Seminario del Campo Freudiano - Sección La Plata de la EOL

Seminario de Introducción a un discurso del método analítico- Clase 10- 2024

Clase 10 – 4 de septiembre de 2024

Reseña por Marianela Canteli

Dictando el último de los tres encuentros a su cargo, Sebastián Llaneza inicia una exposición que puede emparejarse con lo que ya trabajó acerca del método, entendido como aquello que otorga a la experiencia analítica un sentido de orientación. Camino en el que subyace la pregunta ética que en esta oportunidad nos invita a sostener: “¿Hacia dónde voy a conducir a mi analizante?”. Propone, esta vez, abordar los diferentes estados del síntoma en el recorrido de un análisis, trazando la articulación tanto al inconsciente como al fantasma.

Una invitación a formalizar esa experiencia utilizando como instrumento la teoría algebraica de la topología nodal. Nos indica que en la última enseñanza de Lacan el esfuerzo de poesía ocupa un lugar central. Aún así, en su transmisión, Sebastián elige enfatizar “el esfuerzo de topología”.

Presenta la cadena mínima empleada por Lacan, compuesta por tres eslabones que se mantienen juntos e inseparables sin hacer uso de los agujeros para el engarce. Lacan ubica que en esta representación esquemática se puede figurar la estructura del ser hablante, entonces identifica en cada uno de esos anillos a sus tres registros. Operación que surge por primera vez en el “Seminario 21”. Si estos tres registros se mantienen juntos se configuran por una parte la subjetividad, por otra la realidad y en tercer lugar se configura el espacio. Esto es, el espacio habitado por el hablante – ser responde a un encadenamiento RSI.

Siguiendo una propuesta de Fabián Schejtman, la articulación que presenta Sebastián permite trazar sobre los tres registros, sobre los tres anillos, el conjunto de conceptos: síntoma, fantasma e inconsciente. Ubicando al síntoma en lo real, el inconsciente en lo simbólico y el fantasma en lo imaginario.

En el anillo de lo real se puede ubicar el goce del síntoma, llamado goce autista, la cara real del síntoma, y que en dos puntos intersecta con el anillo del fantasma. Esto quiere decir que el fantasma es un tratamiento del síntoma, intenta darle un marco al goce sintomático pero efectivamente no lo logra por completo. Hay algo que queda enmarcado por el fantasma, a la vez que algo del goce del síntoma queda por fuera. Esa lectura nos hace saber que hay un goce fantasmático que puede no sintomatizarse, y se trata en la clínica del buen uso del fantasma.

En el inconsciente ubicamos el par mínimo de la cadena significante (S1-S2) que produce formaciones del inconsciente. Precisamente en el anillo del inconsciente, ambos eslabones producen una intersección donde ubicamos el sentido de las formaciones del inconsciente, aquellas que permiten “dormir lo real”.

Por otro lado, el fantasma queda ubicado en lo imaginario. Cuando Lacan trabaja con cadenas borromeas de tres -no sucede lo mismo cuando trabaja con cadenas más numerosas- ubica en lo imaginario conceptos de la clínica psicoanalítica como el cuerpo, los afectos, la realidad fantasmática. Tenemos así, el primer estado del síntoma que es aquel que todavía no toma contacto con un psicoanalista, porque está en plena sintonía con el yo -lo que se suele llamar el síntoma egosintónico-. Si se identifica con la realidad cotidiana quiere decir que el fantasma está tratando el goce sintomático, el goce pulsional de la cara real del síntoma. Aquí hay que recordar que cuando un síntoma está tratado – lo que hace que la vida de cada uno de nosotros marche -, está enmarcado en el discurso del amo.

El cambio que hace Lacan sobre la obra de Freud – hasta el Seminario 20 el síntoma todavía era entendido como una formación del inconsciente junto con el chiste, el lapsus, el sueño- , es a partir del “Seminario 22”, momento en que el síntoma deja de ser una formación del inconsciente para pasar a ser función del inconsciente. Ya no se trata del inconsciente cadena significante; Lacan se está refiriendo al inconsciente real.

Cuando el síntoma es egosintónico y las cosas marchan, está siendo tratado por lo imaginario del fantasma y por lo simbólico del inconsciente como trabajador, como cadena significante. Miller dice que ese estatuto del inconsciente debemos pensarlo como imaginario, está identificado a la realidad misma donde nosotros ubicamos el fantasma. Hay una “mixtura” entre el síntoma y el fantasma lo que hace que se vuelva sinthomático, permaneciendo totalmente anudado. “Quiere decir que no hay discordia en el sentido”, Paula Vallejo [sic] Este primer estado del síntoma abandona esa propiedad y se convierte en otra cosa. Lacan dice que es en el momento en que algo se pone en cruz al discurso del amo antiguo e impide que las cosas marchen, es decir las cosas marchan cuando S1 y S2 están encadenados… si hay algo que produce una fractura, se empieza a tener dimensión de lo que no funciona, y que Freud llamaba la enfermedad en sentido práctico. Ya no es un síntoma “solución”. Cuando se ha producido el encuentro con un real, lo que funcionaba como tratamiento ya no sirve. Este es el segundo estado del síntoma, que Miller ubicaría en el registro de lo real. Ya no está tratado ni por el anillo de lo simbólico, ni por el anillo de lo imaginario, sino que tenemos el síntoma avanzando sobre lo imaginario del fantasma y avanzando sobre lo simbólico del inconsciente. “Inmiscuyéndose” -dice Lacan-, detiene el trabajo del inconsciente, le pone un cese al automatismo de repetición.

Sebastián menciona la relevancia de este punto para pensar la práctica. Es que cuando el síntoma se inmiscuye en el imaginario del fantasma puede tener dos efectos distintos. La vacilación del fantasma y de ahí que lo que no marcha suele cobrar la forma de “no saber que soy para el deseo del Otro”. Mientras que el segundo efecto del avance del síntoma en el fantasma, sería la realización del fantasma, y eso más que confrontar con el deseo del Otro, confronta con el goce supuesto en el Otro. Por esta razón Sebastián nos aclara que hay angustias que están articuladas al deseo del Otro -angustias por separación-, y angustias que están articuladas al goce del Otro -angustias por alienación-, y son distintas por lo que conllevan la posibilidad de ser interpretadas o no. “En las dos versiones el fantasma no llega a metabolizar lo real del síntoma”, Paula Vallejo [sic]. En ambas versiones el fantasma pierde su función de anudamiento.

De este modo, lo conveniente es estar entrenado para leer qué hace síntoma para un sujeto y cómo enganchar el goce del síntoma a un simbólico, haciéndolo entrar en análisis.

De acuerdo con esto habrá o no posibilidad de maniobrar en la clínica, entendiendo que solamente podemos decir si un síntoma es interpretable o no es interpretable en transferencia y con un analista en particular… Se trata de una apuesta. En este tercer estado del síntoma, si logramos hacer una buena interpretación para que el goce sintomático entre al análisis, lo simbólico le gana al síntoma obteniendo en este avance la apertura del inconsciente sujeto. Es el sujeto que se reconoce en ese significante que fue producto de la intervención del analista.

En este punto Sebastián localiza ya una dirección contundente, para que sea una auténtica entrada en análisis no alcanza solamente con lo interpretable del goce sintomático. El analista debe semblantear el objeto con el que el analizante goza y ocupar un lugar en su aparato de goce, en el fantasma. Pero hay que poder identificar el lugar del partenaire fantasmático para operar desde el interior y hacerle trampa al fantasma. Arribamos así a la confluencia entre estas dos vertientes que Miller llama transferencia epistémica y transferencia libidinal, y que constituyen la entrada en análisis donde además de ficcionalizar, se logra tocar el aparato de goce del analizante. Mariella Lorenzi trae una referencia reciente de Silvia Salman, respecto de la oportunidad del analista para poner en marcha su operación… además de alojar, tiene que poder objetar algo de ese programa de goce.

Al final del análisis se ha esclarecido el síntoma que es el fundamento del goce fantasmático, la letra se vuelve legible. El síntoma avanza sobre el fantasma atravesándolo y obtenemos un avance de lo simbólico sobre lo real sintomático, sobre la letra del síntoma, entendiendo ahora por lo simbólico ya no el inconsciente cadena significante, ni el inconsciente sujeto, sino lo que Lacan llama la una equivocación, que introduce al inconsciente real.

Saliendo de la dimensión dormitiva, el analista empieza a leer los componentes de la defensa, y cada vez que altere uno de esos componentes se vuelve traumático. Apuntamos a intervenciones que van por la vía de no satisfacer la defensa, sino de equivocar la letra de goce sintomático.

Así entonces, con una ética y una formalización, el analista puede orientarse en el camino hacia donde dirige a su analizante … siendo el que no responde desde el lugar en el que el éste lo espera.


BIBLIOGRAFÍA SUGERIDA

  • MILLER J-A. Esquizofrenia y Paranoia, en “Psicosis y Psicoanálisis”, Buenos Aires, Manantial, 1985.
  • CORDIE A, MILLER J-A, LEMOINE P y otros. “Clínica bajo transferencia” (8 Estudios de clínica lacaniana), Manantial,

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