Clase 7 – 21 de junio de 2023
Reseña por Mercedes Moral
En la presente clase se continuó trabajando sobre el escrito de Lacan de 1958 “La dirección de la cura y los principios de su poder”.[1]Empezamos con el punto 2, “Qué lugar para la interpretación”, guiándonos porel grafo del deseopropuesto por Lacan, en el Seminario 5.[2]
Nicolás Gutiérrez, invitado en esta clase, presentó una puntuación del caso de Ernest Kris, más conocido como el joven de los sesos frescos. Mencionó al inicio, tomando un fragmento del texto de Miller “La palabra que hiere”[3], que al interpretar damos cuenta del inconsciente que concebimos. Desplegó su recorrido detallando el modo de concebir la dirección de la cura por parte de los posfreudianos, orientados por la psicología del yo, y recortó los efectos señalados por Lacan, cuando se desconoce el lugar de la interpretación. En cuanto a dichos efectos, refirió que en los distintos tratamientos que atravesó el joven de los sesos frescos, se apuntó a un reforzamiento del yo y sus mecanismos de defensa (identificaciones imaginarias y simbólicas), a través de una relación dual, de comprensión, que alimentaba lo imaginario y consistía aún más la neurosis del analizante. Kris fue el segundo analista de este paciente. Al relatar el caso, circunscribió el padecimiento del sujeto a través de una explicación sobre las identificaciones edípicas. Nicolás señaló que Kris leyó lo sucedido con el paciente solo desde el primer piso del grafo del deseo, debido a la concepción que se hacía del inconsciente. La psicología del yo promovía una práctica donde se esperaba que el yo (fuerte) pudiera domeñar la pulsión. Aunque Kris detectó en el relato del sujeto cierta satisfacción y exaltación al explayarse sobre el plagio de ideas (lo cual nos recuerda al discurso gozoso del Hombre de las ratas), no hizo ninguna intervención sobre eso. Si lo pensamos con Lacan, podemos decir que Kris interpretó desde la realidad y produjo, como efecto, la realización de un acting out por parte del paciente. Por eso Lacan dice en el texto que Kris “erró en el blanco”., Nicolás subrayó que al operar desde sus resistencias, la oralidad de este joven no pudo ser situada por una interpretación y por eso retornó a través del acting out, que puso sobre la escena aquello que se le escapaba al analista.
Mariella Lorenzi se explayó sobre la posición radicalmente diferente que tomó Lacan en la dirección de la cura. Para él, el yo no domeña la pulsión, sino todo lo contrario, es parte de su servidumbre, dado que la misma es lo imposible de domeñar y es también lo más singular del sujeto. Por ende, la pregunta fundamental, debe ser ubicada en el segundo piso del grafo, entre las dos cadenas, del enunciado y de la enunciación, en el plano del inconsciente y su deseo. Lacan critica la concepción de la psicología del yo, que entiende al inconsciente como un núcleo pulsional, rodeado por mecanismos de defensa, donde habría una diferencia entre lo “superficial” y lo “profundo”. Sostiene que hablar de superficie y profundidad es peligroso, y que se necesita de otra topología. Propone la topología del grafo del deseo y piensa toda la experiencia analítica en torno al deseo y al inconsciente. En este momento de su enseñanza, concibe dicha experiencia como puramente significante, incluída la pulsión; de igual manera, concibe el material a trabajar en un análisis, el cual se muestra atravesado por las leyes del lenguaje: metáfora y metonimia. [4]
La tesis de Lacan sobre la interpretació, implica admitir la importancia de la función significante, de cómo el sujeto se encuentra subordinado a la misma. Ubicala interpretación entre la diacronía y la sincronía significante; allí donde se encuentra la pulsión, y por ende, la verdad analítica de cada sujeto.La interpretación, como el acto del analista, apunta al deseo. Busca relanzar la pregunta al segundo piso del grafo. Además, Lacan argumenta que lo bien fundado de una interpretación, se comprueba a partir del material que irá surgiendo a continuación, y aclara que no hay que esperar el asentimiento del sujeto; por el contrario, la Verneinung[5] de Freud, resulta ser un indicio sobre el acierto de la misma.
Lacan retoma luego en el escrito el Caso Dora y la famosa intervención de Freud, en la cual le devuelve a la joven que hizo más que participar en eso de lo que se queja: ser parte del engranaje de la máquina. Para Freud no se trata de adaptar a Dora a su realidad (lo que haría la psicología del yo), sino que le muestra que está demasiado bien adaptada, apuntando mediante su intervención al goce de Dora, en el estar quejándose del odioso cambalache del que es objeto. Lacan señala que con dicha intervención se dirige al Trieb[6], a las líneas del destino del sujeto, que se encuentran cargadas de goce y por lo cual se continúan repitiendo. Según él, la dirección de la cura se ordena, en este momento de su enseñanza, en un proceso que se inicia a partir de la rectificación de las relaciones del sujeto con lo real, lo cual generaría la instalación de la transferencia, y por último, tendría lugar la interpretación. Esta misma, es expresada en la nota al pie de la página 581, del escrito de Lacan, como: el intento de hacer resonar un vacío, de hacer escuchar otra voz. En relación a este punto, Mariella Lorenzi, retomó algunos aportes de Jorge Chamorro en su libro Interpretar, quien de una manera clara y sencilla argumenta allí que la interpretación apunta a la escisión subjetiva, busca producir un desplazamiento, hace resonar el fuera del sentido, el inconsciente. Afirma también que la misma tiene que hacer olas. Debe ser corta, breve (no una explicación), porque debe atravesar la consistencia yoica, irrumpir y producir sorpresa en el sujeto, del mismo modo que lo hace el inconsciente. Chamorro alude a una interpretación bajo el modelo de la alucinación verbal, considerando que la misma tiene la virtud de la alusión, en la medida en que es una voz, desde un lugar excéntrico (y no desde el yo del analista), que introduce algo alusivo: refiere a otra cosa y no todo está dicho. Apunta así al horizonte deshabitado del ser.
Para finalizar, en los últimos minutos de la clase, Sebastián Llaneza, situó que el grafo tiene la forma de una pregunta[7], y demuestra de qué manera el neurótico resuelve el interrogante por el deseo del Otro[8], que es lo que a esta altura podríamos ubicar como lo más real. El neurótico no quiere saber de ese deseo, entonces no se plantea la pregunta hasta el final y en lugar de realizar el recorrido completo, produce un cortocircuito en el recorrido del grafo, al responder desde su realidad fantasmática.[9] Si la persona que recibimos en una primera entrevista consulta por un síntoma es porque ha fracasado la defensa, ha vacilado su fantasma. Sebastián concluyó señalando que en el análisis, el grafo se va armando de a poco, por capas, y se espera que el sujeto pueda construir en el lugar de la defensa neurótica, que no quiere saber nada de la falta del Otro, una defensa más propia.
NOTAS
- Lacan, J. (1958). “La dirección de la cura y los principios de su poder”. Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI.
- Lacan, J. (1957-1958). El Seminario, Libro 5, Las Formaciones del Inconsciente, Buenos Aires, Paidós, 1999.
- Miller, J-A. “La palabra que hiere”, Revista Lacaniana de psicoanálisis n° 25. Año 2013. Buenos Aires, Grama, 2013.
- Metáfora, en relación al significante y, metonimia, en relación al deseo.
- Noción freudiana que se traduce como “negación”.
- Traducido como “pulsión”
- En este momento de la enseñanza, Lacan concibe la estructura neurótica, como una pregunta por el deseo
- S (A tachado)
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