuncia pulsional, momento que tiene que ver con el saber. Aspecto que resalta el punto clínico en relación al Sujeto supuesto Saber, articulación a la sesión analítica, en la que M.H Brousse delimita que lo que lleva al analizante a hablar de lo mismo es el superyó.
Otro punto que subrayó es la referencia de Freud, que sugiere que las mujeres no tendrían superyó, a lo cual Miller teoriza que sería por su relación con el amor, recordando la diferencia trabajada en clases anteriores, respecto de la prevalencia del rasgo fetichista en los hombres, y la erotomanía en las mujeres, la mujer articulada a la palabra de amor.
Miller en su conferencia titulada “Clínica del superyó”, publicada en Recorrido de Lacan, en 1981, sitúa que el superyó es un enigma en la enseñanza de Lacan, y que es la báscula que marca la segunda tópica. Lo que parece regular y sin cambio, es que el superyó es el heredero del Complejo de Edipo, su declinación.
Continuando con las referencias, señala otro texto de Lacan que pone el foco en el superyó, la tesis de psiquiatría (1932) donde aborda el caso Aimée como crimen del superyó. Miller conceptualiza que es una contribución a la tesis del superyó. Paranoia de autopunición, para Aimée el crimen se paga. Al ser castigada se ve satisfecha la pulsión autopunitiva. Miller señala que el superyó es el concepto que lo acerca por primera vez a la teoría psicoanalítica de Freud.
Otra referencia interesante que trajo Rosana es el texto de Lacan: “La psiquiatría inglesa y la guerra”, donde menciona los poderes oscuros del superyó en relación a la guerra. Se refirió también a un trabajo de Gustavo Stiglitz (acerca del COVID en Normandía durante el periodo de pandemia) donde éste cuestiona la docilidad del sector que acató las medidas de la OMS, docilidad que condujo a la muerte a diferencia del que fue indócil quedando del lado de la vida. Lacan dice en el mencionado texto: “No es de una indocilidad demasiado grande de los individuos de donde vendrán los peligros del porvenir humano…” ligándolo a los oscuros poderes del superyó. Subraya que todo lo que se presenta como sacrificio no por ello es heroico, y ser dócil no es garantía de nada.
Para finalizar realizó un breve relato del testimonio de pase de Ram Mandil: “Lo que no cesa” que se encuentra en el libro: La bolsa, (el vacío) y la vida. Una experiencia de análisis, para trasmitir cómo el sujeto queda sometido a la demanda del Otro, sin límite, delineando así el poder del superyó ligado al deseo materno, que ordena responder, algo que se arma a partir de una contingencia pero que el sujeto toma como necesario en la vida y lo repite.