El reverso de “La canallada moderna”
Por Marcelo Ale
Si a los analistas nos interesa el estado de la civilización en la que vivimos, es porque esta incide sobre la práctica analítica, de manera que la clínica no es impermeable al estado contemporáneo de la cultura que desembarca con sus discursos dominantes en los divanes. Es el campo de la cultura el espacio donde se inventan las formas de gozar, es decir, de satisfacer la pulsión, por lo tanto si la cultura cambia, esas formas de satisfacción también. De este modo, la cultura se erige como el Otro de la pulsión que contiene sus objetos.
El malestar actual no se plantea según el modelo freudiano de la represión, porque este es un momento de la historia que, lejos de prohibir el goce, lo exige.
Una teoría del malestar no es sin su dependencia de la época en la que nos toca vivir. En psicoanálisis no hay modo de anoticiarnos de ese malestar sino es por su portavoz el síntoma, que siempre ha tenido una envoltura formal que depende del Otro al cual se refiere. Por lo tanto, no hay síntoma como portavoz del malestar sin apelar a los significantes de la cultura del momento que alimentan su texto: esto es su envoltura formal.
Lo novedoso de la cultura de hoy, es que el empuje al bienestar promueve el igualitarismo en tanto segrega el modo de satisfacción de cada uno. Miller afirma que a este igualitarismo Lacan lo llamó “la canallada moderna”. [1]
En la “Introducción alemana a una primer edición de los escritos”, Lacan sostenía que hay una estrecha relación entre los tipos de síntomas y los estilos de vida, que pueden traducirse como formas de satisfacción que depende de los discursos de cada época. Esa envoltura estará hecha de los significantes que habiten la constelación discursiva en la época; demonización, parálisis histérica, anorexia, ataques de pánico, toc, bipolaridad, etc.etc, etc.
Entonces, si la cultura de hoy no es la misma que en la que Freud escribió su texto “El mal estar en la cultura”, podríamos preguntarnos ¿qué quedó de su explicación del malestar como producto del conflicto de la pulsión con la represión, si la cultura de hoy no solo que no reprime el goce sino que empuja a su satisfacción? La pregunta que hacía Lacan: ¿Cómo vive nuestra época la pulsión? puede comenzar a contestarse por el modo en que se responde a ese imperativo de goce del discurso de hoy, a ese imperativo que el sujeto no puede cumplir.
Miller en el 2004 en Comandatuba [2], decía que en la cultura de la época victoriana, con respecto al goce, se podía hacer de todo siempre que no se lo mostrara ni se lo dijera. Por la vía del discurso del amo social podía explicarse el malestar en la cultura, y la neurosis, como el resultado de la represión de la pulsión ejercida por esa cultura
En cambio hoy, el psicoanálisis, que fue inventado para “levantar la represión”, se encuentra con que ya está reemplazada por el imperativo de goce, por lo tanto ha dejado de ser subversivo porque el discurso dominante de la época promueve el goce, no lo reprime, el plus de gozar pasó al lugar dominante y el discurso del analista ya no es el reverso del de la civilización, porque el goce ya no hay que liberarlo…entonces…
Afirma Miller en la misma conferencia: “La práctica freudiana abrió las puertas a la liberación del goce, y con ese goce liberado nos encontramos hoy, goce liberado por el discurso dominante que se realiza en las patologías de la acción de los sujetos sin demanda. La práctica freudiana anticipó este ascenso del objeto a al cenit social y contribuyó a instalarlo, en cambio la lacaniana tiene que vérselas con las consecuencias de esa contribución…”.
La constelación discursiva y su desembarco en el hombre moderno
“Constelación discursiva” es una expresión de Karl Manheim en el marco de lo que se ha denominado “Sociología del saber”, cuyos representantes además son M Scheller, M Weber. Estudiaron la génesis del saber en las comunidades humanas, más precisamente las condiciones históricas y epistemológicas que determinan las relaciones de los miembros de esas comunidades con el saber de sí. Entienden que las estructuras sociales moldean subjetividades de épocas más o menos decididas a indagar en el mundo interior. Para Scheler en su libro Sociología del saber, la estructura social determina la relación que guarda el alma colectiva (= subjetividad para nosotros) con el saber de sí. Tanto las formas subjetivas del pensar y de clasificar las cosas que pueden saberse en general, están condicionadas por la estructura social y la arquitectura de la organización de la sociedad.
Karl Manheim en Problemas de la sociología del saber, desarrollando algunos temas del libro de M. Scheler y problematizando otros, incluye la expresión “constelación discursiva” como un modo diferente de hacer mención a aquello que de las sociedades determina y produce subjetividades.
Para problematizar las relaciones de los sujetos con la constelación discursiva en la que habitan (porque en el cielo hay objetos pero también discursos) me referiré a algunas precisiones de G Dessal [3] Afirma que para Lacan, el hombre moderno es alguien que comienza a perder el sentido, ha dejado de concebir una distancia entre su facticidad y las posibilidades de realización de sus sueños, porque la civilización actual no sólo no le exige una renuncia, sino que le inocula la convicción de que la felicidad está al alcance de cualquiera. La esencia del hombre moderno es la ausencia de pregunta. En el lugar de la pregunta, la respuesta se anticipa bajo la forma de una certeza que cierra la puerta al inconsciente. El inconsciente es la distancia que existe entre nuestros actos y nuestra comprensión de su sentido. Esa distancia está a punto de cerrarse: el hombre va dejando de creer en su síntoma, va dejando de suponer que el síntoma tiene algo que decir.
Este hombre moderno/ hipermoderno, es un efecto de la constelación discursiva actual, y está en posición de recepción de los significantes del Otro que como buen hipnotizador…sugestiona.
Respuestas del sujeto: consentimiento o discordia
Consentimiento y rechazo son dos términos que describen tanto la relación del sujeto al significante como al goce. En primer lugar la referencia es el campo del Otro simbólico, y en segundo el del objeto pulsional. El sujeto consiente o rechaza tanto los significantes del Otro como su modo de gozar.
Podemos plantear que en el fantasma hay consentimiento al modo de gozar y en el síntoma analítico rechazo: el fantasma muestra la concordia en tanto el síntoma analítico anuncia la discordia del sujeto con su modo de goce. Un ejemplo de discordia es la vergüenza, cuya ausencia hoy muestra las dificultades para la construcción de síntomas.
Para que dé inicio la experiencia analítica, es necesario que ese goce consonante en el fantasma, vire a disonante en el síntoma. Esta discordia abre la puerta al deseo de saber como condición de entrada al análisis. Es preciso además que la discordia con ese goce se transforme en una x sin sentido. En este punto es preciso recordar esa afirmación de Lacan en “Problemas cruciales del psicoanálisis”, cuando decía que: “en nuestra experienciade analista asistimos aesa relación muy particularde unsujetoa susaber sobre sí mismoque se llama síntoma”. [4]
Respecto de la relación del sujeto al Otro del significante, Jorge Assef en “La subjetividad hipermoderna [5] plantea que cuando un sujeto construye su historia, privilegia un modo de narración por sobre otros, abrocha en determinado punto un discurso sobre sí mismo, se identifica con determinados modelos desestimando otros. En ese proceso (que no excluye la contingencia) el sujeto se inscribe en un orden simbólico que excede lo individual. Destaca que a nuestra clínica llegan los significantes que el discurso social selecciona para identificar a los sujetos. (Desembarco de la constelación discursiva en los divanes) Y vemos que en general los sujetos inclinar la cabeza, aceptando los significantes Hipnosis-consentimiento) […] Esto hace depender […] la clínica de la sociedad. Y la pareja ‘clínica y sociedad’ se nos impone en la medida en que no hacemos de la clínica un término intemporal.
Plantea además que cuando hablamos de campo del Otro hacemos referencia al discurso social, pero esto no quiere decir que el discurso social sea unívoco, es decir que el campo del Otro no hace Uno, si no que es plural; en segundo lugar, cuando hablamos de identificación a los ideales, a los significantes-amos que el otro ofrece, no queremos decir que esa operación sea exacta y automática, el sujeto debe “consentir” a ellos, por eso “Miller explica: un análisis pone en cuestión, hace tambalearse el consentimiento del sujeto a la identificación”. La “responsabilidad”, en este caso, apunta a lo que Lacan llama “posición del sujeto”, es decir que, sea cual fuere la voluntad del amo, no hay identificación salvo que haya consentimiento.
Entonces, ¿bajo qué coordenadas podemos hablar de subjetividad de la época, si el discurso del Otro es plural, y el sujeto puede o no consentir a él? Bajo la idea de hegemonía, que es el vector que organiza esa pluralidad. Aquí, subraya que aparece uno de los semiólogos contemporáneos más importantes, Marc Angenot, quien habla justamente de discurso social, ya que, a partir de él resalta el poder de ese vector organizador que es la hegemonía (Gramsci).De este modo define la noción de subjetividad de época.
Finalmente, afirma que podemos mencionar cuatro factores que determinan la condición hipermoderna influyendo directamente en la construcción de subjetividades:
- La pluralización del S1, y la primacía de la ley de mercado como dominante de la discursividad social.
- El ascenso del objeto al cenit, y su consecuente efecto de politoxicomanía generalizada.
- La prevalencia de la imagen, que instala el orden escópico como determinante en la construcción de subjetividades.
- El empuje al goce, que introduce una escalada hiperbólica en la búsqueda de satisfacción, novedosa e intensa, promoviendo la ley del superyó contemporáneo: debes gozar. Estos cuatro ejes merecen un desarrollo propio en sí mismo, cada uno de ellos, pero a grandes rasgos con el recorrido que hemos hecho hasta acá se pueden comprender en su generalidad.
El porvenir del psicoanálisis…el síntoma como deseo de saber
¿Hasta dónde puede existir el psicoanálisis bajo las actuales formas del discurso –hegemónico-goza- que asegura un nuevo tipo de cierre del inconsciente (consentimiento modo de gozar) propiciado por un fantasma que ha incluido al objeto –ofrecido en el cenit-, en la economía libidinal? ¿Cómo salir de los efectos de este discurso?
En “La tercera” define al síntoma como: “Lo que viene de lo real, esto significa que se presenta como un pececito cuya boca voraz solo se cierra si se le da de comer sentido…el sentido del síntoma depende del porvenir de lo real”…y del porvenir de lo real la subsistencia del psicoanálisis.
El psicoanálisis seguirá siendo síntoma de la cultura si agujerea su campo de significados, y provoca sujetos, que en esa pulseada entre consentimiento y rechazo, opten por el segundo: el rechazo como un modo de despertar de la hipnosis del significado y…del significante que le permita abrir las puertas al deseo de saber.
Quizás, en esta operación de llevar el saber al lugar de la verdad, el discurso analítico desentrañe la relación del sujeto con el plus de goce implícito en el valor del objeto, antes que, como decía Lacan en Roma, la humanidad logre curarse del psicoanálisis.
NOTAS
- Miller, J_A Un esfuerzo de poesía. Clase del 12 de marzo de 2003.
- “Una fantasía” en Punto cenit-Política, religión y el psicoanálisis. Colección Diva
- Dessal, Gustavo Dessal, Gustavo, El manicomio global, 21 de agosto de 2018, https://www.facebook.com/story.php?
- Lacan, J Problemas cruciales del psicoanálisis. Inédito. Clase del 5 de mayo de 1965
- Assef, Jorge “La subjetividad hipermoderna” en Revista Conclusiones analíticas” Año 1, Nro 1, 2014.