Clase 10 – 16 de agosto de 2023
Reseña por María J. Bellomo
A continuación se reseña la clase orientada por Sebastián Llaneza, dedicada al apartado numero V de “La dirección de la Cura y los principios de su poder”: “Hay que tomar el deseo a la letra”.
El sintagma “Hay que tomar el deseo a la letra”, será propuesto como una sentencia, que en esta oportunidad, vertebrará el recorrido que tiene por miras, arrojar luz sobre qué significa y cómo es posible, tomar o leer el deseo a la Letra. Se servirá para ello, de la interpretación que establece Lacan del sueño publicado por Freud en 1900, conocido como el sueño de la bella carnicera, considerando que tal interpretación obedece a las coordenadas que orientan su enseñanza en los años ’50.
Siguiendo este trazo, Sebastián sitúa el interés del maestro francés por diferenciar aquello que pertenece al campo de la demanda, es decir, lo que puede ser dicho a través de la articulación significante, de aquello que pertenece campo del deseo, entendido como lo imposible de decir, y lo que funciona como motor, como causa. De este modo, “leer el deseo a la letra” puede ser comprendido como leer la causa del deseo.[1]
De inmediato, se impone la pregunta de cómo atenerse a tal directiva. La respuesta se halla en la posibilidad de mantener distancia de la demanda y por consiguiente del sentido: puesto que el sentido se produce retroactivamente al encadenar un significante con otro. Entonces, manteniendo distancia de tal articulación, lo que emergerá es un significante solo, un S1, sin sentido, que ya no tendría valor significante sino valor de Letra.[2] Y esta Letra que pertenece a un orden diferente del registro de la demanda podrá ser escuchada, captada, en la medida en se divorcie del significado convencional.
Consecutivamente a estas líneas introductorias, se procede al segundo eslabón de esta clase: el análisis del sueño de la bella carnicera.
Comienza presentando a la paciente de Freud, a partir del modo en que Lacan arriba al diagnóstico de histeria, que no será por la vía de los síntomas, sino por la vía comportamental del sujeto histérico, es decir, por la pantomima. Y explica, que el histérico es aquel que puede ubicar a alguien en posición de amo, para luego revelar su falta, justamente lo que ocurre en el encuentro de la bella carnicera con Freud. Ella se presenta con cierto material onírico que haría caer uno de los pilares de la teoría psicoanalítica, es decir, la tesis de que los sueños son un cumplimiento de deseo: ella querría dar una cena para su amiga, pero los obstáculos que van acaeciendo en el devenir del sueño, se lo impiden.
Luego de la lectura del sueño,[3] Sebastián introduce los elementos que serán clave para el análisis:
· El significante SALMON, que habría sido sustituido por el significante CAVIAR.
· El hecho de no pedirle al marido el elemento faltante que permitiría dar la cena, ya que éste, al responder a su demanda, revelaría que no es eso lo que desea –puesto que como buena histérica,sabe de la diferencia entre demanda y deseo
· La sospecha de que su marido, a pesar de las demostraciones amorosas y su gusto por las redondeces de una mujer como ella, tiene un deseo escondido (ante la propuesta de un pintor de retratar su cabeza, el habría comentado que un trozo de trasero de cualquier muchacha sería más interesante)
El último punto es un dato fundamental para el diagnóstico, dado que de él se deriva el armado del triángulo histérico y la presencia de la Otra mujer, en tanto enigma, a través de la amiga flaca.
Se produce una primera interpretación imaginaria, en la que la amiga se localiza como rival: no ofrece la cena, ya que en ella, la amiga podría engordar y gustarle a su marido. Esta interpretación revela su insuficiencia, si se considera que la histérica necesita de la Otra mujer para sostener al Otro del deseo y se lo procura a través del llamado triángulo histérico.
Se pasa así a la segunda interpretación, con la introducción del marido, quien presenta dos aristas, por un lado el hombre del amor, que ama e idealiza su mujer y por otro lado, el hombre del goce, que pone en juego la parcialidad de la pulsión, con el cual la histérica no quiere saber nada. Y para sortear este escollo, se sirve del triángulo que le permitiría sostener al Otro del deseo, al Otro barrado, en el que se reserva un lugar en el deseo.
Hasta aquí quedan ilustradas, la identificación a la Otra mujer que se circunscribe en el registro de lo imaginario, identificación imaginaria; la identificación al hombre, identificación simbólica; y una tercera identificación, que sería la identificación al falo, cuyo despliegue se produce cuando la bella carnicera se interroga por el deseo de cada personaje. Preguntarse por el deseo, es equivalente a decir que se está preguntando por el falo, que acertadamente, es el significante del deseo.
Esta tercera identificación, estima Llaneza, podría ser real, en la medida en se presenta como indecible y para esclarecerla, echa mano a una clase impartida por J.A.M, “Trio de Melo”.[4] Allí Miller toma de “La dirección de la cura” el siguiente señalamiento de Lacan: “Ser el falo aunque fuese un falo un poco flaco, ¿no es esta la identificación última con el significante del deseo?”(Lacan, 2009, pág. 607), y extrae como clave del sueño al significante caviar, que en el sueño había sido sustituido por salmón. E indica que ella dice salmón para hacer creer que quiere caviar cuando en realidad quiere salmón. Usa la propiedad del ser humano de fingir que finge. Miller toma el trozo de salmón como el falo, aunque sea un poco flaco, el salmón es la clave, porque justamente, es el significante del deseo.
Siguiendo esta lógica, se vuelve necesario identificar que lo que demanda cada uno y lo que desea cada uno, constituyen dos órdenes diferentes:
– La amiga le pide ir a cenar –demanda-, pero después de que el marido la trato amablemente -el deseo, estaría cerca de que el marido la seduzca-.
-El marido pide a la bella carnicera que le pida ¿pero que desea? Resulta que la sospecha de que el marido guarda un deseo en la trastienda, se funda en el supuesto hecho de que cuando trata amablemente a la amiga, estaba intentando adelgazar, y lo que deduce Miller es que se encontraba en la búsqueda de otras mujeres. Lo que obliga a la bella carnicera a salir de la comodidad de ser la amada, la que administra los bienes, la doña. Es en el sueño donde aparece el dilema referido al lugar en el que se ubica; el problema que se le plantea de querer ser el falo, de ser la más deseada, de entrar en el juego pulsional, cuando en realidad está en posición de ser la más amada.
Así, la tercera identificación, que sería la de leer el deseo a la letra, pasa por capturar los desfiladeros del deseo, vale decir, aquello que opera como causa en este hombre y atreverse a un acercamiento allí. Tomar el deseo a la letra, es captar ese significante que tiene valor de letra, el S1 solo, desprovisto de todo sentido.
Para concluir, el tercer eslabón de este encuentro se consagró al intercambio con el auditorio.
BIBLIOGRAFÍA
- Freud, S., 1900. Tomo IV. La interpretación de los sueños. Obras Completas. AE.
- Miller, J.-A., “Un trío de melodrama”, Revista Enlaces Nº 22, Publicación del Departamento de estudios psicoanalíticos sobre la Familia – Enlaces, Grama, Buenos Aires, 2016.
- Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos II. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2009.
NOTAS
- Enunciado extraído de la enseñanza de Eric Laurent
- Dado que siguiendo la lingüística Saussureana, un significante se define a partir de su oposición con otro significante, es decir, por su valor diferencial. Hacen falta que un segundo significante copule con el primero, para que advenga el sentido.
- Puede encontrarse en el Cap. XX de El Seminario 5 de Lacan, Las formaciones del inconsciente.
- Puede encontrarse en la Revista Enlaces Nº 22.